Ampliar la base agropecuaria provincial

Mendoza puede ampliar su base agropecuaria, sin por ello dejar de estimular actividades ligadas a la industria, los servicios y tecnología.

Ampliar la base agropecuaria provincial
Ampliar la base agropecuaria provincial

En el último cuarto de siglo, por lejos, la transformación de la viticultura ha dominado el escenario agrícola en la provincia de Mendoza; los resultados han sido excelentes y están a la vista. Pero no menos cierto es que hace ya algunos años ese sector parece haber encontrado un techo difícil de superar, sin cambios profundos en la macroeconomía y especialmente en las relaciones comerciales de nuestro país con los grandes espacios económicos internacionales.

A su vez, hay numerosos estudios coincidentes en que la demanda de alimentos en el mundo es creciente, en particular de proteína animal y frutos de alta calidad, entre otros. En esta dirección puede ir la ampliación de la base productiva agropecuaria.

Es una realidad que los últimos años se han ido abandonando muchas hectáreas cultivadas con vid y frutales, en particular en las zonas Este y Sur de la provincia. Estas tierras tienen agua superficial y/o subterránea y podrían ser aprovechadas para nuevos cultivos, especialmente forrajes para consumo del ganado bovino, porcino, caprino. Hay ya buenas experiencias en varios puntos de la provincia.

Para poder concretar un programa de ampliación de la base agropecuaria hay pasos indispensables que dar.

El primero es el relevamiento preciso de las tierras disponibles, ubicación, condiciones agronómicas y legales de la propiedad y los propietarios. Hay que tener en cuenta que muchas propiedades arrastran problemas sucesorios, ventas realizadas sin formalización, incluso no pocas usurpaciones.

Con los datos ciertos se podrá encarar una política provincial, con apoyo nacional, para estimular estos nuevos usos de la tierra. De todos modos, se podría comenzar con quienes tienen las propiedades en regla y están dispuestos a encarar una nueva etapa productiva.

El segundo paso es reemplazar lo que fueron cultivos permanentes, arrancando los restos que quedan, para realizar cultivos anuales (maíz, sorgo) y/o de ciclo de 4/5 años como la alfalfa). Estos cultivos tienen costos mucho menores que volver a implantar viñedos o frutales. Claro está que esto es fácil de escribir, pero de ahí a la concreción de los cultivos hay un trecho largo. Un camino interesante para estudiar es la figura del contratista de siembra surgido hace ya más de dos décadas en la región pampeana. Este tipo de empresa fue clave en la revolución productiva de los granos. Estas empresas tienen capital en equipos, conocimientos y recursos financieros para sembrar anualmente miles de hectáreas en campos arrendados.

Parece posible que en nuestra provincia pudiera hacerse algo similar, por cierto en una escala mucho menor. Para ello será necesario estudiar y facilitar la realización de contratos de arriendo de tierras; el uso de instrumentos fiscales puede ayudar mucho.

En un tercer paso, todo plan de estímulo de nuevos usos de la tierra debe ir acompañado del desarrollo de la ganadería que será el demandante de la producción agraria. Aquí nos referimos a todos los tipos de ganadería -bovina, porcino, caprina, ovina-. Hoy todas las carnes tienen demanda en el mundo. Mendoza puede producir para su consumo interno, liberando capacidad de exportación en otras regiones. En el caso de la ganadería vacuna hay importantes experiencias en nuestra provincia que realizan el ciclo completo: cría, recría, engorde. Lo mismo está ocurriendo con la cría de porcinos. En este orden de cosas sería interesante recuperar la tradición de elaboración de subproductos de esta carne, que existió hasta no hace mucho en familias de agricultores.

Y en un cuarto paso, hay que pensar en el desarrollo de estas actividades con la mejor tecnología disponible y con niveles de productividad competitivos. Esto lo advertimos porque muchas veces se han encarado programas con mucha "buena voluntad" pero escasos criterios económicos.

Desde luego es evidente que la recuperación de tierras prácticamente abandonadas tendría grandes beneficios para el equilibrio territorial, hoy bastante desarticulado, en el buen uso del espacio. Y obviamente produciría beneficios sociales en la medida que ayude a evitar la creciente concentración urbana.

La agricultura es cultura del trabajo y en ella, ampliada y desarrollada en todas sus potencialidades, está el futuro de nuestra provincia.

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