Aprenden a coser para hacer la ropa de sus hijos

Son 12 mujeres de El Pastal agrupadas en la asociación “Niños del Futuro”, donde también se brinda la merienda tres días a la semana a los chicos de la zona. Usan máquinas de coser donadas. Varias ya piensan en una pronta salida laboral.

Aprenden a coser para hacer la ropa de sus hijos

Tal vez desde afuera parezca una simple casa, una más de El Pastal, en Las Heras. Con niños jugando bajo la sombra, perros correteando entre charcos de agua, los ruidos de los albañiles en las cercanías y uno que otro auto que pasa de vez en cuando y levanta la tierra de la calle San Esteban, que corre paralela a la ruta 40 camino a San Juan, en el norte provincial.

Pero desde adentro, el paisaje cambia. Unas 8 mujeres se afanan sobre máquinas de coser, mientras otras preparan el material de trabajo de la jornada. El lugar es la Asociación "Niños del Futuro", que nació con ese objetivo como bandera: el bienestar de los chicos de la comunidad.

Es una fábrica, un taller y una escuela pequeña y modesta pero con componentes vigorosos que sostienen el sueño de las 12 mujeres que todos los jueves acuden a capacitarse por voluntad propia, para cambiar su realidad más cercana y la de sus niños, para darles un mejor futuro.

Pero las virtudes que allí se desarrollan no se agotan sólo en la confección de telas sino que además los lunes, miércoles y viernes las mujeres sirven la mediatarde a más de 50 chicos de la zona que acuden puntualmente a tomar su leche con lo que puedan acompañarla.

La ropa de sus hijos

Carina Valot es la presidenta de la Asociación, el motor del cambio para las mujeres de El Pastal. Su iniciativa para comenzar con las clases de costura en la asociación llegó gracias a una donación del Banco Nación de dos máquinas de coser profesionales.

El problema fue que para utilizarlas necesitaban capacitarse, y los talleres brindados por la entidad que donó la maquinaria eran en la ciudad, a 23 kilómetros de sus casas. En su contexto, la distancia era enorme. Y además debían trasladar, cada vez, los aparatos que pesan varios kilos.

Por lo tanto, las máquinas de coser estuvieron dos años guardadas, sin utilizarse, y corrían serio riesgo de que quedaran definitivamente abandonadas. Pero la suerte, el destino o el Dios de la religión que profese el lector estuvieron de parte de las mujeres de El Pastal.

Es que Carina, que trabajaba en el Centro Deportivo Recreativo y Social (Cedrys) de El Borbollón -que cerró por no tener fondos para su funcionamiento- se encontró casualmente con unas voluntarias que son profesoras del Instituto Manuel Belgrano, quienes a su vez la contactaron con alumnas de la carrera de Diseño de Indumentaria, quienes decidieron hacer sus prácticas profesionales en la Asociación "Niños del Futuro" enseñándoles a las mujeres a trabajar con las máquinas.

“Ahora lo que hemos logrado es mucho. Todas las madres hacen la ropa para sus hijos, reciclando, con retazos de telas o adaptando ropa de adultos para los chicos”, comentó Carina, quien además contó que les donaron una tercera máquina más simple para que también sea usada en la asociación.

Generar sus recursos

“Somos 8 las mujeres que venimos todos los jueves y que les enseñamos a las 4 restantes que no pueden venir porque trabajan a la mañana”, explicó la presidenta, agregando que además de ella asisten a las clases de costura Yésica Lucero, Natalia, Florencia y Lorena Valot, Analía Pascual, Dominga Lea, Stella Gómez, Gianina Quiroga, Silvina Casimiro, Leonela Maldonado y Aldana Aranguez.

Esta última es la actual soberana vendimial de su distrito y contó que hace dos semanas comenzó a capacitarse. “Es muy lindo poder hacerles regalos a los niños de ropa que hemos hecho. Es muy bueno diseñar ropa a tu gusto y que en el futuro podamos vender la ropa para tener un ingreso más”, aseguró la joven de 18 años, que tiene cuatro hermanos y que estaba estudiando profesorado de educación especial en Lavalle pero tuvo que abandonar por problemas personales.

