Por Paul Krugman - Servicio de noticias The New York Times © 2016
Como muchos yonquis políticos, he estado pasando demasiado tiempo viendo encuestas e intentando entender sus implicaciones. ¿Puede Donald Trump ganar realmente la nominación de su partido? (Sí). ¿Puede Bernie Sanders? (No). Pero, las elecciones primarias no es lo único que está siendo objeto de encuestas; aún estamos recibiendo actualizaciones sobre la aprobación general del presidente Barack Obama. Además, algo impactante ha ocurrido en ese frente.
Al final de 2015, Obama aún estaba bajo el agua, con un número considerablemente mayor de estadounidenses mostrando desaprobación que aprobación. Él sigue tan solo en territorio modestamente positivo, pero el movimiento neto en promedios de encuestas ha sido de alrededor de 11 puntos porcentuales, que es mucho.
¿Qué está ocurriendo?
Bien, una respuesta es que los electores han estado dando últimamente una probada de cómo se ven realmente los dirigentes malos. Sin embargo, me gustaría creer que la población general también está empezando a darse cuenta del grado justo de éxito que ha tenido la administración Obama para resolver los problemas de Estados Unidos. Y hay lecciones a partir de ese éxito para aquellos dispuestos a aprender.
Sé que es difícil para mucha gente a ambos lados del espectro comprender la noción de ‘Obama como éxito’. En la izquierda, aquellos envueltos en los entusiasmos de 2008 se sintieron decepcionados por la prosaica realidad de gobernar en un sistema político profundamente polarizado.
En el ínterin, la ideología conservadora pronostica el desastre a partir de cualquier intento por gravar a los ricos, ayudar a los menos afortunados y contener los excesos del mercado; ¿y a qué le va uno a creer, a la ideología o a los propios ojos mentirosos? Sin embargo, los éxitos están ahí para que todos los vean.
Empecemos con la economía. Se pudiera argumentar que los presidentes no tienen tanto efecto sobre el desempeño económico como los electores parecen imaginar; en particular presidentes ante una oposición de tierra quemada del Congreso estadounidense durante la mayor parte de su período en el cargo.
Sin embargo, eso pasa por alto el punto: los republicanos han pasado los últimos siete años alegando incesantemente que las políticas de Obama son un desastre que “mata los empleos”, destruyendo incentivos de negocios, así que es una noticia importante si la economía ha tenido un buen desempeño.
Y lo ha hecho: hemos ganado 10 millones de empleos en el sector privado desde que Obama asumió la presidencia, en tanto el desempleo está por debajo de 5 por ciento. Cierto, sigue habiendo algunas áreas de decepción: baja participación de la fuerza laboral, débil crecimiento salarial. Pero, tan solo imaginen los alardes que estaríamos oyendo si Mitt Romney ocupara la Casa Blanca.
Después está la reforma de salud, que (no le digan a nadie) ha estado alcanzando sus objetivos.
De vuelta en 2012, justo después de que la Corte Suprema posibilitara que los estados rechazaran la expansión del programa Medicaid, la Oficina Presupuestaria del Congreso pronosticó que para ahora, estaría cubierta 80% de la población no-anciana; el número real es 90%.
Los detalles han sido un tanto sorpresivos: menos personas de las previstas se registraron para los intercambios, pero menos empleadores de los esperados abandonaron la cobertura y más personas se registraron para Medicaid; lo cual, incidentalmente, significa que el Obamacare está pareciendo mucho más un sistema de un solo pagador de lo que cualquiera parece notar. Empero, el punto es que la reforma efectivamente ha cumplido con las grandes mejorías en cobertura que prometió, y lo ha hecho a un costo menor de lo previsto.
Después, está la reforma financiera, que la izquierda considera ineficaz y la derecha juzga destructiva. De hecho, si bien los grandes bancos no han sido desarticulados, el apalancamiento excesivo -la verdadera amenaza a la estabilidad financiera- se ha reducido enormemente. Y en cuanto a los efectos económicos, ¿he mencionado lo bien que nos ha ido en creación de empleos?
Finalmente, pero no por eso -uno espera- de menor importancia, la administración Obama ha usado la autoridad ejecutiva para dar pasos con respecto al ambiente que, si no son cancelados por un presidente republicano y mantenidos por Cortes Supremas del futuro, equivaldrá a una acción muy considerable con respecto al cambio climático.
Considerando todo, es un récord. Suponiendo que los demócratas retengan la presidencia, Obama surgirá como un presidente en verdad consecuente... más que Reagan. Y estoy seguro de que los republicanos aprenderán mucho de sus logros.
¡Santos inocentes!
En serio, esencialmente no hay oportunidad alguna de que los conservadores, cuyas ideas no han cambiado en décadas, reconsideren su dogma. Pero, quizá, los progresistas tendrán mente más abierta.
La elección de 2008 no generó la transformación política que preveían entusiastas de Obama, ni destruyó el poder de los intereses particulares: Wall Street, el complejo médico-industrial y el cabildo del combustible fósil siguen allá afuera, usando su dinero para comprar influencia. Sin embargo, han sido obligados a retroceder en formas que han vuelto mejores y más seguras vidas estadounidenses.
En otras palabras, la lección de los años de Obama es que el éxito no tiene que ser completo para ser muy real. ¿Dicen que quieren una revolución? Bien, no siempre se consigue lo que se quiere; pero si se intenta, a veces, quizá se pudiera encontrar casualmente lo que se necesita.