El reloj marcaba los 40 minutos del primer tiempo. Pelotazo sin sentido de la última línea de Sarmiento de Junín. La pelota llegó hasta la medialuna del área Azul. El balón tomó vuelo. Tres camisetas de Independiente Rivadavia rodearon la redonda. De repente, Leandro Caballero intentó rechazarla y la mandó contra su área.
Tuvo que retroceder unos metros el Oso Agüero, quien intentó entregársela a Josué Ayala de cabeza. Tanto el portero como el número “2”, dudaron.
Apareció de repente Gervasio Núñez y tocó el balón, pero el Ayala reaccionó y despejó el peligro. Esta jugada y desinteligencia colectiva de la Lepra fue un reflejo de la producción del equipo de ¿Ricardo Rodríguez?
Lejos, el Azul jugó su peor partido de la temporada. No tuvo juego, reacción, rebeldía. No generó ni transmitió nada. Independiente fue un equipo anémico. Desorientado. Que, por momentos, hizo doler el corazón y los ojos de sus simpatizantes. No hay caso. No encuentra la brújula. Por esta razón, el técnico, mete mano en el equipo y las soluciones no llegan.
¿Está quebrada la comunión entre el DT y los jugadores?. Por lo que sucede dentro del campo, la respuesta es afirmativa. Por esta razón, a los 39 minutos del primer tiempo, Rodríguez, ya había metido dos cambios. Primero salió Lucero (quien se fue directamente a los vestuarios) por Gutiérrez y minutos después, hizo lo propio Modón (aparentemente una dolencia en la cintura) e ingresó Méndez.
Ni con los cambios de figurita hubo solución. Sarmiento, casi sin proponérselo, se encontró con un regalo de Caballero y comenzó a construir su primera victoria ante la Lepra, un equipo sin identidad, abatido y sin ¿“RR DT”?