El 24 de octubre se celebró el Día de la Astronomía argentina. Probablemente pocos sepan que se conmemora la inauguración del Observatorio Nacional Argentino, el Observatorio Astronómico de Córdoba (OAC), acontecimiento ocurrido en 1871. Han transcurrido 147 años.
La sede de este observatorio comenzó a construirse el 14 de octubre de 1870, por iniciativa del entonces presidente Domingo Faustino Sarmiento. La dirección de la institución se le encomendó al doctor Benjamín A. Gould (1824-1896), astrónomo estadounidense a quien Sarmiento había conocido cuando era embajador en los Estados Unidos. (N. de la R: una localidad situada en el departamento Unión, Córdoba, recuerda a este científico).
Según lo que el primer director comentaba, la construcción inicial era modesta, pero adecuada, para los instrumentos, las oficinas del director, los ayudantes y los calculistas.
Los trabajos que iniciaron fueron parte de una enorme aventura científica, que colocó a nuestro país a la vanguardia de la ciencia internacional.
Primeros trabajos
Gould y sus cuatro ayudantes se dedicaron a la determinación de la posición y brillo de todas las estrellas visibles a simple vista. Esta obra a la que se denominó Uranometría Argentina vio la luz en 1877. En 1872 había iniciado la determinación precisa de las posiciones estelares hasta la magnitud 10, realizándose más de un millón de observaciones que formaron los famosos catálogos de Zona y el Gran Catálogo Argentino.
En forma simultánea con el "Gran Ecuatorial", telescopio refractor de 28 cm de diámetro, se llevó a cabo el primer trabajo fotográfico sistemático y a gran escala de la historia de la astronomía, denominado Fotografías Cordobesas, publicado en 1896.
Cuando en 1885 Gould regresa a su patria, se designa a uno de sus asistentes, el doctor John Macon Thome (1843-1908), como segundo director.
Thome continúa la línea de trabajos iniciada, tanto en la determinación de posiciones estelares, como en fotografía astronómica. Las principales obras de esta etapa fueron el Córdoba Durchmusterung, famoso catálogo al que aún sigue en uso; la Carte du Ciel y el Catálogo astrográfico, proyecto internacional para el registro fotográfico de todo el cielo.
Primer director argentino
Thome encara la renovación del observatorio con la compra de un nuevo y más poderoso instrumental, pero muere en 1908. El ingeniero Eleodoro Sarmiento ocupó el cargo interino, convirtiéndose en el primer director argentino, hasta que el Gobierno Nacional designa en 1909 al doctor Charles Perrine (también norteamericano, 1867-1951). Se debe a este último la modernización de la institución orientando sus estudios a la astrofísica.
Durante la larga gestión de Perrine se terminan los importantes trabajos astrométricos iniciados por su antecesor y se inician los primeros catálogos fundamentales. Se realizan estudios sobre nebulosas australes, los primeros intentos para verificar la teoría de la relatividad y una extensa serie de observaciones del cometa Halley.
Se funda la Escuela de Óptica, se pone en funcionamiento un gran reflector de 76 cm de diámetro, se da comienzo a la construcción de un telescopio reflector de 1,5 metros de abertura, que pone a la institución a la vanguardia en instrumental astronómico.
Lamentablemente la Primera Guerra Mundial y los problemas económicos entre muchos otros, impidieron que este instrumento, montado en Bosque Alegre, fuera terminado antes de la jubilación de Perrine. En 1942, durante la dirección del doctor Ramón Enrique Gaviola (1900-1989), el primer astrofísico argentino (mendocino de nacimiento), se inaugura la Estación Astrofísica de Bosque Alegre, a 25 kilómetros de la localidad de Alta Gracia.
Tan importante fue este instrumento que la actividad del Observatorio se centró en él.
Un ejemplo de los grandes trabajos realizados allí, es el Atlas de Galaxias Australes, bajo la dirección del doctor José Luis Sersic (1933-1993).
Una historia más
Pero, como si esto fuera poco, deseamos compartir con el lector una historia más.
La comunidad astronómica actual acepta por unanimidad la división de la esfera celeste en 88 constelaciones, según lo establecido por la Unión Astronómica Internacional (UAI, por sus siglas en inglés), fundada en julio de 1919 y con sede en París. En la primera asamblea de la Unión que tuvo lugar en 1922, se definió la división del cielo en regiones.
El uso exclusivo de los nombres latinos para las constelaciones y sus abreviaturas fue resuelto con el sistema de tres letras vigente hoy (Orion es Ori, Centaurus es Cen). En la siguiente reunión, se examinó una cuestión pendiente: la revisión de los límites de las constelaciones.
Se le asignó la responsabilidad de la demarcación teórica completa al astrónomo belga Eugène J. Delporte (1882-1955). Para su tarea, Delporte utilizó en gran medida la metodología propuesta en la Uranometría Argentina. Los límites de las constelaciones actuales se definieron tomando como referencia la propuesta realizada en uno de los trabajos emblemáticos del Observatorio de Córdoba.
Esta elección fue consecuencia de la calidad del trabajo realizado en el Observatorio Nacional Argentino y el detallado estudio concretado por su director.
Mientras que el cuerpo de astrónomos del observatorio hizo las estimaciones y mediciones, efectuó las revisiones y los cálculos necesarios, Gould investigó en detalle las distribución de las estrellas en el cielo, para magnitudes superiores a 7 (es decir desde las más brillantes hasta las más débiles que pueden observarse sin telescopio) y en particular dedicó enormes esfuerzos para estandarizar las denominaciones estelares y los límites de las constelaciones, con la intención expresa de superar las ambigüedades existentes entonces.
Como homenaje, elegimos concluir esta contribución con una cita del mismo Gould: "Después de larga consideración y consulta con otros astrónomos ...el abandono total de la venerable constelación de Argo me ha entristecido mucho ", una frase memorable.
Esta constelación del cielo sur era demasiado extensa y hoy podemos reconocer en su lugar a Carina (la quilla), Puppis (la popa) y Vela, que nos siguen recordando que Argo, el navío de Jasón y sus compañeros, los argonautas, sigue allí, surcando el cielo en busca del vellocino de oro y poniendo en evidencia que la astronomía no solo es una ciencia, sino también un arte.