“Apache”, la serie sobre Carlos Tévez, no es buena en su concepto aunque tenga sólida factura técnica. Es una maqueta sobre la marginalidad, un lugar común con amarillismo exacerbado, un contexto en el que poner al ídolo impoluto como sobreviviente, pero sin mancharse.
Hasta la mitad de los capítulos, el relato sobre la infancia de Carlitos, antes de convertirse en crack, y su vida en el barrio Fuerte Apache más o menos funciona; convengamos en que si alguien sabe narrar sobre los excluidos porteños ése es Adrián Caetano, el que inventó junto a Bruno Stagnaro cómo hacerlo en “Pizza, birra, faso” (1998).
Pero hay problemas de guión. O, mejor dicho: no hay historia; lo que viene a probar que este exceso de biopics sobre cuanta persona más o menos notable en el interés popular es un desatino, pura sobreinformación (sobreproducción) irrelevante.
El Tévez que nos narra esta serie es un pibe que vive en un contexto exaltado -demasiado irreal- de violencia. Las historias paralelas que “nutren” a la trama principal - la “vida real” de Tévez- son tan escabrosas y desmesuradas que se vuelven caricatura.
Y esa condición de contexto trabaja como gesto para resaltar las virtudes del pequeño ídolo: no toma, no se droga, juega al fútbol, está contenido por el afecto de fierro de sus padres adoptivos. Las escenas sobre la tía-madre desesperada sobreprotectora y llena de amor a su hijo-sobrino son empalagosas.
Así, Tévez es la pureza en el medio del infierno; y esta es la idea central del concepto de la trama. Pero, ¿cómo creer esa consiga cuando sabemos que no hay humano perfecto?
Sí es preciso resaltar las actuaciones principales de Balthasar Murillo, Alberto Ajaka, Osqui Guzmán, Patricio Contreras y Sofía Gala Castiglione. Son valiosas aún en este culebrón (porque eso es): un culebrón elemental y soso, en lo que a construcción narrativa refiere.
Ahora se viene la biopic de Pepe Mujica… Y así, y así. Aflojen, muchachos. Las crónicas son interesantes, pero cuando están pensadas como lo que son y no como productos comerciales con los que llenar los catálogos.