Se nos está yendo 2017 y ahí está 2018, preparando sus petates para instalarse por un año de inquilino en la Tierra. Sin embargo no todos festejan el año nuevo el 1 de enero.
Tradicionalmente el calendario romano comenzaba el primer día de marzo. Era en enero cuando los cónsules de la Antigua Roma asumían el gobierno. Fue por eso que Julio César en el año 47 antes de Cristo, no queda claro a qué hora, modificó el sistema creando el calendario juliano.
El posterior calendario gregoriano, el que nos rige, fue creado por el Papa Gregorio XIII allá por 1582, la hora tampoco la sabemos. Dejó el 1 de enero como fecha de iniciación y después que siguiera solo, qué embromar.
Con la expansión de la cultura occidental, el 1 de enero se convirtió en una fecha de carácter universal. Sin embargo hay distintos calendarios en el mundo de culturas diferentes y por lo tanto distintas celebraciones.
El Año Nuevo Chino no es fijo. Como es un calendario lunar bien puede caer entre el 21 de enero y el 21 de febrero. Pero hay otros: algunos miembros de la Iglesia ortodoxa celebran el inicio el 14 de enero porque mantienen el antiguo calendario de los romanos.
El Tet, como seno pero sin la a, es la celebración del año nuevo vietnamita que coincide con el chino. El año nuevo islámico se celebra el 1 de Muharram, aproximadamente fines de enero e inicio de febrero. El We tripantu, celebración del año nuevo mapuche, ocurre el 24 de junio.
Inti Raymi (en quechua ‘fiesta del sol’), antiguamente llamada Wawa Inti Raymi (fiesta del niño sol), es una ceremonia incaica y andina celebrada en honor de Inti (el dios sol), que se realiza cada solsticio de invierno (24 de junio, en el hemisferio sur).
Los judíos, como sabemos, celebran el Rosh Hashanah, no sé si lo pronuncié bien, en días de setiembre. Los celtas celebraban el Año Nuevo el 1 de noviembre y el año nuevo hindú es celebrado dos días antes del festival de Diwali, a mediados de noviembre.
O sea que no nos creamos que la visión del mundo es únicamente la nuestra, la occidental. Hay otras y tienen sus fundamentos, a veces históricos, a veces religiosos o a veces ligados con la simple observación del movimiento de los astros y los períodos de fertilidad de la Tierra.
Para nosotros habrá de ocurrir el 1 de enero y entonces la esperanza se renovará y vendrá el consabido refrán: “Año nuevo, vida nueva”, aunque el sueldo, las deudas, la suegra, los nervios y el gobierno sean los mismos del año que se va.
Se viene 2018 y se viene con la forma de una pelota de fútbol. Allá cuando el año ya esté bien crecidito y ande por su cuenta, como dijimos antes, a pesar del malestar que pueda suceder en los Estados Unidos de la USA que nos usa, los ojos del mundo se posarán en Rusia y crecerá nuestra fe de que La Pulga puede hacer milagros. Ojalá que así ocurra y que 2018 pueda sumarse a 1978 y 1986 y entonces, en su testa, el escudito de la AFA pueda lucir tres estrellas.
Puede que ocurra. Mientras tanto, tratemos de que Sampaoli no ofenda a ningún agente de tránsito.