Como ocurre con muchas de nuestras actividades individuales o colectivas, cuando obtenemos repetidamente bajas calificaciones es necesario analizar y reflexionar sobre lo que está ocurriendo, tratar de encontrar las causas que producen esos resultados. Negar las calificaciones u ocultarlas es un camino seguro a agravar la situación, que se viene repitiendo desde hace ya varios años en nuestro país. Las consecuencias están a la vista.
Son numerosos los casos que se pueden citar, tanto en aspectos económicos, institucionales o políticos. Así en materia de competitividad recientemente ha sido publicado el índice que elabora la escuela de negocios suiza Institute for Management Development (Cimd) en cuyo Anuario 2013 de Competitividad Mundial, Argentina aparece en el puesto 59 sobre un total de 60 economías industriales y emergentes.
Ese índice, en el que en el capítulo nuestro colabora la Escuela de Economía de la Universidad Católica Argentina, evalúa variables tales como infraestructura, desempeño económico, eficiencia gubernamental, eficiencia empresarial. Lo mismo ocurre con el Índice de Competitividad Global, que desde hace más de treinta años elabora el Foro Económico Mundial, donde también estamos en el fondo de la tabla, lejos de países de la región como Chile y Puerto Rico. El Índice de Libertad Económica de la Heritage Fundation nos ubica entre los países con menos libertad económica, apenas por encima de Cuba en la región.
Otro indicador muy importante es el de Calidad Institucional (ICI) que elabora desde 2007 la Fundación Libertad y Progreso. Se trata de un trabajo que busca evaluar el desempeño relativo de los países en materia institucional. Relativa, porque no pretende poder definir un óptimo respecto al cual medir el desempeño de cada país. En consecuencia, ponderando una serie de indicadores, mediante un puntaje para cada caso, concluye elaborando un ranking. El índice muestra por separado la calidad de las instituciones que regulan la política por un lado y el mercado por otro.
Los indicadores que componen el ICI son para las instituciones políticas: voz y rendición de cuentas, vigencia del derecho, percepción de corrupción y libertad de prensa. Para las instituciones mercado: haciendo negocios, competitividad global, libertad económica y libertad económica en el mundo. Cada uno de estos índices, alguno de los cuales hemos citado más arriba, es elaborado por instituciones de prestigio mundial y son el resultado de considerar numerosas variables.
De ahí la notable riqueza y complejidad del ICI, que pondera 50% cada uno de los dos conjuntos de indicadores, que permite tener una visión de conjunto de la situación económica y política de un país y de la estrecha relación entre la calidad de las instituciones y el desempeño económico.
Pues bien, en ese ranking ocupamos el lugar 127 sobre 190 países, y nuestro puntaje es aproximadamente un tercio del de quienes ocupan los primeros lugares en calidad institucional, que son Finlandia, Dinamarca, Suiza. El informe de la Fundación Libertad y Desarrollo muestra la altísima correlación entre el puntaje que se obtiene en el ICI y nivel de ingreso per cápita. No hay misterio: sin instituciones de calidad no hay desarrollo.
Es de lamentar que nosotros vayamos precisamente en sentido contrario. A lo largo de varios años hemos ido destruyendo instituciones fundamentales. Desde la moneda, con devaluaciones y emisión monetaria sin freno, la independencia del Banco Central sometido a la conveniencia del Poder Ejecutivo. Ni hablar del Indec y las estadísticas oficiales, donde hemos desoído los consejos de instituciones internacionales y el reclamo constante de las propias.