30 años de la democracia que supimos conseguir

Hace exactamente 30 años se recuperó el voto popular, por lo que hoy la democracia argentina cumple 3 décadas de vida ininterrumpida. Un gran logro de toda la sociedad, luego de las intermitencias institucionales que caracterizaron a prácticamente todo el

30 años de la democracia que supimos conseguir

Hoy se recuerda el día de la reaparición de las urnas, luego de siete años de dictadura militar y de un corto periodo democrático previo que se caracterizó por la violencia política y que al no poder consolidar el sistema institucional, le fue imposible evitar la llegada del último gobierno de facto.

En estos treinta años nuestro país supo enfrentar tentaciones desestabilizadoras que en otras circunstancias hubiesen tenido éxito. Los movimientos militares "carapintada" que debieron soportar los gobiernos de Raúl Alfonsín y Carlos Menem y la gravísima crisis que derivó en la renuncia del presidente Fernando de la Rúa y dio lugar a una inusual acefalía institucional, dejaron gruesas heridas, pero se superaron con respeto al imperio de la ley.

Estos detalles no son menores y hablan muy bien de la ciudadanía argentina en general. Hoy debemos festejar que en el país tenemos democracia a pesar de aquellos políticos que hicieron mucho por deteriorarla. La corrupción, la inoperancia, la ineptitud, el clientelismo, entre otras indeseables costumbres, han copado una buena parte de la estructura institucional, erosionando la credibilidad y evitando que muchos recursos lleguen eficientemente al pueblo.

Pero a pesar de esos políticos, la democracia sigue creciendo gracias a la ciudadanía en general, un gran mérito que no ha sido lo suficientemente reconocido por los dirigentes que cada vez se alejan más de los intereses y sentires de la mayoría. Y en esto lo sociedad viene sufriendo reiterados desencantos, ocasionados tanto por parte de los que ganan como de los que pierden en las sucesivas elecciones.

Por lo tanto, los argentinos debemos comprometernos a seguir fortaleciendo nuestra vida institucional y a exigir de los dirigentes calidad en tal sentido. Y no se trata de cualquier democracia la que debemos seguir construyendo, sino de una sola, la republicana.
 
Todas las demás, llámense populistas, neopopulistas, cesaristas, bonapartistas, bolivarianas o algo por el estilo, no expresan el espíritu constitucional ni la voluntad real del pueblo.

Convalidar con el voto a una determinada figura para conducir los destinos políticos de una comunidad no significa que a ésta se le otorgue el poder para que después de asumir deje de respetar la voluntad popular, sus disensos y sus necesidades y proponga un modelo de sociedad distinta a aquella para cuya defensa ha sido votada. Algo que suele reiterarse en aquellos políticos que sueñan con reelecciones indefinidas, nada más contradictorio con el espíritu esencial de nuestra Carta Magna.

La democracia argentina, que todos queremos que siga perdurando en el tiempo, requiere la búsqueda, o al menos la tendencia hacia la mayor perfección posible, y para ello el modelo a seguir es el de aquellos países que hacen gala de una permanente convivencia entre los diversos sectores sociales, que tiene como resultado una sana alternancia en el ejercicio de la función pública, más allá de ideologías o metodologías.

Estos 30 años de ininterrumpida vida democrática nos encuentran, además, en tránsito hacia una nueva renovación presidencial, que debe formalizarse dentro de dos años. Gobierno y oposición tienen, por lo tanto, la oportunidad de mostrar madurez política en tales circunstancias.

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