Diego Sebastián Russo (36) nació en San Rafael y ha escrito varios libros de cuentos, especialmente dedicados a chicos con problemas de aprendizaje y "para todos", dice.
Tiene dos hijos a los que prácticamente le ha dedicado todo lo editado. Maitena tiene 8 y Anuar 5 y asegura que son su motor en su especialidad que es la psicopedagogía y la creatividad educativa.
"A partir de ellos aprendí mucho sobre lo que es la infancia. Una cosa es estudiarlo desde lo técnico y otra es cuando hay que armarse como papá y ser parte de ese proceso, hablar con ellos y acompañarlos en la construcción del conocimiento que es fabuloso porque son los cuentos, la fantasía, la realidad y donde se entra como padre solapadamente en su inteligencia en forma constante. Diego es hijo de Hugo Russo y María del Carmen Sosa.
Tiene dos hermanas, María Belén y María Verónica y 7 sobrinos y ahora "tengo un sobrino varón, afirma con entusiasmo. También es músico y toca la guitarra y batería. Cuenta que cuando tenía cuatro años sus padres se trasladaron a vivir a Corrientes donde cursó jardín, primaria, secundaria y universidad donde obtuvo el título de licenciado psicopedagogía. Vivió 20 años en esa provincia litoraleña y regresó hace 16 a San Rafael.
Relata que usó toda su carrera en creatividad educativa tema sobre el cual obtuvo otra otra licenciatura. Desde hace 9 años ejerce la docencia en la universidad Católica de San Juan que funciona en el Colegio del Carmen de San Rafael donde es profesor de la cátedra de técnicas de diagnósticos psicopedagógicos.
También trabaja en los gabinetes de orientación de psicopedagogía comunitaria donde "atendemos más de 140 escuelas estatales, jardines de 4 y 5 años sobre todo a chicos que no tienen obra social. Hace 16 años que colaboro en el ministerio de Salud y de la Dirección General de Escuelas de Mendoza".
Explica que al cursar sus carreras y ejercer la docencia aprendió "lo que es la fluidez, la creatividad, la imaginación y la fantasía y es eso lo que me dio la audacia para escribir. Es lo que quería hacer desde hace mucho tiempo", asegura. "Hasta entonces -recuerda entre muchas anécdotas y definiciones científicas de su profesión- bosquejaba libros, producía, escribía en revistas como Ayudando a Educar (se editaba en San Rafael), boletines, en diarios y en todo aquello que se relacionaba con mi especialidad".
Es en esta época cuando Diego comprende la necesidad de no atarse a editoriales y junto a algunos amigos y asesorado por profesionales funda su propia editora a la que denominó "Cabeza de televisor". Es a través de ella que ya ha editado varios títulos que son comercializados a través de la Internet, facebook concretamente.
"Es un espacio interactivo donde también ofrezco los libros", dice. Es aquí donde cita a sus colaboradores y algunos amigos y compañeros de trabajo que lo acompañan como María Rosa Sesma (profesora de Literatura), el grupo llamado "Chicos puzzle" y los integrantes del Departamento de Orientación, Atención Interdisciplinaria en Trayectoria Escolar (Doaite).
Entre los títulos editados por Diego figuran Socorro en la plaza, Calidoscopio, Calidoscopio vol. 2, Cabeza de televisor, Cuentos imperceptibles, Rana, Panza, Pie Grande, Nancy Awi, Planeta, Viejo de la bolsa, Escarabajo, Coco, Oso gomoso, Zapatilla satelital y por último Roberto Party. Son obras que apuntan a trabajar problemas de aprendizaje y atención, el desarrollo de la comprensión lectora y la intuición empática. El autor reitera que "Son libros para todos. Todos pueden leerlos. Niños, padres, docentes, profesionales de la educación, docentes...
"Mi idea es poder generar una potencialidad desde la inteligencia a través de los cuentos, de la atención a través de las actividades de diferentes tipos de habilidades para poder ir trabajando en temas como desplazamiento psicomotriz, percepción, memoria, atención, etc".
Verborrágico y con un entusiasmo evidente se remite a sus orígenes como escritor y recuerda haber visitado muchas bibliotecas de escuelas donde encontró material referido a metodologías, por ejemplo, que se dejaron de editar allá por los 70.
"En algún momento hubo un quiebre de esa bibliografía y se cortó y empezaron a aparecer libros de contenido nada más (matemáticas, lengua, etc) libros de trabajo áulico rutinario" cuenta. Es un convencido de la necesidad de rescatar eso y traerlo a nuestra época con el apoyo de todos los avances que se sucedieron en todos los ámbitos. Es partidario de una educación con más contenidos lúdicos para los chicos en las aulas.
"Es todo muy piramidal", dice. "¿A quién tiene miedo el maestro? al director -se responde- y el director a su supervisor y eso se transfiere en las aulas, asegura. Debemos poder oxigenar un poco la actividad que le corresponde al docente dentro del aula. Eliminaría una gran cantidad de contenidos (matemáticas profundas, carga horaria para docentes y alumnos) que son totalmente innecesarios y establecería más espacios lúdicos”.
Diego continúa: “se eliminó desde hace tiempo el aprestamiento que era poder trabajar con el chico la motricidad, organización espacial, direccionalidad, todo lo que tenía que ver con la psicomotricidad. Está bien porque los chicos empiezan a aprender las letras, a leer, que hoy es necesario, pero habría que revalorizar los espacios de juegos, las multiactividades que se pueden hacer dentro de un jardín y no favorecer solamente el contenido memorístico. Debería pasarse a utilizarse una forma más práctica, más empírica, más concreta”.