Angela Davis es uno de los rostros más conocidos de la lucha contra el racismo en Estados Unidos desde hace medio siglo. Icono de los movimientos radicales de los sesenta, participó en los principios de los Panteras Negras, fue apartada de la universidad por declararse comunista y pisó la cárcel.
John Lennon le dedicó una canción. Volvió a la universidad, primero en San José y luego en Santa Cruz (California), donde enseñó filosofía durante tres décadas. Las fotos de aquella joven de mirada desafiante se sobreponen en el imaginario colectivo a toda su vida posterior, pero Davis (Birmingham, Alabama, 1944) ha mantenido desde la universidad sus tesis contra el sistema carcelario y el racismo institucionalizado.
La editorial Trotta publica este año en España un volumen con dos ensayos previos, “¿Están obsoletas las prisiones?” (2003) y “Democracia de la abolición” (2005), en colaboración con el profesor de filosofía Eduardo Mendieta. En ellos se resume buena parte de ese pensamiento.
Estados Unidos tiene la población carcelaria más grande del mundo, por delante de China. Son 2,2 millones de personas entre rejas que cuestan más de 70.000 millones de dólares al año (62.720 millones de euros). Se trata de un “complejo industrial carcelario”, en palabras de Davis, que traza en sus escritos una línea que relaciona directamente las instituciones de la esclavitud con el sistema penal actual en Estados Unidos.
Un ejemplo concreto de esa herencia es la pena de muerte, una excepción norteamericana en el contexto de las naciones desarrolladas. “La persistencia de la pena de muerte como una forma habitual de castigo es uno de los ejemplos más dramáticos de cómo las consecuencias de la esclavitud siguen dando forma a nuestra sociedad”, explica Davis en una entrevista por correo electrónico.
“La pena capital sobrevivió a la abolición de formas de castigo corporal obsoletas al convertirse en parte de las leyes de esclavitud. Por eso es una institución completamente racista, no solo porque se dirige de manera desproporcionada contra personas negras y de color, sino que además es una institución heredada de la esclavitud. Como ha señalado (la profesora y activista de los derechos civiles) Michelle Alexander, hay más hombres negros en prisión bajo control de la justicia criminal de los que había esclavizados en 1850”.
La reforma de un sistema penal que ha crecido de manera desproporcionada desde el endurecimiento de penas de los ochenta y los noventa está ya entre las prioridades de ambos partidos, con notables avances en el ámbito estatal en California y Texas. Davis, sin embargo, sigue apostando por el abolicionismo del sistema carcelario. “Después de décadas de organizarse radicalmente y de investigación académica, la crisis de las prisiones y la violencia policial finalmente se han convertido en asuntos del discurso público", argumenta.
Pero “el consenso se ha desarrollado a partir de reformas que se presentan como capaces de ‘arreglar el sistema’. Los abolicionistas consideran que no es una cuestión de hacer reformas menores, o incluso grandes, sino de desmantelar el sistema y reconstruir la justicia penal y los sistemas policiales, además de reconceptualizar y transformar la sociedad en su conjunto para que no tenga que apoyarse en la violencia institucionalizada”.
“El complejo industrial carcelario -continúa- consiste en una serie de relaciones entre cárceles, policía, empresas, medios y el Gobierno. Desmantelarlo requiere más que leyes”. Para Davis, la superpoblación es consecuencia de un enfoque neoliberal centrado en los beneficios de la industria. "El complejo industrial carcelario es un fenómeno global con ramificaciones en África, Latinoamérica y Asia”.
En el caso de Europa, afirma, se ve en su población de presos inmigrantes. “Desgraciadamente los europeos no están exentos de las consecuencias de la esclavitud transatlántica, y desde luego no lo están de las consecuencias del colonialismo. Francia, por ejemplo, ha establecido un Día del Recuerdo de la Esclavitud y el Comercio de Esclavos. Debería reconocerse que los refugiados de África siguen las mismas rutas del comercio de esclavos. Ciertamente, Europa está experimentando ahora los resultados de una larga historia de esclavitud y colonización”.
Los textos que se publican ahora están escritos antes de que en Estados Unidos ocurriera algo impensable. En enero de 2009, un hombre de raza negra juró como presidente del país.
