Tanto los técnicos oficiales como los profesionales del sector privado coinciden en señalar que nos encontramos con un año excelente tanto en la cantidad como en la calidad de la nueva vendimia.
Se vuelve a la normalidad en lo relacionado con los kilos a cosechar, mientras se mantienen los valores de calidad que han logrado los vinos argentinos.
Variables que resultan ideales para que la industria pueda trabajar con mayor tranquilidad y hasta re discutir algunas medidas, mientras al Gobierno -esencialmente el nacional- le queda la responsabilidad de aplicar algunas medidas, solicitadas por los bodegueros, de modo de facilitar la recuperación de los mercados interno e internacional, que en los últimos años se han mostrado con una preocupante tendencia a la baja.
En lo que hace a los números, la cosecha en el país rondará los 22 a 23 millones de quintales, lo que implica un aumento de entre el 12 y del 17 por ciento comparado con 2017, luego de que en 2016 se levantaran 17,2 millones de quintales y en 2017 de 19,6 millones.
Se considera que la de 2016 fue la peor cosecha desde 1960, aunque habría que poner en la balanza en ese mismo planteo lo que ocurrió en 1982, cuando una helada, producida el 4 de noviembre de ese año, provocó que en Mendoza se cosecharan poco más de 9 millones de quintales.
La cantidad de quintales tiene directa relación con la derivación de uvas a mosto surgida desde el acuerdo con San Juan.
Hay sectores, especialmente de la zona Este, que consideran que ese acuerdo ya cumplió su ciclo y que es necesario modificarlo, planteo en el que también coinciden otros actores de la industria, mientras existen también sectores que sostienen que debe mantenerse porque de ese modo se han evitado excedentes.
Cada uno pone sobre la mesa los fundamentos y es factible que, dados los tiempos, muy difícilmente pueda modificarse para este año, pero habría que dejar una puerta abierta para el futuro.
Es posible también que la mayor cantidad de uva tenga directa relación con la lucha contra la lobesia (polilla de la vid) que se desarrolló a lo largo del año.
Debemos recordar en este aspecto que hubo productores que consideraron que, en años anteriores, la plaga había afectado en algunos viñedos hasta un 30 por ciento de la producción.
El análisis definitivo que realicen los técnicos permitirán establecer si lo señalado tiene alguna base de sustentación.
Con relación a la calidad, debemos partir de la base de que los vinos argentinos se diferencian de los europeos por ser muchos más estables en la relación entre un año y otro.
En Europa, en especial en Francia, es común hablar de "añadas" y suele utilizarse al "Beaujoulais nouvau" como el vino que "anticipa" la calidad del año.
En nuestro caso mendocino en particular, los profesionales consultados han coincidido en señalar que la vendimia se anticipa "tranquila" en lo que hace a la sanidad de las plantas y que la calidad es óptima, con buenos colores y madurez en las uvas, ayudados por el clima seco del verano.
Resta ahora establecer de qué manera pueden recuperarse los mercados y en ese aspecto ya no interviene la naturaleza, sino que es una tarea que corresponde a la industria y al Estado.
Los distintos actores del sector privado deberán trabajar en la búsqueda de coincidencias de manera tal de que se dejen de lado las "eternas" diferencias entre productores y bodegueros y que se alcance una verdadera integración que asegure a unos (los productores) que podrán colocar sus uvas a precios razonables y a otros (los industriales) que contarán con la producción suficiente para elaborar los caldos que les permitan cubrir la demanda.
Al tercer jugador, el Estado, le corresponde brindar las medidas suficientes que les permitan a los industriales trabajar con tranquilidad para comenzar con la recuperación progresiva del mercado interno y ser más competitivos en el internacional.
