Una sala enorme con alumnos sentados en mesas grupales que por momentos se encuentran concentrados en sus propias hojas y que por otros charlan entre ellos, piensan y re piensan los ejercicios. Solamente consultan al profesor cuando a pesar de intentarlo no logran resolver sus dudas.
Son estudiantes del pre de Medicina en Egg, una organización que ha desarrollado una metodología de aprendizaje basada en la colaboración que tiene como objetivo cambiar la educación del mundo. Sus fundadores son los mendocinos Ignacio Gómez Portillo y Carolina Pérez Mora quienes comenzaron en 2015 con el dictado de cursos pre universitarios y que ya han podido llevar el método en 5 colegios de la provincia (unos 2.000 alumnos) con proyección de llegar a muchos más. Con este propósito desarrollaron una aplicación y una serie de pautas que facilitan su uso en el aula.
Ignacio es doctor en Física y un apasionado por entender científicamente la sociedad humana como parte de la naturaleza. Después de completar su licenciatura y una maestría en el Instituto Balseiro, realizó un doctorado en Barcelona, España, donde logró integrar en una plataforma teórica todas las teorías de la cooperación. "En su conjunto da lugar a explicar la sociedad completa", explicó a la vez que aseguró que donde crece la cooperación mejora la calidad de vida. Cuando volvió a la provincia, se dispuso a aplicar a la realidad todo lo que había aprendido en este sentido, pero se encontró con la dificultad de hacerlo en las instituciones tradicionales.
Por esa razón junto a Carolina, quien es licenciada en Comunicación Social, decidieron fundar un laboratorio social, un lugar donde pudieran probar estas teorías en el ámbito del aprendizaje. "Buscamos poder aplicar nuestras propias reglas con independencia y pensamos en ofrecer un pre ya que es donde se acumulan los mayores problemas de la educación y no hace falta acreditar con ningún organismo", detalló el doctor en Física.
Así fue como en 2015 recibieron a sus primeros 8 alumnos en un curso para el ingreso a Medicina. "Estaba el concepto, pero las clases ese año fueron bastante tradicionales con una dedicación muy intensa", recordó Carolina. Al año siguiente tuvieron 40 estudiantes y comenzaron a probar distintas reglas que partían de la teoría. "Surgió la idea de tener líderes dentro del curso elegidos por los mismos alumnos. La idea era que les explicaran a los demás cuando tuvieran dificultades", relataron.
Más tarde implementaron la rotación de los alumnos por mesa. "La gente es presa de la rutina, siempre se sienta con las mismas personas, pero como sabíamos que la diversidad es como la semilla de la cooperación empezamos a cambiarlos", contaron. Así fomentaron el encuentro entre personas que nunca habían tenido relación y entre todos formaron un solo equipo. "En ese entonces empezó a tener contacto la vida real con la metodología. Empezamos a generar lógicas de cómo ordenar a las personas siempre orientadas a los elementos de la cooperación", remarcaron los fundadores de Egg.
Además le añadieron otra innovaciones como mesas pizarrón, para que los alumnos resuelvan en una especie de "hoja" común; el cursado de una materia por semana; clases grabadas en video y carga horaria progresiva. "Les generamos una rampa para que las personas en 6 meses pasen a estudiar 8 horas por día", precisaron.
Desembarco escolar
Una vez que tuvieron una metodología con herramientas claras y concretas, aun así en permanente evolución, comenzaron a pensar cómo extenderla para que llegue a una mayor cantidad de personas y lograr su objetivo principal de cambiar la educación en el mundo. Así se contactaron con Graciela Bertancud, especialista en TIC y responsable del Colegio Tomás Alva Edison, junto a quien implementaron este sistema para las clases de matemática en la secundaria de ese establecimiento. "Esa iniciativa nos abrió las puertas a otros colegios que lo aplican en distintos años y en distintas materias", relataron los emprendedores.
Para llegar a las escuelas, realizan capacitaciones con los docentes y les entregan una serie de reglas que deben seguir para lograr los resultados esperados. Se trata de una serie de claves fundamentales como: el ordenamiento de los estudiantes en el aula en mesas grupales -que va cambiando en cada clase-, elección de un facilitador por mesa por parte de los alumnos, trabajar con dinámica individual, respetar el orden de consulta si se tiene una duda: compañero de al lado, facilitador, otra mesa y por último al profesor. Además incentivar a los alumnos elegidos como facilitadores y donde se pueda, colocar mesas pizarra.
"La parte más difícil es cómo se ordenan las personas en el aula, lo que se hace a través de una aplicación que desarrollamos utilizando el algoritmo de la cooperación, que es lo que hemos creado como diferencial. Para eso toma como base el historial de dónde se ha sentado la persona, su satisfacción respecto a eso, sus notas y sus votaciones", enumeraron.
En cada clase el contenido y las evaluaciones siguen siendo las mismas que solía aplicar el profesor, lo que sugieren es reducir el tiempo de la teoría para dar espacio a los ejercicios prácticos. "No es trabajo grupal, sino individual. La interacción se produce cuando hay una duda y el profesor es el último elemento para resolverla", aclararon. Esta dinámica permite que el docente pueda abocarse a otros aspectos de la clase: "Su rol más importante pasa a ser guiarlos emocionalmente y se convierte en una persona que tiene tiempo para dedicarse a los alumnos que más lo necesitan", señalaron.
En pos de seguir logrando su propósito principal, este año se propusieron llegar a 10 colegios y estiman que terminarán con 15. Mientras que durante 2020 pretenden llegar a 111: 100 en la provincia, 10 en argentina y 1 internacional. Además trabajan en una serie de proyectos como la creación de una plataforma que permite implementar la tecnología sin su intervención, entre otros.
Inteligencia colectiva que beneficia a todos
Reconocida por sus constante innovaciones en educación, en la escuela Tomás Alva Edison decidieron implementar el método propuesto por EGG para impartir matemática en la secundaria desde el año pasado. "Es un método muy interesante porque fomenta el trabajo colaborativo", aseguró Graciela Bertancud, presidenta de la Fundación Tomás Alva Edison. Explicó que se hace hincapié en la inteligencia colectiva porque apunta a ayudar al otro a lograr el aprendizaje. "En las mesas colaborativas el problema se lleva a la mesa, si no se soluciona se solicita a un facilitador, quien tiene mayor manejo y recién ahí se va hacia el docente", detalló. Con respecto a los resultados, Bertancud precisó que los alumnos lograron mejorar significativamente el rendimiento en matemática. "Disminuimos la cantidad de estudiantes que se llevaban la materia", destacó. Desde este año se aplica de primero a quinto en el resto de las materias con algunas modificaciones para adaptarse a cada una. "Los profes acompañan los proyectos de cambio con mucho entusiasmo".
En el colegio San Andrés, otro de los 5 que lo utilizan, su aplicación es más reciente. La directora general de la institución, Corina García de Onrubia, contó que lo están implementando desde marzo en nivel secundario, tanto en castellano como inglés. "Lo que hemos observado hasta el momento es que el bienestar de los chicos es mayor, están más distendidos, más alegres y muchos manifiestan que entienden mejor las cosas", describió.