Los actores Araceli González y Facundo Arana se pondrán en la piel de Francesca Johnson y Robert Kincaid en la versión teatral de la aclamada novela de Robert James Waller, que tuvo su emblemática versión cinematográfica hace 22 años interpretada por Clint Eastwood y Meryl Streep y dirigida por el mismo Eastwood.
El desafío, que se verá a partir del jueves 13 de abril en una de las sala del Paseo La Plaza, en la calle Corrientes porteña, tiene producción de Javier Faroni, dirección de Luis “Indio” Romero y a Lucrecia Gelardi, Alejandro Rattoni y Matías Scarvaci en el elenco de apoyo.
“No es la primera vez que me toca hacer una obra de teatro que antes fue una película”, destacó Araceli en referencia a “Cuando Harry conoció a Sally” (que hizo junto a Raúl Taibo en 2011) y a “Closer” (en la que compartió cartel con Mariano Martínez, Marcela Kloosterboer y Nacho Gadano).
“Durante el primer mes de ensayo decidí no volver a ver la película, que había visto cuando se estrenó, y me entregué al 'Indio' Romero, que es nuestro director y que además hizo él mismo la adaptación sobre la novela original”, agregó.
“Entonces hay detalles que no aparecen en la película, ya que el teatro tiene otro lenguaje. La gente tiene otra mirada, que es fortísima, y yo me dije: me voy a entregar de la manera más honesta en manos del director. Y es así que estoy trabajando como una obrera en ponerle un buen tono, en entrar en distintas zonas, en blanquear que esto me asusta, que me cuesta llegar", añadió.
-¿A cuánto de su propia vida puede apelar un intérprete?
González: -Hay zonas que uno transita y que ya vivió en su propia vida; en una madre, en una hija, en una abuela. Yo tengo mujeres muy fuertes en mi familia que nos hicieron muy guerreras a todas, desde el amor, desde la entrega, desde todo lo que implica estar vivo; y Francesca, mi personaje, tiene toda esa intensidad, pero también me lleva a zonas en las que me tengo que abrir mucho y eso cuesta.
-¿Es como ir a terapia y revisar lo propio?
González: -Hacía cinco años que no iba a terapia y el otro día volví para hablar un poco, porque a mí me costaba llegar. Y fijate que me ayudó mucho porque después de eso hicimos un ensayo de mesa que, creo, fue el mejor de mi vida.
-¿Y el fotógrafo, Robert Kincaid, cómo es?
Arana: -De acuerdo a lo que es el trabajo no quiero agregar nada a lo que dice Araceli, porque a mí me pasó lo mismo y me gusta mucho cuando veo, en una entrevista televisiva, que a mi compañera se le pegó por momentos la forma de hablar de Francesca. Ahí es donde me digo: esto es búsqueda constante. Porque hay gente que cuando escucha hablar distinto se pregunta "¿Qué le pasa? ¿Qué onda?".
-¿Te gusta el personaje?
-Me encanta. Estoy contento y voy a ensayar contento. Todo el tiempo estoy pensando en qué más darle a Robert, que es un tipo que ha viajado mucho y que ha visto muchas cosas que ha fotografiado. Yo tengo la suerte de haber viajado mucho también y he tomado muchas fotografías, tengo de dónde agarrarme. Además conozco fotógrafos de la National Geographic con los que escalé hace muy poco tiempo, con los que hice cumbre y conviví en total dos meses. Y los veo, ya sé cómo son y cómo piensan.
-Volviendo al personaje de Robert, él es un poeta fotógrafo, que ha hecho de su fotografía una poesía, es un fotorreportero de una revista importantísima y lo que hace es una delicia, pero también hace cosas que no muestra...
Arana: -Robert escribe poesía y saca fotos que la National no le va a publicar pero que le son propias, y eso lo convierte en un poeta, que se encuentra en ese ámbito y en una situación inesperada con esa mujer a la que recién conoce.
-¿Cómo usás eso en escena?
Arana: -Todo eso que yo ya "manyaba" lo dejo al costado y me siento con el Indio, limpios, y lo que va saliendo es maravilloso: a mí me cuesta mirarme al espejo y reconocerme en lo que él está haciendo de mí, pero sí lo puedo ver claramente en mi compañera, que dice que tampoco lo ve en sí misma.
-Araceli, describí a esa ama de casa de los años 60, en apariencia tan distante de la mujer actual.
González: -Francesca es una mujer que creció en Italia durante la Segunda Guerra, que era soñadora y le gustaba leer poesía e historia, algo que no todas las mujeres como ella hacían, y ya casada se encuentra con el norteamericano Robert, que la lleva a replantearse un montón de cosas, con el que siente cosas que con su marido no había sentido jamás. Sin embargo, ella a su marido lo quiere y lo respeta. Ella pensaba que eso era el amor y lo aceptaba así. Hasta que llega Kincaid y ella empieza a llegar a un lugar inesperado en su interior; porque hay gente que nunca se enamora.
-Es el descubrimiento del verdadero amor...
-Sí, hay un parlamento precioso cuando él empieza a describir lo que están viviendo y ella dice “¡Estamos enamorados!”, como diciendo “esto es el amor”. Y ahí entra en conflicto con ella misma, por el respeto a su marido, a su familia, a sus hijos, a los valores, a los preceptos, a los mandatos... pero hay algo que Francesca no puede dejar de sentir: el amor por Robert. Francesca sufre y muere por amor por él, pero también quiere a su marido y a sus hijos y aquí se enfrenta a un dilema ético.
-¿Qué clase de intérpretes son ustedes? ¿Sumisos, pro positivos, peleadores?
González: -El Indio es mucho lo que da y hay muy poco para decirle.
Arana: -El Indio te puede preguntar "¿Qué te parece esto?" "¿Por qué el personaje dice esto?" De hecho puede pasar que uno diga "por tal cosa" y él contesta "ah, a mí me había parecido que era de otro modo, pero eso me encanta". Lo que sabemos, lo que es precioso, es que nos hemos puesto junto con nuestros compañeros y le dijimos al director: "dale, movenos donde quieras, decinos qué hacer, cómo llegar".
González: -Lo que lo caracteriza es la sutileza y esa sutileza asusta al actor, de algún modo. Facundo decía ayer: "¿se notará esta sutileza que hay que teatralizar?" Porque a veces uno espera obviedades y acá no hay, tenés que estar muy atento.
-Además de que "Los puentes de Madison" pinta como uno de los éxitos teatrales de la temporada, ¿cómo ven la situación del teatro en general y de la calle Corrientes y adyacencias?
González: -Por un lado está pasando algo fantástico que es que hay un montón de propuestas. Pero también hay algo no tan fantástico y es que la temporada de verano fue muy difícil para los que hicieron teatro. Y esto me toca muy de cerca porque mi marido (Fabián Mazzei) hizo "La momia" y no le fue nada bien. Era una obra en la que se había invertido muchísimo en escenografía y en vestuario, pero tuvieron que bajarla por falta de público.
-Y eso mismo pasó con muchas obras este verano, tanto en Buenos Aires como en las plazas turísticas de Mar del Plata o Carlos Paz...
González: -Es muy fuerte lo que le pasa al actor cuando el público no llega. Sin embargo a partir del mes de abril la cosa parece moverse un poco más y llegan unas apuestas fortísimas con Darín, Suar, Julio Chávez, la vuelta de "Sugar"... De todos modos no podemos ser ilusos e ignorar la economía de nuestro país, cómo está el ánimo de la gente, el temor a la pérdida de los trabajos. No podemos ignorar eso, porque además, en épocas de crisis, el teatro es una de las primeras cosas de las que se prescinde.