Se define como una persona ambiciosa, en el "buen sentido de la palabra", aclara. No tiene un plan de vida, pero sí mucha confianza en sí mismo. "Mi filosofía es poseer pocas cosas, de tal forma que pueda meter todo lo que tengo en una mochila y partir a donde sea cuando sea necesario", dice con una seguridad no muy frecuente en un joven de 26 años. Él es Gabriel Di Leo, un mendocino que se fue de su hogar en la Sexta Sección a fines 2005. Partió rumbo a Estados Unidos (sin planes de tomar el vuelo de regreso) con un programa Work and Travel que lo llevó a trabajar en un centro de esquí.
Pero sus deseos de "viajar por el mundo" empezaron cuando era pequeño. "Desde niño tuve ganas de explorar el mundo. Solía subirme al techo de mi casa en la Sexta. Me quedaba mirando el atardecer en la cordillera, pensando qué otros lugares tan espectaculares existirían bajo el mismo cielo. Cuando terminé la secundaria hice el primer año de Administración de Empresas en la UNCuyo. Pero me di cuenta de que si continuaba con la carrera en Mendoza, me costaría seguir adelante con mi sueño de una carrera internacional. Así es que luego de terminar la temporada en EEUU me fui a Europa con mi mochila a probar suerte", relata Gabriel vía mail.
Una vez que llegó al primer mundo, el joven hizo de todo para juntar dinero, el necesario para poder pagarse sus estudios. Además de recorrer varios países, trabajó en todo lo que estuvo a su alcance: fue camarero, recepcionista, recolector de basura y transportista de carga. Así pudo cursar en una universidad de Villingen-Schwenningen, una ciudad ubicada al sur de Alemania, en la que obtuvo el título de analista financiero.
El turno de Londres
Pero ese fue sólo un sitio de paso. Hoy, Gabriel vive en Londres, en donde trabaja desde hace dos años en un broker (entidad financiera que media entre un inversionista y el mercado de valores) especializado en el mercado de acciones, divisas y materias primas. "El desastre de la crisis de 2001 hizo que mi familia -y la mayoría de las personas que conocía- perdieran gran parte del poder adquisitivo de sus ahorros. Desde entonces decidí no estar más desinformado y estudiar esas fuerzas misteriosas que en un santiamén, como un terremoto o un tsunami, pueden alterar el equilibrio de una sociedad", comenta Gabriel.
Y sí, es que lo que hace le fascina, aunque a veces le genera sensaciones encontradas: "A través de mi trabajo estoy en permanente contacto con inversores de todos los rincones del mundo y puedo ver en tiempo real cómo se agitan los mercados. Es apasionante pero tal vez un poco cruel también ver cómo algunas personas se hacen ricas de la noche a la mañana, y otras, la gran mayoría, pierden todo en el intento".
Vagando por las calles
El tiempo libre de Gabriel en la capital británica es escaso. Aprovecha para hacer lo usual: amigos, gimnasio y vida nocturna londinense. También le gusta dedicarse a pensar y a escribir.
"Me quemo las neuronas tratando de entender qué sucede, por qué sucede y qué puedo hacer yo para mejorarlo", asegura. Y mientras todo eso pasa en su cabeza, se quita el "disfraz" (o sea el traje, que necesariamente debe usar en su labor diaria) y se va a caminar por Shorditch y Bricklane, una zona en el este de Londres donde conviven artistas y personas con formas alternativas de vivir.
"Hay una cultura de arte callejero muy fuerte; graffitis y obras de arte caseras por todos los rincones, frecuentemente en los lugares menos esperados. Me gusta esa idea de muchas personas que pintan muros y decoran las calles simplemente por el placer de darle vida a la ciudad. Londres parece un portal a todo el mundo. Es verdaderamente una ciudad cosmopolita. La diversidad me permite sentir que voy viajando sin salir de la ciudad. En un mismo día puedo desayunar en Francia, visitar un templo hindú, almorzar en el barrio chino, ir a un festival de reggae y a la noche darme una vuelta a mirar una milonga porteña", relata este trotamundos que disfruta a pleno sus días de ocio.