En 1964, el italiano Umberto Eco en “Apocalípticos e integrados” dividió a las personas entre los que simpatizaban con la cultura de masas y quienes la deploraban. Los que creían que hacía retroceder la democracia eran los “apocalípticos”. Los que suponían que sumaba nuevos aportes para mejorar la democracia eran los “integrados”. Hoy la pandemia hace renacer la división.
Comencemos con un anticipado: el filósofo francés Jean Braudillard que en los años 90 del siglo XX predijo que con la caída del comunismo venía un mundo apocalíptico pleno de virus y contagios regresivos.
Afirma que “es como si todo el mundo se hubiera puesto a deshacer la historia del siglo XX con el mismo entusiasmo que había puesto a la hora de hacerla. Restauración, regresión... resurgimiento de las viejas fronteras, de las viejas diferencias, de las singularidades, de las religiones... incluso respecto a las costumbres -parece que todos los signos de liberación adquiridos desde hace un siglo se van atenuando y quizá acaben por extinguirse uno tras otro: estamos metidos en un gigantesco proceso de revisionismo, no ideológico, sino un revisionismo de la propia historia...No se trata de una construcción sino de una deconstrucción masiva de la historia... que adquiere forma viral y epidémica... en el sentido de una reescritura al revés de todo el siglo XX… Al ritmo que llevamos pronto habremos llegado al Sacro Imperio Romano Germánico”.
Braudillard, pese a haber fallecido en 2007, parece que estuviera escribiendo ahora al decir que “cuando un sistema alcanza lo universal (los media, las redes, los mercados financieros, los derechos del hombre)... segrega virulencias de todo tipo: cracs, sida, virus informáticos, desregulación, desinformación.... Esta época se caracteriza, además, por la resurrección de todos los demonios de la escena primitiva, que ningún progreso, ni revolución histórica ha desarmado, de la misma manera que los gérmenes y los virus que se suponían desaparecidos, resucitan unos tras otros”. Para finalizar con otro análisis aún más actual: “Siempre hay una imagen oculta en algún sitio. Pueden filmarte sin que lo sepas... Antes lo habríamos vivido como control policial. Hoy se vive como promoción publicitaria”.
Braudillard postuló que el dominio de la tecnología que efectúa el poder sobre las personas, no lo vivimos como algo autoritario sino como una publicidad sobre nosotros mismos que nos encanta y que además se hace viral, contagiosa. Es lo mismo que hoy sostiene el coreano Byung-Chul Han cuando pronostica que China podrá ahora vender a Occidente su Estado policial digital como un modelo de éxito contra la pandemia, para que se continúe luego de ésta.
Aún más apocalíptico en el italiano Giorgio_Agamben que cree que esa profecía ya se ha concretado con el manejo que los poderes políticos están haciendo del virus. Piensa que la “cultura de la plaga” ya estaba desde antes de la plaga, que las sociedades estaban esperando que alguien les ofreciera seguridad a cambio de sacrificar su libertad, que la ciencia se ha convertido en una religión a la cual se le acepta todo, para terminar clamando con lógica de izquierda aristocrática: “¿Qué es una sociedad que no tiene otro valor que la supervivencia?”.
No tan extremo pero aún así del lado apocalíptico está el francés Alain Badiou, un hombre que desea hacer renacer el comunismo pero al modo -dice- de San Francisco de Asís. Piensa que la pandemia nos retrotrae culturalmente a la Edad Media:_“Parece que la prueba epidémica disuelve en todas partes la actividad intrínseca de la Razón, y que obliga a los sujetos a regresar a los tristes efectos (misticismo, fabulaciones, rezos, profecías y maldiciones) que en la Edad Media eran habituales cuando la peste barría los territorios”. Badiou asegura, además, que las redes sociales son portadoras de oscurantismo fascista.
El intelectual esloveno, Slavoj Žižek, que pese a su edad se vende (y vende sus libros) tras la fachada de un enfant terrible que busca épater le bourgeois, también propone hacer renacer el comunismo aunque no al modo de Stalin sino de Julian Assange. Pero_a diferencia de Badiou, Žižek se anota en el bando de los integrados al creer que la pandemia hará que el Estado reemplace al mercado por lo cual estaremos ante una oportunidad de ir cambiando el capitalismo mundial por un mundo más solidario. Por eso se pelea con Byung-Chul Han que cree que el virus fortalecerá aún más el capitalismo, que tendremos más Estado, pero no más solidario sino más policial.
Hagamos un breve repaso por algunos otros eminentes “integrados” que creen estar frente a una oportunidad histórica de mejorar el mundo.
El joven alemán Gabriel Markus dice que de esto se sale creando una nueva Ilustración como la del siglo XVIII o sino nos espera la barbarie.
El prestigioso canadiense John Ralston Saul piensa que la globalización actual decaerá y será reemplazada por conflictos regionales entre viejos imperios reconstituidos. Y_propone una receta para superar los efectos económicos de la pandemia: la de una acuerdo internacional por la cual la deuda externa acumulada de todo el mundo, desaparezca (Alberto Fernández debería ya mismo contactarse con tan inesperado aliado intelectual).
El estadounidense Jeremy Rifkin cree que hay que cambiar la globalización por la glocalización, vale decir, pensar globalmente pero actuar localmente. Sostiene que hay tres internet: el internet del conocimiento, el internet de la energía y el internet de la movilidad, quienes están creando la infraestructura de la Tercera Revolución industrial.
También está entre los integrados el más optimista de los pensadores actuales, el canadiense Steven Pinker quien cree que todas las grandes crisis, luego del sufrimiento inicial dejan abiertas las puertas de un mundo nuevo y mejor. Y pone como ejemplos a la Peste Negra que aceleró la desintegración del feudalismo inglés. A la primera guerra mundial que aceleró el ascenso de las mujeres obreras. Y a la epidemia de 1918 que aceleró la llegada de la atención sanitaria pública. Habrá que ver que buenas nuevas nos esperan a nosotros, los del coronavirus, si los pinkeristas tienen razón.
En fin, amigo lector de Los Andes, podríamos proseguir, pero para los fines de este artículo es suficiente. Sólo esperamos que usted elija en libertad si prefiere estar del lado de los apocalípticos o de los integrados. O en el justo medio.