Aníbal Quiroga nació el 29 de julio de 1964 y desde temprano respiró el ambiente de quienes trabajan con el cabello. “Yo nací en una peluquería. Me crié en una peluquería de damas y ahí están todos mis recuerdos de infancia.
Mi mamá es peluquera, tiene 78 años y es la más antigua entre las peluqueras de Alvear. En muchas ocasiones tuvo la peluquería en mi casa. Siempre se llamó Charito; estuvo ubicada en varios lugares.
Supo estar en la galería Grosso cuando era el furor en los años ‘70 y era muy popular en esa época. El ambiente mío fue ése; no tengo la imagen de una madre en la casa”. La descripción de sus primeros años marca la herencia que luego se transformará en los cimientos de la vida de Aníbal y también de sus familiares más cercanos.
“Mi hermana es peluquera y trabaja con mi mamá; mi cuñado trabajó 15 años conmigo; mi hija tiene 19 años, no hace peluquería pero corta el pelo. También lleva los genes. Sin dudas mi mamá nos marcó”, relata sonriente.
A pesar de la fuerte influencia familiar, Aníbal comenzó con el oficio después de trabajar en otros rubros. Así lo cuenta: “Arranqué recién a las 19 años para probar y ahí me di cuenta que era lo mío.
Eso sí, lo que me gusta es la peluquería masculina. Empecé aprendiendo con mi madre, después me fui a Mendoza a hacer cursos. Estuve en UPA (Unión de Peinadores Argentinos), una escuela a nivel nacional importante, siempre tratando de aprender”.
Entre el ‘86 y ‘87 llegaría el momento fundacional del “Salón Aníbal”, en calle Paso de Los Andes. “Ahí tuve dos locales uno enfrente del otro por 27 años, mientras viajaba los lunes cada 15 días a Mendoza a especializarme en UPA. Al principio los que comenzaron a ir fueron los amigos, familiares y conocidos y de a poco, con mucho sacrificio, se fue armando una clientela que se mantiene hasta el día de hoy”.
Las etapas como peluquero fueron a la par de su crecimiento personal, siempre con el apoyo incondicional de su familia. “Cuando arranqué estaba de novio y me casé a los 26 años. Formamos una familia con mi señora y todavía seguimos juntos.
Ella fue quien me bancó todo este tiempo. Mis hijos nacieron con el ritmo de la peluquería, lo tienen más naturalizado. En mi caso yo no lo tomo como un trabajo, para mí es un placer”, dice.
Un día en la vida de Aníbal Quiroga requiere de una cantidad extra de energía, un espíritu joven y una pasión por el quehacer diario como motor fundamental.
“Trabajo de martes a sábado entre 14 y 16 horas por día. Tanto en invierno como en verano empiezo a las 7.30 hasta las 13.30 y después, de 15.30 a 21. Entre medio trato de tener una actividad física durante la siesta para distraerme un poco: salgo a correr y voy al gimnasio, que me ayuda para mantenerme parado durante todo el día. En la noche y los fines de semana trato de dedicar ese tiempo a la familia”.
Los inicios de la profesión de peluquero datan del antiguo Egipto y quizás no es exagerado afirmar que ha cambiado menos el ámbito de la peluquería que la actitud de los hombres frente a ella. Las palabras de Aníbal dejan entrever este hecho con mayor claridad: “Antes en la peluquería masculina no se pedía un corte de pelo de moda; se iba solamente a cortarse el pelo.
Pero a partir de los años ‘70 eso cambió y las líneas de corte han variado muchísimo: pasás de un corte italiano a un americano; después a un desmechado, hasta ahora que se está usando un corte estilo europeo como los jugadores de fútbol”.
Este cambio de paradigma se ve quizá marcado con más fuerza en las nuevas generaciones. “Ahora los chicos de 4 ó 5 años te piden un corte de pelo. Hace 20 años los traía el padre y les cortaban como querían”, afirma Aníbal, dando cuenta de un fenómeno que excede lo estético y se inscribe dentro del ámbito social.
“Los medios de comunicación, como la televisión e internet, han influido muchísimo. Los chicos vienen con las fotos bajadas de internet con el corte que quieren”.
A tal punto es así que Aníbal, no sin sorpresa, cuenta el corte más extraño que le tocó hacer: “Fue una vez a un chico que quería hacerse una iguana en la cabeza. Me trajo una foto que bajó por internet hace 3 años y lo pude hacer. Era un dibujo hecho en la cabeza. Por suerte salió como esperaba”.
Aníbal pudo cumplir hace 2 años el sueño de tener su local propio -ubicado en calle Pedro Molina- después de mucho esfuerzo. “En 10 años me veo en la peluquería. Me voy a jubilar pero trabajando hasta que me lo permita el cuerpo”. Éste es Aníbal Quiroga, un hombre que supo honrar la herencia familiar de la mejor manera posible: trabajando.