No había tenido demasiada participación y hasta parecía haber quedado en el olvido. Sin embargo, a poco del final del encuentro, si los corazones volvieron a latir fue por sus manos. Él seguía ahí. “Siempre pienso que voy a ser yo el que gane”, diría unos minutos después, tras ese centro bajo de Gaitán que nadie tocó y que le permitió llegar de frente, con todo el arco libre, a Dzaja.
Era gol, derrota, angustia por el temido descenso y fin del invicto en esta Fase. Sin embargo, Cristian Aracena, el gran protagonista de la tarde gutierrina, le puso las manos y el pecho a ese remate del volante visitante. Encima el rebote volvió a los pies del rival y otra vez se hizo gigante para tapar la caída de su valla. Héroe absoluto de un equipo que tuvo un mejor primer tiempo. Que pudo ganarlo y casi lo pierde. No es poca cosa.
Más allá del empate como local, Gutiérrez entregó una buena imagen durante la primera mitad. Otra vez hubo presión alta, buen trato de balón y un equipo ancho para sorprender por los costados. Mereció ponerse en ventaja a partir de algunas claras ocasiones que generó. José Ortiz aportó algo de fútbol y los de arriba fueron importantes con su movilidad. Si la etapa finalizó 0-0 fue por la tarea de Carlos Ronco, el arquero visitante.
Para el complemento, Alejandro Abaurre decidió quemar las naves y, para acompañar a Lucas González y Cristian Lucero, mandó a la cancha a Jesús Baldaccini y Juan Manuel Lucero. Ni así logró romper el cerrojo defensivo de su rival y casi lo perdió en un contragolpe visitante. Menos mal que estaban las manos de Aracena.