Desde que ejerzo como psicóloga clínica ha sido mi desvelo lograr persuadir a mis pacientes de que el concepto de incertidumbre es parte de nuestra existencia.
Cuando el ser humano es joven siente que todo lo puede. Por lo tanto cuando algo que no estaba previsto sucede y no por intervención personal sino porque la vida lo decide así: muerte, terremoto, huracán, etc y desbarata en un segundo el orden logrado, se tiende a recurrir a maniobras más o menos mágicas para conjurar lo que no se puede entender ni controlar
Esto no ocurre todos los días. Son he
chos excepcionales. Pero cuando ocurren, la incertidumbre de lo "por venir" crea una sensación angustiosa de estar en manos de algo muy poderoso que no podemos controlar.
Ahora imaginemos cuando este panorama se inserta día a día como en nuestro país, con gobiernos que no logran crear un espacio de seguridad relativamente constante para sus ciudadanos que deben lidiar con los imponderables catastróficos de su propia vida y los aún más imponderables catastróficos que producen los gobiernos
La angustia eventual ante la incertidumbre se convierte en una angustia permanente. Que inevitablemente lleva a la confusión y al caos social.
Argentina es una sociedad enferma. Enferma de incertidumbre.
Las sociedades desarrolladas procuran asegurar la salud mental de su población con un orden institucional tendiente a brindar la satisfacción de las necesidades básicas y un sistema jurídico confiable que le permita a las personas poder establecer ciertos planes de vida que atenúen la angustia de la incertidumbre existencial
Hace 70 años que esta sociedad vive enferma de incertidumbre.
Hay una incertidumbre aún mayor: ¿sanará alguna vez esta paciente?