Para alguien que estuvo en el inicio de movimientos como los Panteras Negras, en estos siete años la presencia de Barack Obama en Washington “ha tenido un impacto profundo en las percepciones sobre la raza y el racismo... Acabamos de embarcarnos en una conversación nacional después de varios intentos fallidos, primero durante la presidencia de Clinton, luego durante la campaña electoral de Obama y el primer período de su presidencia. Desgraciadamente, Obama ha sido frenado por poderosos críticos que equiparan cualquier intento por su parte de discutir sobre raza con sus preocupaciones personales como primer presidente negro”.
Davis sigue con especial interés, sin embargo, la última expresión de la comunidad negra en las calles. El movimiento Black Lives Matter, surgido a partir de una serie de muertes violentas de afroamericanos a manos de la policía, “ha emergido en el espacio contradictorio creado por el hecho de una presidencia negra y la aparente incapacidad de esa presidencia para llevar a cabo ningún gran cambio respecto a la persistencia del racismo”, opina Davis.
“La pregunta que yo me haría sobre esto es por qué ha tardado tanto en emerger un principio de movimiento de masas. Pero claro, uno no puede predecir cuándo se van a dar juntas las condiciones para producir una encrucijada histórica como la que se vio en las protestas de Ferguson” (agosto de 2014).
Un movimiento como Black Lives Matter es “precisamente lo que necesitan las comunidades negras en Estados Unidos, es lo que necesita el país... No podemos asumir que el racismo es sobre todo un problema para aquellos que lo padecen. El racismo distorsiona y corrompe instituciones y mentes, crea una asunción de superioridad, produce el privilegio blanco. Hay quienes creen que el eslogan Black Lives Matter tiene una connotación particular, pero no podría ser más universal. Decir simplemente All Lives Matter es ignorar hasta qué punto las vidas negras y de color son objeto de racismo y represión. Decir que las vidas negras importan, sin embargo, es proclamar que en efecto todas las vidas importan”.
En una época en que las imágenes de violencia policial contra personas de raza negra se distribuyen a una velocidad y a una cantidad de gente como nunca antes, sin embargo no ha surgido un movimiento violento organizado como ocurrió en los sesenta.
“La historia en realidad nunca se repite”, responde Davis. “Las condiciones son hoy muy diferentes. La mejor manera de recordar el 50º aniversario de los Panteras Negras este año es reconociendo que hoy necesitamos movimientos que reflejen los cambios sucedidos en esos 50 años, especialmente el auge de nuevas tecnologías de comunicación, la vasta influencia de las redes sociales y la agudización de las contradicciones de riqueza y pobreza”.
Tras siete años de Barack Obama, parece haber una reacción de una parte de la derecha de Estados Unidos que se ha entusiasmado con un candidato abiertamente xenófobo y que coquetea con los prejuicios más básicos. “Es increíble que tengamos un candidato republicano que quiere prohibir a los musulmanes entrar en el país y que califica a los mexicanos de violadores y asesinos. El racismo de Donald Trump está animando a todo tipo de racismos al igual que una relación sin complejos con el fascismo”, considera Davis.
En este sentido, Davis no cree que el racismo contra los negros y el que sufren los hispanos tenga las mismas causas profundas, pero sí que su reacción podría ser parecida.
“A pesar de que la historia de los latinos y la de los negros se cruzan, incluido el hecho de que un número importante de latinos son de ascendencia africana, hay diferencias. Igual que la colonización y la esclavitud son diferentes, aunque profundamente relacionadas históricamente, esas gentes cuyos ancestros fueron objeto de estas formas de represión sufren diferentes formas de opresión. Juntar a esas dos comunidades en movimientos contra el racismo requiere, por ejemplo, un mayor compromiso en las comunidades negras en el apoyo a los derechos de los inmigrantes”.
Desde la experiencia de medio siglo de activismo y trabajo académico, Angela Davis no cree que sean posibles las sociedades en las que idealmente la gente fuera ciega a los colores.
“No creo que debamos luchar por una sociedad en la que la raza esté completamente ausente. De hecho, no creo que sea posible revertir el desarrollo de la historia, hacer como si la esclavitud nunca hubiera existido, como si la colonización de las Américas, África o Asia nunca hubiera ocurrido. Pero sí se puede seguir aspirando a una sociedad libre de jerarquías raciales, desigualdades raciales o violencia racial. Es el racismo lo que debemos expulsar de nuestras sociedades”.