En la Argentina se crió, Guardiola lo adoptó y Sabella lo rescató

El 4-3-3 es un sistema táctico antiquísimo que se fue resignificando con el tiempo. El fútbol argentino lo tuvo de estandarte en los '70 y hoy, con variantes, pasó del exitoso ciclo Barça 2008/2012 a una prueba que intenta el DT de la albiceleste hoy día.

En la Argentina se crió, Guardiola lo adoptó y Sabella lo rescató
En la Argentina se crió, Guardiola lo adoptó y Sabella lo rescató

La Selección empieza a acomodarse a un sistema que supo darle identidad al fútbol argentino por casi veinticinco años, un ciclo en el cual se conquistó el Mundial ’78 más allá de la polémica por cuestiones extradeportivas. El 4-3-3 que se observó durante los triunfos recientes frente a Paraguay (5-2) y Perú (3-1), además de los ocho goles a favor, dejó en claro que Alejandro Sabella prefiere experimentar antes que ceñirse exclusivamente a un plan A. En consecuencias, el equipo aparece por encima de los nombres y hasta puede demostrar un funcionamiento a la altura de las circunstancias aún sin Messi y buena parte del resto de su columna vertebral: Gago, Mascherano e Higuain.

Nada marca, en realidad, que una formación clásica con cuatro defensores, tres mediocampistas y tres delanteros deba ser rígida e invariable, sino todo lo contrario: los cambios de posición obedecen a la libertad de sus ejecutantes para ir rotando dentro de la cancha, conforme a cómo los encuentre la acción de juego. Vale la referencia de Di María, tanto en los encuentros disputados en Asunción como en Buenos Aires, cuando por la propia dinámica del partido tomó posición de volante externo, de eventual armador o de encarador desde la banda hacia el arco. Este ejemplo también puede aplicarse a las posiciones de Palacio y de Lavezzi, mostrándose como referencia por el centro del ataque o, también, asumiendo el rol de mediapunta cuando la ocasión lo ameritaba.

El 4-3-3 es un sistema con una fuerte connotación histórica, cuyos orígenes datan de principios de la década del ’40 y curiosamente con fines defensivos. En esos años, lo aplicó la Selección de Suiza, con el afán de sumar un jugador a la habitual línea de 3 defensiva (la “VW”). Los analistas difieren entre el argentino Alejandro Scopelli (por entonces DT del Belenenses, de Portugal) o el austríaco Karl Rappan sobre quién de los dos fue el iniciador. La cuestión es que a nivel internacional resultó toda una innovación y quedó denominado como “cerrojo suizo” debido al aporte en seguridad que brindaba.

La evolución del fútbol cuenta con dos formaciones históricas como referencia: Hungría de los’50 y Brasil entre fines de los’50 y principios de los ’70. Los magyares subieron a lo alto del podio en cuanto a innovación táctica debido a que sumaron un volante organizador (Boszik) en función de atacante por sorpresa y los brasileños por retrasar a un punta (Zagalo) para colaborar con el armado ofensivo desde tres cuartos de cancha.

Lo que hoy día parece una obviedad, siete décadas atrás significaba una revolución en el plano tacticista. Ya en el Mundial’70, Brasil le agregó un brillo desde el punto de vista estético que rozó lo sublime, a partir de un solo volante de contención (Clodoaldo) y atacantes que intercambiaban su posición (Gerson, Tostao, Pelé, Jairzinho y Rivelino).

En la Argentina fue César Menotti quien implementó el 4-3-3 en la Selección desde que asumió a fines de 1974, un semestre después de un nocaut táctico que había recibido el equipo nacional en su derrota (4-0) ante Holanda, en el Mundial de Alemania. Más allá del resultado, la “Naranja Mecánica” había dado una exhibición de fútbol frente a un rival plagado de apellidos de peso pero insignificante en relación al poderío adversario.

El “Flaco” marcó clara la consigna de entrada: recuperación de la identidad a partir del juego asociado con los mejores y más probados ejecutantes en cada puesto de la cancha. Así, en distintos momentos afloraron hasta consolidarse intérpretes de categoría tales como Ardiles, Gallego, Kempes, Valencia, Bertoni, Luque, Ortiz, Alonso y Houseman.

La llegada de Carlos Bilardo, a fines de 1983, fue provocando un paulatino cambio de paradigma, sustentado en la idea de que había que copiar el modelo predominante en el fútbol europeo, con más predisposición al despliegue físico y al vértigo que a la pausa y la creatividad. La explosión de Maradona en todo su esplendor, a partir de 1986, provocó que su propia dimensión de fuera de serie quedara por sobre cualquier sistema.

Independientemente de las apreciaciones de Bilardo, lo cierto es que los aportes del extraordinario entrenador holandés Rinus Michels (votado por sus colegas como el mejor de todos los tiempos) provocaron un antes y un después a partir de la aparición del Ajax de Johann Cruyff en los ’70, cuya influencia se expandió en los tiempos modernos al Arsenal de Arsene Wenger y sobre todo al Barcelona de Pep Guardiola desde 2008 hasta 2012.

Nunca antes un sistema 4-3-3 había corrido los límites hacia adelante como ocurrió con la explosiva aparición de Holanda ’74, con un ensamblado conjunto de rotaciones a partir de un eje imaginario. El fútbol tuvo uno de sus ciclos fundantes en esos momentos, con una estética de sello personal.

Ya Guardiola, en 2008, presentó una formación base desde el 4-3-3 clásico, con la siguiente formación inicial: Víctor Valdés; Dani Alves, Puyol, Rafa Márquez y Abidal; Xavi, Touré e Iniesta; Messi, Eto’o y Henry. Poco después variaron nombres pero no el sistema: Piqué por Márquez, Busquets por Touré, David Villa por Eto’o y Pedro por Henry.

Ya en su fase de consolidación, Leo dejó la banda derecha para transformarse en un líbero de ataque, tanto en el arranque de enganche como en la de “falso 9”. El nivel de excepcionalidad al cual llegó ese Barça no sólo se nutrió de conceptos tácticos sino que tuvo su cristalización en la seguidilla de títulos en liga española, Copa del Rey, Champions y Mundial de Clubes.

Sabella suele ampliar su base de conocimientos a partir del intercambio de diálogo con entrenadores y futbolistas caracterizados, un hecho positivo porque lo saca del encasillamiento de la consigna y del panfleto. Más de una vez, la Selección experimentó con un 4-1-3-2, con sus respectivas variantes posicionales en pleno juego (4-3-1-2 ó 4-1-2-3), hasta hacerlo ahora con un 4-3-3 dinámico y con jugadores que toman una posición en el campo hasta completar la jugada y luego se rearman buscando su respectiva posición zonal.

No sólo en la última presentación de eliminatorias frente a Uruguay y en los próximos dos amistosos en noviembre se volverá a evaluar el funcionamiento, sino también habrá tiempo para hacer correcciones y ajustes necesarios en los meses que restan para el Mundial.

Hoy día, Argentina mantiene el segundo lugar en el ránking mundial, detrás de España, la misma que ha ganado un Mundial (2010) y dos Eurocopa (2008 y 2012) con un 4-3-3 aggiornado y probadamente eficaz. Si el propio Messi se siente cómodo con el sistema, debido a que le permite explotar su alto caudal de creatividad, nada peor pudiera haber que encorsetar a la Selección en una discusión estéril y pasada de moda. Se es lo que se siente; lo contrario sería recortarle las alas a quienes se deciden por volar alto.

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