La casa de los Andrada queda en el barrio La Primavera, en el sur de San Martín; una de las zonas más humildes y relegadas de la ciudad y que incluye además, otra media docena de barrios igual de modestos, con calles de tierra y cunetas desdibujadas.
“Usted siga por esta misma hasta el fondo y dobla, no se puede equivocar, es la casa más linda”, explica una vecina que vuelve del almacén, cuando uno pregunta por la familia del nuevo arquero de Boca Juniors: “Ahora se lo ve poco por el barrio pero lo recuerdo de niño, siempre jugando a la pelota o a las bolitas, buen muchacho”.
La casa está a mitad de cuadra, frente a un terreno que antes fue canchita de fútbol y que ahora es parte de un loteo con viviendas a medio terminar. Allí, tres de los hermanos de Esteban Andrada (27), el nuevo refuerzo de Boca, construyen sus propias casas, con ayuda que manda el arquero xeneize, que hasta ayer nomás atajaba en Lanús.
Quien atiende a la puerta es Graciela, la mamá de Esteban, el cuarto de siete hijos -entre varones y mujeres- que tuvo con Mario, su marido hasta 2004, cuando falleció en un accidente vial y así, sin buscarlo, el hombre la dejó sola para criar a los pibes: “En cuatro meses perdí a mi esposo y a uno de mis hijos, fue nuestra peor época”, dice la mujer mientras invita a pasar; afuera, una cabra sin dueño cruza la calle y dos gallinas otean el horizonte desde el techo de una casa vecina. Folclore de un barrio a las afueras de la ciudad.
Los Andrada vienen de orígenes muy humildes y Graciela no lo oculta: “Yo he tenido que trabajar en cualquier cosa para criar a mis hijos, hasta saqué basura de la cuneta en un tiempo. Ellos saben lo estricta que soy, medio loca capaz, pero es que de otro modo no los hubiese podido sacar adelante”.
La familia Andrada salió de La Horqueta, una de las villas más antiguas de San Martín, que en el corazón mismo del loteo tuvo su propia cancha de fútbol, inaccesible para cualquiera de afuera sin invitación. Allí, Esteban pateó una pelota por primera vez. La villa que lo vio nacer hoy no existe y se desmanteló por etapas, la primera de ellas con casas del barrio La Primavera: “Nos fuimos de La Horqueta hace más de 20 años; Esteban era entonces el más chico de mis hijos”.
Cuentan que ya de pibe, el nuevo refuerzo de Boca decidió ir al arco y que siempre le gustó el puesto, que se paraba distinto debajo los palos y que salía jugando si hacía falta; dicen que le pegaba fuerte a la pelota y que se pasaba tardes enteras atajando pelotazos de sus hermanos; también cuentan que se prometió ser el mejor, algo que hoy recuerda su mamá, mientras ceba unos mates: "Siempre lo repetía y claro, yo no le creía pero la verdad es que ataja bonito. Usted lo ha visto, ¿no?".
Con siete años, iba al arco en un equipo infantil de Junín que se llevó varios títulos y él, un premio por la valla menos vencida; luego se fue al club San Martín, jugó en el Leoncito y compartió alguna formación con uno de sus hermanos mayores, el “Aguja” Andrada (32), que hoy defiende los colores de Palmira: “Esteban es distinto, alcanza con verlo en la cancha para darse cuenta”, dice el Aguja y suelta una confesión: “"Eso sí, era vago para entrenar y muchas veces, desde el club lo venían a buscar a la casa”.
Con solo 15 años y apenas la primaria terminada, Esteban se fue a Lanús y lo demás es historia conocida: pasó por el sub-18 y luego al sub-20; fue titular en el Sudamericano de Perú y en el Mundial de Colombia. Sin un solo partido en Primera, estuvo en la mira de Barcelona y del PSV holandés, pero Lanús prefirió conservarlo y debutó en 2012, aunque enseguida se fue a préstamo a Arsenal. Volvió más tarde y a fines de 2016 agarró el arco de Lanús; nunca lo soltó, hasta ahora que cumplió un sueño: atajar en Boca.
“Tuvo épocas duras, especialmente al principio cuando solo era un niño en Buenos Aires ¿Te la vas a aguantar? le pregunté cuando me dijo que se iba y lloramos juntos”, recuerda Graciela y su relato siempre vuelve al barrio, a los años en que Esteban iba a cosechar para ayudar con algo de plata, a las travesuras con sus hermanos y a su fanatismo por José Luis Chilavert: “Es su ídolo, lo admiraba mucho", dice y después agrega emocionada: "Con los primeros sueldos importantes me amplió la casa porque antes vivíamos todos apretados”.
Mira por la puerta hacia el patio: “Hoy lo veo poco, a fin de año viene para las fiestas, se junta con sus hermanos y es uno más en el barrio. A veces yo puedo viajar y verlo allá, y si no es por televisión o el teléfono, nomás. La vida es así. Su meta era llegar a un equipo grande y se sacrificó mucho para conseguirlo. Ahora quisiera que lo disfrute”.
Su paso por San Martín
Esteban Andrada se formó en el club San Martín; allí hizo las inferiores y también jugó un tiempo en el Leoncito del que se fue con 15 años, sin haber debutado en la primera; la gente que lo vio en la cancha lo recuerda como a “un pibe con mucho futuro”.
Walter 'Pepe' Gatica es uno de esos; periodista, socio del club y autor del libro Chacarero, donde cuenta la historia de la institución, recuerda que “Andrada llegó al club con nueve o diez años y de entrada te dabas cuenta que era diferente al resto, el pibe sabía pararse en la cancha, salía del arco jugando algo que incluso mejoró con el tiempo y fundamental, no mostraba miedo a equivocarse”.
Gatica agrega un par de datos: “Andrada es enorme, mide más de un metro noventa y eso lo favorece en los penales, pero también y a pesar de su altura, va bien abajo y sabe usar las piernas. Andrada es un arquero moderno, como se dice ahora, que sabe atajar, pero que sale jugando si hace falta, por eso alguna vez lo quiso el Barcelona”.
Otras figuras del Chacarero
De la cantera del Chacarero salieron otros jugadores, que también fueron figuras en grandes equipos, como Ricardo Álvarez, que a principio de los 70 se fue a River, luego de integrar en San Martín una delantera arrolladora, con 84 goles en un solo campeonato.
Rolando “Pato” Gramari también fue jugador de San Martín y destacó en San Lorenzo, en los 60. Otro salido del club San Martín fue Eduardo Maryllack, convocado en su momento por César Luis Menotti, en la selección del interior, previa al mundial 78.