La producción documental cinematográfica mendocina está brindando muy buenos productos desde hace tiempo pese a que en algunos casos prevalece una confección artesanal y la disponibilidad de presupuestos extra flacos es casi una constante.
Recientemente, el público mendocino pudo ver por primera vez el documental “Arreo”, del director sanrafaelino Néstor “Tato” Moreno, en el Cine Universidad, que tuvo varias características: una fue apreciar la sala llena con aplausos en diversos pasajes de la proyección, platea que al finalizar la exhibición ofreció un prolongado batir de palmas al equipo de realización y los protagonistas, la familia de puesteros formada por Eliseo Parada, su esposa Juana Moyano y sus dos hijos, presentes en el cine.
El largometraje describe con bellísimas imágenes y diálogos espontáneos, naturales, las escenas de una de las tareas básicas de la vida rural de zonas del sur provincial: ganaderos en el traslado de sus animales (cabras y ovejas) a zonas cordilleranas altas, en busca de las pasturas para engorde, la veranada, como también se denomina a esa labor. “Las personas se admiran al ver esta realidad del campo. Uno encuentra a gente muy feliz en estos territorios alejados, con muy pocos recursos pero con gratitud de hacer lo que aman”, ha declarado el director.
Los asistentes a las diferentes proyecciones de “Arreo” coinciden en la necesidad de que se sigan realizando estos esfuerzos cinematográficos que relatan, como en este caso, vivencias de la idiosincrasia rural o, en otras entregas, la crisis del recurso hídrico, la defensa de los derechos humanos o las formas de trabajo con explotación, como la que sufren quienes se ocupan en la fabricación de ladrillos o en algunas labores rurales.
Afortunadamente, hay muchos y muy buenos documentalistas en Mendoza, aunque no un movimiento documentalista como grupo que avance en acciones conjuntas. Sería interesante generarlo, en función de la cantidad y calidad de las obras que se están gestando. Ésta, la de la integración, podría ser una misión de directores y productores, con la colaboración de la Secretaría de Cultura, organismo que estuvo muy activo para materializar el acercamiento del staff directivo y los actores con los espectadores.
Además, el disponer de un ente u organización que coordine a estos creadores serviría de estímulo a jóvenes que están intentando por sus medios empezar a contar historias de nuestra tierra u otras realidades.
Asimismo hay que valorizar que “Arreo” fue absolutamente autofinanciado. Los mecanismos del Incaa de generación de subsidios han permitido que varios documentales mendocinos fueran subvencionados a través de esas vías, pero no fue el caso de “Arreo” que, por otra parte, ya ha cosechado varios premios, como Mejor Documental Internacional, en el Festival de Cine de Mérida y Yucatán (México) o un galardón especial en el Film Festival della Lessinia (Italia).
Sostenemos, entonces, que los subsidios y apoyos deben estar atados a un compromiso del autor con la distribución. Es decir, el documentalista debería seguir a su película después de estrenada y luchar por formas de exhibición que alcancen más audiencia. Si se recibe dinero del Estado, debe establecerse un compromiso más allá del estreno. En el caso que se está describiendo, sus responsables lo han hecho, y parte del éxito de las presentaciones se debe a ese empeño constante de búsqueda de diferentes formas de exhibición.