Yésica Lucero, de 26 años, dijo que ha aprendido a hacer gorros, pulóveres y un pantalón para sus hijos de 8, 6 y 4 años. "Ahorro muchísimo en ropa y de paso aprendo a hacer algo por mi cuenta. En el futuro me veo con un microemprendimiento", relató la mujer, cuyo esposo trabaja en la chacra y en la poda de la vid.

Carina, retomando la palabra, aseguró que la importancia de haber incorporado esta actividad para las mujeres de la zona les ha permitido producir algo y ayudarlas a que no se queden en sus casas sin hacer nada -en el sentido de generar ingresos- mientras sus maridos están en la chacra o haciendo tareas de construcción.

“El día de mañana podrán tener su propio negocio, van a poder tener sus propios recursos. Esto permite que los padres que viven acá puedan tener más ingresos y puedan darle las mismas posibilidades que los chicos del centro a sus hijos. A veces se piensa que los chicos del campo no necesitan las mismas cosas que los demás, y no es así”, finalizó la mujer.

Merendero para 50 chicos

Los lunes, miércoles y viernes funciona el merendero que organiza Carina para darles una mediatarde a unos 50 chicos de la zona que en su mayoría asisten a la escuela Javier Martínez de Rosas. Ocupa el mismo lugar que el taller de costura y la leche que se sirve proviene de una institución, Codinme, que se las ofrece desinteresadamente.

“Cada vez vienen más chicos. Acá tenemos muchas necesidades. Para empezar, tienen que terminar el barrio que estaba haciendo el gobierno anterior y que cuando cambió nunca terminaron. No tenemos agua ni electricidad. Y además, algunas familias que tenían sus casas sin terminar igual tuvieron que mudarse porque corrían el riesgo de que alguien se las ocupara o que les robaran las ventanas y las puertas, algo que ya estaba empezando a pasar”, comentó Carina.

La situación es bastante compleja, ya que de las 29 familias que debían acceder a las viviendas, solo 15 han podido hacerlo y de esas, 7 viven en condiciones muy precarias. Las restantes aun residen en casas que se están viniendo abajo. Basta con acercarse al lugar para comprobarlo.

¿Qué pasa con las casas?

Como se mencionó, hay viviendas que están a medio terminar y que son para las familias que viven -muchas de ellas- precariamente en El Pastal. Son parte de un plan iniciado por el IPV junto a la organización Tupac Amaru, iniciado en 2014 cuando se licitó la obra por 29 viviendas y que comenzaron a construirse en 2015.

Sin embargo, hasta agosto del año pasado sólo alcanzaron a terminarse 5 y otras 3 quedaron a medio realizar. De las 21 restantes no hubo más noticias. Gabriel Aleva, director del Instituto Municipal de Vivienda de Las Heras, informó que se están haciendo gestiones para resolver este problema, ya que el programa de construcción de estas viviendas se encuentra en auditoría.

“Debería firmarse una adenda con la empresa que construye para que puedan bajarse a 17 las casas a construir, porque los 500 mil pesos que necesitan para pagar el avance de obra no los tienen para cancelar la deuda, pero sí están en condiciones de abonar un porcentaje más chico”, explicó el funcionario municipal.

Por otra parte, respecto a los servicios de luz y agua, aseguró que ya se ha adjudicado la obra para el tendido eléctrico y que prontamente se harán las obras para el agua. “Desde el municipio lo que hemos hecho es colocar un destacamento policial en la escuela y llevar luminarias a la calle de ingreso a El Pastal”, describió Aleva.

Tenemos algo para ofrecerte

Con tu suscripción navegás sin límites, accedés a contenidos exclusivos y mucho más. ¡También podés sumar Los Andes Pass para ahorrar en cientos de comercios!

VER PROMOS DE SUSCRIPCIÓN

COMPARTIR NOTA