Bienvenida sea la última y esperada película del fantástico director de cine hongkonés Wong Kar-Wai. Luego de una ausencia de varios años se estrenó (en las infalibles páginas de cine de internet) la denominada “The grand master” (2012).
No debe extrañarnos que la imagen de la película tenga las sutilezas fotográficas y la perfección que lo caracteriza. Pero para sorprendernos si preparó una trama que nos recuerda más al auge del cine wuxia como “El tigre y el Dragón”, “La casa de las dagas voladoras”, entre otras; que a sus propios argumentos, de amor y ánimos y destinos.
No es que aquí no hable de amor, pero en la que se denomina su primera biopic cuenta la historia de Ip Man, un maestro de las artes marciales chinas -y más exactamente del estilo Wing Chun-, y puede que uno de los más célebres maestros de aquel mito que fue Bruce Lee.
Para quienes le tengan miedo (como yo) a las luchas interminables de hombres y mujeres de un mismo rostro, volando por allí; no, no lo hagan. Porque desde la primera escena, los planos y movimientos con que generalmente cuenta lo contrario (caricias, amor y susurros) conmueve. Se muestra la lucha como una danza. Y la filosofía que sostiene tales rituales recorre un argumento del que, además de disfrutar, deberíamos poder aprender. Situado históricamente, habla de la guerra chino-japonesa, y muestra un clima que nosotros, tan occidentales, no conocemos tanto.
Podría fastidiar un poco la cantidad de texto que no se puede asimilar si además hay tanto para mirar. De cualquier manera recomiendo el olvido casi absoluto de datos certeros, o al menos verla dos veces para poder aprovechar la bella experiencia audiovisual.
El bien denominado “poeta de la imagen” está de vuelta y no sirven los prejuicios, su nuevo poema merece ser visto.