Cuando estaba en la secundaria fui a ver la obra "El Diluvio que viene". En esa época no se usaba que fuéramos al teatro con la escuela. Y cuando la vi me mató la cabeza. Yo estaba al lado de quien hoy es mi jefe y le dije: "Yo quiero estar ahí, arriba del escenario".
Eso quedó dando vueltas en mi cabeza y empecé a buscar dónde hacer teatro. Al comienzo no encontraba un lugar y comencé en el Coro de Capital como un escape. Eso me ayudó muchísimo para la formación vocal.
Cuando terminé la secundaria me inscribí en Comunicación Social y fue lo peor, porque en la facultad los hermanos Sevilla habían puesto un cartel diciendo que necesitaban actor para una comedia musical. Audicioné y quedé. Ése fue el comienzo del derrotero teatral con Lita Tancredi.
La comedia musical me marcó desde el principio. Ahí conocí a Adrián Sorrentino y él me mostró el mundo de los grandes musicales. No es que no lo conocía, pero no tenía todo ese material y la información no corría con tanta facilidad como ahora. Adrián tiene una colección de videos y discos de los clásicos.
Pero el trabajo que significó un quiebre para mí fue "Donde está Yermo". Ahí compuse un personaje y comencé a pensar que me podía dedicar de lleno al teatro. La obra era muy buena y ése fue el despegue. La Lita Tancredi fue mi gran maestra, la que me permitió subirme al escenario y me enseñó el oficio.
En el oficio fui dando paso por paso y la dirección fue lo que más me costó. Admiro el coraje de los que se largan a dirigir desde el comienzo. En la dirección es todo tan macro, una mirada tan abierta; las luces, la escenografía, la composición de los actores y cómo eso se junta en el escenario. Y eso me parece aún hoy en día muy difícil.
A partir del género infantil me sentí muy seguro para comenzar a dirigir. En La Libélula (el grupo que dirigía Claudio Martínez) es donde más aprendí del género y empecé haciendo puestas más chicas. El primer proyecto fue "Oz, una aventura musical". Pero de todas maneras no me podía despegar de la actuación, me zapateaban los pies para seguir actuando.
Con "SorPresas" no me pasó lo mismo. Creo que adquirí la madurez necesaria para estar afuera y que los actores jueguen.
Con la docencia me pasó algo parecido. En un comienzo tenía un prejuicio y no quería dar clases. Pero hoy es una de las cosas que más disfruto.
Anecdotario
Las más lindas han sido en las animaciones con Claudio Martínez. En una escena yo saltaba y él me sujetaba. Cuando salté le pegué un rodillazo en el ojo y se lo dejé morado durante toda la presentación.
Una situación que recuerdo mucho es una función de "Los tres lobitos y el chancho feroz", en el teatro Independencia. Había un nene en el público que desde el pasillo me gritaba: "¡Lobo malo!". Cuando se acercó al escenario y continuaba gritando le grité: "¡Qué pasa con el lobo malo!". Y justo tenía zapatos de tap, entonces el ruido retumbó en todo el escenario y salió despavorido. Fue una gran venganza.
Pero de las experiencias más duras que me quedaron grabadas a fuego fue una temporada en Mar del Plata con el elenco La Libélula. Era 2001, plena crisis económica.
Nos fuimos por todo el verano y nos fue muy mal. Terminamos haciendo las funciones a la gorra, pero nos quedamos toda la temporada. Realmente no la pasamos bien, pero no me importó.
No fui al mar en todo el verano, me la pasé repartiendo panfletos, haciendo promociones en las radios, laburando todo el día y ahí me di cuenta de que era una pasión, porque sólo lo hice porque quería.
Comedia y escenario
Con “SorPresas” imaginé que iba a hacer una buena obra, pero me superó. Todos los reconocimientos y que la sala esté llena todos los viernes fue una alegría. Llegaba el miércoles y estaban agotadas las reservas. Eso no me pasó nunca.
Creo tiene un equipo muy talentoso, que metimos los condimentos justos para que fuera una obra redonda. Además respetamos al autor. Cuando nos propusimos hacerla lo que más nos costó fue conseguir los derechos de autor. Aunque salió muy caro, teníamos la tranquilidad: contábamos con el texto original. Y cuando respetás el texto, todo sale bien. Es una obra hecha y derecha. No por nada sigue teniendo éxito en Estados Unidos.
A la comedia la elijo y me elige. Pero también es un disfrute hacer otro tipo de obras. Y si surge la posibilidad de hacer algo dramático no hay problema, lo hago.
Cada paso lo he madurado, es un poco mi personalidad. Me he tomado el mismo tiempo en la carrera. Hoy me siento muy seguro como maestro, sobre en todo en la comedia musical, ofreciendo al actor otro tipo de lenguaje. Soy muy respetuoso de los procesos.
Aunque es una frase trillada, el teatro es mi vida y fue mi vida siempre. En un comienzo fue inconsciente, en pos de hacer humor, de caer bien. Mi vida ha estado marcada por el teatro, es mucho más fuerte que otra pasión. Incluso tengo un conflicto con la frase "La función debe continuar". No creo que sea tan así pero, si puedo, que continúe.
Una comedia musical en el convento
"SorPresas", versión del exitoso musical de Broadway "Nunsense", creado por Dan Goggin, vuelve a la cartelera.
Dirigida por Aníbal Villa e interpretada por Adrián Sorrentino, Rodrigo Navarro Sarda, Darío Martínez, David Páez y David Laguna, esta noche debuta en el teatro Independencia con una única función, en el marco del "Ciclo de Teatro, Humor y Comedia".
La obra tuvo una excelente primera temporada, en la que se alzó con varios reconocimientos, entre ellos el Premio Hugo Federal a Adrián Sorrentino y hoy llega a la sala mayor.
La ficha
SORPRESAS
Dirección: Aníbal Villa.
Actúan: Adrián Sorrentino, Rodrigo Navarro, Darío Martínez y David Páez.
Día y hora: hoy, a las 22.
Lugar: Teatro Independencia (Chile y Espejo).
Entrada: $ 70.
