Aportes juveniles y esperanza

Estudiantes construyen aparatos que permiten a hipoacúsicos escuchar mejor y, en otro caso, alumnos crean una fuente de calefacción a partir de residuos orgánicos. En muchas escuelas mendocinas se adaptan los saberes al servicio de la comunidad.

Aportes juveniles y esperanza

Los Andes rescató en sus ediciones del domingo 3 y martes 5 del corriente (sección Vecinos), los desempeños de jóvenes estudiantes en sus aulas y laboratorios de diferentes establecimientos, creando opciones prácticas para contribuir al bienestar de otros comprovincianos.
En un caso se trató de alumnos de la escuela técnica 4-123 Integración, de La Consulta (Valle de Uco), quienes lograron configurar un aparato que posibilitará mejorar la audición de personas hipoacúsicas.

El equipo programado será reproducido en varias unidades e instalado en aulas de la Universidad Nacional de Cuyo, instancia que posibilitará a cursantes con dificultades auditivas recibir las explicaciones de los profesores y cursar las materias con más ventajas que antes.

Ése es uno de los ejemplos que valorizamos en esta entrega editorial. El restante es el logro de alumnos de un Centro de Educación Básica de Jóvenes y Adultos (Cebja), de Fray Luis Beltrán, Maipú, quienes armaron un biodigestor para obtener gas de residuos orgánicos y, de esa forma, dotar de calefacción a un aula satélite que funciona en el barrio Virgen del Pilar. Si el experimento logra los resultados que la teoría está indicando, será extendido a la comunidad para que vecinos de las inmediaciones del centro educativo aprovechen el experimento y lo conviertan en una fuente calórica.

Estas demostraciones de solidaridad se repiten en muchas instituciones de la provincia, especialmente en colegios técnicos, y muestran una faceta muy positiva y estimulante de nuestra juventud: aprovechar la trayectoria escolar para protagonizar acciones de compromiso cívico.

Podríamos decir que niños y jóvenes abandonan circunstancialmente el lugar de “destinatarios” para convertirse en protagonistas, y dejan de ser mirados como “la esperanza del mañana” para ser reconocidos como activos y creativos e involucrados con el presente.

Para la escuela Integración, de San Carlos, el poner los saberes al servicio de la comunidad no es algo nuevo. Otras promociones de alumnos trabajaron en puertas adaptadas para personas con discapacidad motriz, también repararon sillas de ruedas junto al Rotary Club y arreglaron electrocardiógrafos de centros de salud de la zona, entre otras tareas de servicio al prójimo.

Algo parecido ocurre, aunque en menor dimensión, con el centro localizado en zona semirrural de Maipú. En un diagnóstico inicial de esta sede educativa, se había observado escasa participación de los estudiantes en los problemas sociales comunitarios del distrito de Fray Luis Beltrán. Ahora, con la experiencia lograda, se abre una instancia superadora en el aprendizaje: aprender también es hacer y ayudar a transformar la realidad, como lo lograron estos chicos quinceañeros con la recreación de un biodigestor para calefacción.

Es pequeña la escala alcanzada, pero genera una tendencia a participar y ser protagonistas de un moderado cambio en las zonas de residencia, involucrándose en los temas comunitarios. De allí hay un paso a sumarse en tareas logísticas, denunciar, defender y reivindicar acciones vecinales, compartir conocimientos y ayudar a personas vulnerables. Es decir, no transitar con indiferencia y abulia la complicada etapa de la vida que están transitado.

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