La tarde llega a su fin en la "Triple Frontera", la actual zona más "caliente" y tristemente célebre de Mendoza. Las calles de esos barrios están desiertas. Sólo un cuantioso grupo de policías se pasea patrullando. Van en motos, en patrulleros, a pie. Realizan un mega-operativo que involucra a efectivos de los tres departamentos que confluyen en esa área: Godoy Cruz, Maipú y Luján de Cuyo.
Cuando la noche comienza a asomar sólo las luces de las balizas policiales se multiplican y los destellos iluminan las construcciones bajas, en su mayoría de material. “La idea es ocupar la zona y que las personas de malvivir se guarden, que sientan nuestra presencia, que se sepan perseguidos y que los vecinos puedan tener tranquilidad”, explica uno de los comisarios a cargo del operativo realizado el último viernes.
Los jefes policiales no dudan en adjetivar al área como la más conflictiva de Mendoza por estos días. "La mayoría de los problemas en esta zona está dada por el narcotráfico. Hay un grupo de personas que se dedica a la venta de drogas y se disputan el territorio. Por eso se producen enfrentamientos armados y muchas veces las víctimas son las personas honradas que viven en la Triple Frontera", explica a Los Andes un sabueso de Investigaciones.
La gran cantidad de armas de fuego en manos de delincuentes también castiga a los vecinos de la “Triple Frontera” y de otras zonas del Gran Mendoza. Ante los controles y secuestros que se producen, los bandidos apelan a fabricar sus propias armas. De hecho, el uso de “tumberas” es cada vez más frecuente. Así, la violencia no cesa, a pesar de los esfuerzos por controlarla.
La "Triple Frontera" concentra barrios como La Gloria, Los Alerces, Luz y Fuerza y Néstor Kirchner. Para quienes venden droga la sola presencia de los uniformados es motivo de tensión. Por eso muchas veces atacan a los agentes ni bien aparecen por la zona. Quienes tienen deudas con la Justicia actúan de igual manera.
Ya entrada la noche se empieza a observar más movimiento. En algunas esquinas yacen zapatillas colgadas de los cables de la luz. Son una vieja señal que indica que en la zona se venden drogas, aunque sea de público conocimiento y, mejor que nadie, lo sepan los policías.
Los datos obtenidos de investigaciones en curso les permiten a los sabuesos conocer los puntos estratégicos donde deben ubicarse. Con cada aprehensión vecinos curiosos se asoman por las ventanas o ganan las veredas. No faltan los insultos o las quejas hacia los uniformados.
Las manos contra el patrullero
En la esquina de Malvinas Argentinas y Stella Massera un motociclista pretende seguir circulando entre medio de los móviles apostados. Incluso desobedece la orden de un comisario inspector y trata de burlar el control.
Pero el intento resulta infructuoso en cuestión de segundos. El jefe le obstaculiza el camino y hace detener la marcha del joven motociclista, que viaja acompañado por otro sujeto. En su intento de fuga, casi embiste al uniformado, pero sólo logra rozarlo.
“Estoy yendo a ver a mi mamá que está enferma”, se excusa. “No tengo frenos en la moto, por eso no paré”, agrega. Pero las justificaciones no convencen a los policías.
El sospechoso y su acompañante posan las manos sobre el capot de una camioneta policial mientras tres efectivos los requisan. Sus compañeros miran atentos hacia todos lados y forman un cordón perimetral de seguridad. Luego ambos sospechosos son trasladados a una comisaría en averiguación de sus antecedentes, mientras la moto es secuestrada y trasladada en la caja de una patrulla.
En la misma esquina son identificados dos jóvenes que dijeron vivir a una cuadra. “Vivo acá nomás, si quiere vamos y hablamos con mi mamá”, suplica uno de los atemorizados demorados.
Alertada, la madre llega apresurada a pedir respuestas. “Quédese tranquila señora. No los rete, que los chicos no han hecho nada. Simplemente los estamos identificando”, le explica un comisario y la mujer respira aliviada. Aunque la cantidad de patrulleros, de policías y de armas no le permitan tranquilizarse del todo.
Similares escenas se repiten en distintos puestos fijos ubicados en diferentes calles de la zona. Allí también se realizan controles viales y de pasajeros de colectivos.
A cada minuto, la frecuencia policial irradia cada una de las instancias: hay un nuevo detenido, dos sujetos sospechosos han sido observados en una esquina y solicitan que los identifiquen, algunos uniformados han sido atacados con piedras en otra área.
En números
Unos 120 policías realizaron el megaoperativo que requirió de la coordinación de tres jefaturas departamentales: la de Godoy Cruz, la de Maipú y la de Luján. Planearlo y montarlo requiere de una minuciosa logística, que debe contemplar los recursos disponibles.
Al menos 60 efectivos de Maipú y Luján participaron de las maniobras. A ellos se sumaron 30 policías de Godoy Cruz, 10 miembros de la Dirección de Investigaciones y 20 agentes de la Policía Federal.
Luego de cuatro horas de procedimiento, los distintos jefes dan la orden por la frecuencia: el operativo ha concluido y cada efectivo debe reportarse en la dependencia asignada. El balance permitirá saber luego que 62 personas fueron aprehendidas -tres de ellas con pedido de captura-, 6 motos y dos autos fueron retenidos por infracciones, un vehículo fue secuestrado en averiguación de un delito y se labraron 8 actas viales. Una pistola Bersa calibre 22 que estaba en poder de un joven fue secuestrada y el pistolero, detenido.
Para quienes tienen la tarea de dirigir a los uniformados de los tres departamentos, el efecto psicológico en los delincuentes de la zona se suma al balance del operativo.