Argentina perdió y sigue fuera de la zona de clasificación rumbo a Rusia 2018. El 1-0 fue producto de un pésimo primer tiempo y un mejoramiento en el complemento, pero que no sirvió para igualarle a Paraguay. La primera derrota en la era Bauza llegó acompañada de otro hecho clave: la Selección nunca demostró una superioridad manifiesta sobre su adversario.
Pudo haber empatado, sin dudas, y más con el penal que desperdició Agüero, pero la idea futbolística encontró su punto más bajo en la nueva gestión. La frustración, además, fue doble para los cordobeses, ya que el seleccionado nunca había perdido en su nueve encuentros anteriores en el 'Kempes'. Nada para destacar, mucho para reflexionar y un momento para tomar decisiones sobre jugadores históricos que parecen estar ingresando en una decidida merma de sus capacidades.
Habrá que remontarse a etapas pretéritas para encontrar un paralelo con una performance tan floja de la Selección en el primer tiempo. La desconexión entre líneas fue producto de salidas previsibles e inexpresivas en cuanto a volumen de juego. Con pases cortos y paralelos en campo propio, el equipo facilitó que su adversario no se moviera del 4-1-4-1 y que lo esperara sin necesidad de salir a tomar en personal.
Llamativamente huérfana de ideas, Argentina trató de avanzar por los laterales o sumando gente en las bandas, pero hacerlo por inercia no significa cumplir con la premisa de qué es atacar en el sentido pleno del término.
No es excusa, a esta altura, la ausencia de Messi. Se lo sabía desde principios de setiembre y hubo tiempo suficiente como para utilizar otro plan.
Entonces, el patrón futbolístico había que buscarlo en las asociaciones que pudieran surgir de los encuentros entre Di María, Gaitán y Agüero, más el presumible apoyo de Banega. Cualidades técnicas que sobran en los cuatro mencionados pero que a la hora de aportar a la faz colectiva se quedó en una producción inexpresiva.
Prácticamente no hubo acciones armadas a base de triangulaciones largas o cortas sino apenas a través de remates cruzados - uno de Di María, en el palo, y otro de Rojo - que provocaron riesgo para el arco defendido por Villar. Entonces, es cuando el análisis vuelve a caer en lo de siempre: pareciera que el factor sorpresa ha empezado a caer en línea descendente .
Paraguay trabajó el partido con simpleza. Rodeó a Banega cuando salía y lo hostigó para obligarlo a jugar con Mascherano o hacia los laterales. Así le cortó el circuito de construcción desde la primera zona y lo dejó con la tibieza de toquetear hacia los costados.
El contraataque lo manejó con especialistas y en ésto Oscar Romero fue clave para manejar los tiempos de la réplica. El tanto de Derlis González desnudó flaquezas defensivas del local: desequilibrado en las coberturas, le dejó el campo libre al ejecutante; 'Chiquito' Romero tuvo una respuesta inadecuada, además.
El comienzo del segundo tiempo tuvo un antes y un después tras un momento clave: el penal. Agüero amagó dos veces antes de lanzar el remate y Villar acompañó con sus pasos laterales hasta desviar una pelota a media altura. Dos minutos después, el mismo atacante tuvo la posibilidad de redimirse cuando encaró con decisión y llegó hasta posición de gol, pero el disparo fue desviado por el arquero. Ése momento, también, marcó un hecho manifiesto: el Kun se sabe cuestionado y siente que su futuro en el seleccionado viene en caída libre. Bauza optó por mantenerlo en juego y metió a Pratto por Banega, con la idea de contar con cuatro atacantes.
El ingreso de Dybala tampoco tuvo claro el objetivo. La insistencia del público cordobés era entendible, pero la decisión del entrenador navegó entre su convencimiento y la necesidad de aplacar la tensión que bajaba desde las tribunas. El armador de la Juve tendrá mucho recorrido en su carrera con la albiceleste pero en este partido no encontró su posición y terminó sacándose el compromiso de encima.
Argentina contó con situaciones netas como para llegar al empate, lo cual no hubiera sido injusto. Sin embargo, esta derrota dejó al descubierto como nunca que no hay equipo posible sin Messi y también que éste solo no puede torcer la historia si es que no cuenta con una estructura colectiva que lo respalde con su juego.
Encima, se viene Brasil y en el Mineirao, con la idea de lograr un triunfo resonante ante el rival clásico tras el 1-7 contra los alemanes. Se vienen días clave para la Selección. Encontrar su identidad es su norte... pero no alejarse de la clasificación hacia Rusia 2018, también.
Agüero, otra vez el chivo expiatorio
Sergio Agüero se puso la camiseta número 10 ante la ausencia de Lionel Messi. Era su chance de hacerse cargo del equipo, de demostrar en la Selección todo lo bueno que cada fin de semana realiza en el Manchester City. Pero el Kun otra vez desaprobó el examen. “Se jugó mal, no salió nada.
Encima erré el penal. Tenemos que dar vuelta todo. Se jugó muy mal. Debemos levantar cabeza y seguir”, deslizó el delantero al finalizar el partido y tras una nueva frustración.
Estuvo errático como el resto del equipo pero la yapa del penal lo dejó marcado. Ni así pudo. Su derechazo suave fue hacia el palo izquierdo de Justo Villar, que voló muy bien y le tapó el penal. El público que colmó el estadio Mario Kempes acompañó con murmullos y algunos silbidos cada vez que Agüero tocaba la pelota. Y todo terminó en decepción otra vez. Con el Kun Agüero como chivo expiatorio y en el centro de la tormenta.