La parrilla más tradicional de San Telmo, convertida en el escenario de la primera reunión pública de campaña de la cúpula del Pro. El jefe de Gabinete, Marcos Peña; los gobernantes porteño, Horacio Rodríguez Larreta, y bonaerense, María Eugenia Vidal, más sus respectivos operadores de cabecera, evaluaron el miércoles al mediodía posibles escenarios y posibles candidaturas, propias y ajenas, en los dos mayores distritos electorales, en los que hoy gobierna el oficialismo nacional.
Posibles nombres a un lado, hubo una primera conclusión dentro de Cambiemos: serán los jefes distritales, provincial y municipales, los que tendrán la palabra decisoria en cuanto a candidaturas; siempre, por supuesto, con la palabra última del presidente Mauricio Macri, jefe del Pro y de la coalición gobernante.
Extraña foto esa de la parrilla, por tratarse de funcionarios destacados de un gobierno que en su primer año en el poder se cuidó de mostrarse siempre en actitud de gestión como de no hacerlo en una actividad político-electoral. Y aquella conclusión sobre la facultad a los jefes distritales a la hora de definir candidatos, que se trasladaría también a las tres provincias que gobierna (Mendoza, Jujuy y Corrientes) el radicalismo.
Será mañana por la noche cuando ese principio de estrategia empiece a tomar forma en la reunión de Macri en Olivos con la dirigencia de la UCR. También hasta dónde el radicalismo ocupará lugares expectantes en las listas, del mismo modo que si habrá o no apertura hacia el peronismo, como lo resisten los radicales y lo promueve el titular de Diputados, Emilio Monzó, en especial en la provincia de Buenos Aires.
Es en ese escenario, en el que en octubre se librará la madre de todas las batallas en perspectiva hacia 2019, donde esa apertura empezó a cobrar cuerpo con el acercamiento de algunos intendentes PJ al armado de Vidal, de la mano de históricos como Eduardo Duhalde, Alejandro Granados y Mario Ishi.
“Apoyarían al candidato a senador (por Cambiemos) e irían con lista propia a diputados”, dijo a este diario uno de los más encumbrados dirigentes peronistas, no precisamente bonaerense, pero sí al tanto como pocos de lo que se cocina en cada distrito.
Para ese dirigente, los interrogantes son más que las certezas en el peronismo bonaerense. ¿Quiénes van a jugar?, se pregunta. ¿Quién armará las listas? Y se responde que difícilmente la ex presidenta salga al ruedo con una candidatura (“hoy está a la defensiva”).
También considera que Florencio Randazzo debería ponerse al frente, aunque el ex ministro del Interior espera su tiempo para anunciar qué hará. Por ahora sólo salió a descartar dónde no estará, a partir del convite que le extendió Monzó. Utilizó para eso un viejo giro campechano: “No me voy a hacer puto de viejo”.
Tampoco se tienen indicios de qué hará Sergio Massa, de vacaciones en Pinamar, después de haberse políticamente desdoblado en Washington: un día para asistir a la ceremonia de asunción de Donald Trump y al siguiente para hacerlo a la multitudinaria marcha contra el mismo Trump.
Su decisión acerca de si competir o no dependerá de cuán polarizado pueda perfilarse el escenario bonaerense: a mayor polarización, menores chances de que compita. También de cuál será el tablado en el que la inefable Elisa Carrió resolverá actuar, después de que haya tomado su última palabra con Macri: si en el primero o en el segundo distrito. (Inefable también, por cierto, por sus dichos de estos días: el país “apesta”; en este país “no trabaja nadie”. ¿No es too much, Carrió?)
Observadores consideran que de la decisión de postularse o no de Cristina, pero también de lo que pueda suceder con la economía en los próximos meses, dependerá el tablero en el que Carrió jugará.
Será en la provincia si no hay despegue económico, con lo que el eje pasará por confrontar desde la ética política lo hecho por Macri con “la pesada herencia”. De no ser así, será en la Capital, para darle pelea al todavía embajador en Estados Unidos, Martín Lousteau, hoy más opositor que oficialista.
Mientras la política empieza a entrar de lleno en este devaneo propio de un año electoral, la economía no arranca. Más aún, persisten los despidos y las suspensiones, pese a que en diciembre los empresarios se habían comprometido con la CGT y ante el Gobierno a suspenderlos.
Sobre todo en el sector industrial, y sobre todo, cabe insistirse, por las propias políticas gubernamentales de apertura y de reducción del mercado interno.
Tanto es así que esos hechos en el mundo laboral; más la aparente decisión presidencial de gobernar por decreto, como lo indicarían los tres de esta semana; más la inflación que no cede; más la pauta de 17% de aumento propuesta para las paritarias; más…, han agudizado las diferencias internas en la CGT. Pero al mismo tiempo han abierto un sendero de coincidencias en cuanto a qué hacer frente al Gobierno después de un año de diálogo.
Así, el jueves, el triunvirato y la mesa chica de la CGT pegaron el faltazo a la reunión prevista con el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, y el vice de Gabinete, Mario Quintana, para seguir el análisis de las reformas laborales que Macri quiere implementar por decreto. La excusa del faltazo fue el tradicional asado estival que organiza Luis Barrionuevo en Mar del Plata.
Y allí, en lo que fue la primera reunión político-gremial del año, la propuesta que tomó fuerza fue discutir un plan de lucha que desembocaría en un paro nacional.
Será el próximo jueves cuando esa propuesta tendrá debate oficial en la primera reunión del consejo directivo en 2017. Y de allí, al Confederal, el parlamento cegetista.