Un viaje lento, para conocer las pequeñas cosas y respeto por el ambiente

El turismo deberá pasar forzosamente por la sostenibilidad y la proximidad para recuperarse. La tendencia será destinos muy accesibles, a los que se pueda llegar en vehículo propio.

Un viaje lento, para conocer  las pequeñas cosas y respeto  por el ambiente
El turismo deberá pasar forzosamente por la sostenibilidad y la proximidad para recuperarse. La tendencia será destinos muy accesibles, a los que se pueda llegar en vehículo propio. Foto: Gustavo Rogé / Los Andes.

La crisis Covid-19 está moldeando un nuevo escenario económico, social y, hasta, emocional. Modifica la forma en cómo nos relacionamos, nos entretenemos, hacemos uso de los espacios públicos y los privados (que por la reclusión son cada vez más íntimos), en definitiva, de la convivencia en sociedad. Y, en este contexto, el sector más afectado (sino el que más) es el turismo. Para este ya nada será igual.

Viajar, de alguna manera, implica salir de la zona de confort en todos los niveles, ya sea en lo geográfico como en lo social y emocional, y la pandemia marca un antes y un después.

TURISMO RURAL. Será uno de los sectores beneficiados en la pospandemia.
TURISMO RURAL. Será uno de los sectores beneficiados en la pospandemia.

Si algo tenemos claro que va cambiar esta crisis y, sobre todo a raíz del periodo de confinamiento que se ha vivido en numerosos países, es que gran parte de la sociedad se replantea sus prioridades, rutinas y estilo de vida. Un cambio que también se ve reflejado en la forma de viajar y de cómo nos planteamos y planificamos los viajes a partir de ahora, desde la elección del destino y los servicios como en la vivencia del mismo.

Después de esta crisis, ofrecer experiencias únicas, servicios personalizados o tener precios competitivos, probablemente ya no va a ser suficiente. Porque a partir de ahora entran en juego nuevos factores que pasarán a formar parte del proceso de decisión.

Andrés Jaque, arquitecto y pensador, menciona que las ciudades antes del coronavirus ya se enfrentaban a serios problemas, “haciendo vulnerables a los humanos”, indica que el modelo a seguir es “el de las ciudades descarbonizadas, que incorporen un alto nivel de biodiversidad, con diversidad socio-económica y crecimiento limitado; que contribuyan a generar regiones de calidad medioambiental y social, que tengan modelos no contaminantes y que sean igualitarias en materia de impuestos, costes y recursos”.

El turismo tendrá que pasar forzosamente por la sostenibilidad y la proximidad para recuperarse. No sólo porque la crisis está forzando a ello, sino “porque las nuevas generaciones de viajeros ya son diferentes”, así el turismo rural será uno de los beneficiados. Destinos muy accesibles, próximos y a los que se puede llegar en vehículo propio y en los que “los huéspedes pueden continuar practicando el distanciamiento social”. Ciertas tendencias previas se consolidarán, como “por ejemplo, el ecoturismo seguirá creciendo. Spa, bienestar, yoga, meditación… serán una parte integral, o la única razón, de muchos viajes de placer. Los viajeros buscarán empresas que practiquen la sostenibilidad tanto en el medio ambiente como en la comunidad”.

Slow travel, La filosofía de un turismo vivo y profundo pos Covid

El slow travel (viaje lento) proviene del movimiento italiano de la slow food que surgió como una protesta silenciosa a las cadenas emergentes de comida rápida en toda Europa en los años 80. Desde el punto de vista de turismo, el slow travel intenta poner más enfoque en la gente y la cultura local, en lugar de la cantidad de lugares turísticos que se visita mientras se recorre un destino. Viajar lentamente da la oportunidad de explorarlo y experimentar la cultura local.

Aire puro y sensación de distancia con el mundo. Contacto con la naturaleza. Ciudades sin prisas. Lugares donde hacer la pausa del frenético ritmo de vida para entregarse a los placeres sencillos. Todos estos conceptos cobran ahora más sentido que nunca. El cambio en el panorama del turismo ocasionado por la crisis sanitaria del coronavirus se apoya en dos pilares fundamentales: la certidumbre en materia de salud y el regreso a las pequeñas cosas, a lo local, al disfrute lento y consciente. Porque entre las muchas cosas que hemos aprendido de la pandemia, una de ellas, fundamental, es la necesidad de pisar el freno.

El slow travel es la contraposición al turismo de masas, a los paquetes vacacionales, al transporte colectivo, a las escapadas exprés. Se trata de huir de la despersonalización de los viajes, de las grandes aglomeraciones sin alma. De optar por hoteles, casas rurales, albergues, eco-resort… gestionados por las gentes del lugar, que son los verdaderos conocedores del destino en cuestión y los que mejor saben guiar por itinerarios inusuales.

Bajo este concepto desde el año pasado, trabajan en forma conjunta el Ministerio de Cultura y Turismo; la Universidad del Aconcagua; el INTA, a través del Programa Cambio Rural; el Convivium Terraboca de slow food y las municipalidades de Luján de Cuyo, Maipú y Tunuyán promoviendo la conformación de un grupo asociativo de prestadores que generarán un nuevo producto turístico.

Del grupo forman parte diversos emprendedores entre los que se encuentran una ceramista que diseña ánforas para vinificar, restaurantes de cocina mendocina con vegetales recién cosechados de la huerta, posadas rurales, destilerías de grapa y gin, aceiteras, agencias de viaje, prestador de alquiler de bicicletas, pequeñas bodegas, artesanas de cosmética a base de aceite de oliva y vino, entre otras, lo que aseguran experiencias memorables y únicas inmersas en el paisaje rural de Mendoza.

El slow travel es todo esto. La filosofía de un turismo vivo y profundo, preocupado por la conservación del patrimonio histórico, por el respetuoso disfrute de la naturaleza, por la sencillez de las pequeñas cosas, por el reconocimiento de las personas hacedoras de la identidad del lugar. Aire puro, noches silenciosas y sabores tradicionales.

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