Los árboles no son sólo un adorno

Existe un incomprensible descuido de uno de los tesoros más grandes que tiene el desierto mendocino. Es hora de comenzar a revertir esta peligrosa desidia.

Los árboles no son sólo un adorno

La provincia de Mendoza, no sólo la ciudad Capital, desde hace ya unos cuantos años viene sufriendo un serio problema de disminución y pérdida de calidad del arbolado público y privado.
Se puede comenzar por el lamentable estado de nuestro mayor monumento público, el Parque General San Martín, y terminar en un lejano camino rural de cualquier departamento o contemplando los ya casi desiertos cursos de agua de riego; o los nuevos viñedos (bellos sin dudas) pero sin la antiguas trincheras que rodeaban las fincas y creaban un paisaje singular, que aún se conserva en algunos pocos lugares para deleite de la vista del viandante y mejora de la calidad de vida de la población.

¿Qué nos ha pasado? Fácil la respuesta, porque salta a la vista de cualquier observador medianamente entrenado: hemos perdido la cultura de plantar y de cuidar los árboles, hemos dejado de amarlos, sentimiento que al menos una parte de la población tuvo alguna vez. Ha terminado predominando un sentimiento difícil de comprender de miedo, de temor a los árboles, sobre todo sin son grandes y añosos.

Lo que está ocurriendo es esencialmente responsabilidad de los múltiples organismos públicos que tienen incumbencia sobre esta cuestión, pero de ninguna manera debe eximirse de ella al sector privado que, a veces, es responsable directo de la tala de árboles en ámbitos urbanos y rurales. Por cierto lo que viene ocurriendo desde hace varios años es grave y parece que no se sabe o no se quiere encontrar la forma de revertir un proceso de evidentes efectos negativos para la población. Debe rescatarse el interés, la preocupación y las actividades de diversas instituciones que persisten en la defensa de los árboles, aunque no parecen ser escuchadas debidamente.

Basta colocar en cualquier buscador de Internet la palabra "árbol" para encontrar cientos de respuestas sobre los beneficios que reportan a los seres humanos. Repasemos los principales. Los árboles sirven para: combatir efectivamente el efecto invernadero; todos hemos escuchado de esto pero es importante saber que el calentamiento global es el resultado de un exceso de gases de efecto invernadero como el dióxido de carbono. Los árboles absorben dióxido de carbono y producen oxígeno (indispensable para la existencia de la vida).

Sirven para regular las temperaturas, especialmente en ciudades como la nuestra; para conservar el agua -con su sombra ayudan a disminuir la cantidad de agua evaporada-. Contribuyen a limpiar el aire -hojas y corteza ayudan a filtrar partículas contaminantes-.

Refrescan el ambiente: además de la fotosíntesis, desarrollan otros procesos como la evapo-transpiración, las hojas liberan vapor de agua que atempera y humedece  el medio. Reducen la contaminación sonora: las grandes masas de follaje funcionan como amortiguadores naturales del ruido generado por el tránsito. Dan identidad y personalidad a las ciudades. Evitan la erosión y el desgaste de los suelos, "sosteniendo" las partículas del mismo con sus raíces. 

Un dato que deberíamos tener en cuenta, sobre todo cuando cortamos o mutilamos un árbol: según un estudio hecho por universidades de Estados Unidos, por sus beneficios al medio ambiente, el valor de un árbol equivaldría a 18.000 dólares.

Pero además esa cifra se alcanza por la acción continuada a lo largo de muchos años. Cuando vemos a diario a dependencias municipales, de empresas eléctricas, de trole, irrigación, de televisión por cable, a los responsables del cuidado del Parque cortar sin mayor criterio parte importante de un árbol, ni hablar cuando se los tala sin más, deberíamos meditar sobre el enorme daño que nos estamos haciendo a nosotros mismos en este desierto en el que vivimos.
Es necesario poner en marcha acciones concretas de recuperación del arbolado público, comenzando por eliminar los múltiples objetos que los dañan. Es necesario un programa de cierre, por etapas, del Parque para recuperarlo efectivamente.

Son vitales para la vida humana y, como si fuera poco, es agradable verlos, sentir sus aromas y guarecerse bajo su sombra. Deberíamos gritar como el gran sanjuanino Domingo F. Sarmiento "¡Planten árboles no sean bárbaros!". Él los plantó durante toda su vida. No hay nada que inventar, sólo seguir los ejemplos.

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