El 13 de octubre de 1961 "nació" el hombre más famoso de Berlín. En ese momento nadie lo sabía, ni siquiera su creador, Karl Plagau. Pero si ha visitado la capital alemana, seguramente se lo ha cruzado por la calle más de una vez.
Quizá no lo conozca por su nombre, pero difícilmente le haya pasado desapercibido. Se llama Ampelmann, a secas. O en español "hombrecillo del semáforo". Ese hombre con sombrero -en su doble versión de rojo y verde- inunda las esquinas berlinesas y le indica cuándo cruzar.
El inicio
La historia de este hombrecillo se remonta a décadas atrás, en la (hoy desaparecida) República Democrática Alemana. Karl Plagau, un psicólogo que trabajaba en el Servicio de Transportes y Comunicaciones, decidió idear una figura que ayudara a ordenar el tránsito de la ciudad.
Habían algunas condiciones: debía ser amigable, no podía tener la raya a un lado porque eso no era suficientemente antifascista, tampoco rizos porque resultaba muy sur europeo, como ha recordado Hildegard Paglau, esposa de Karl, en algunas entrevistas.
Plagau trabajaba en el diseño inclusive en su tiempo libre y pasaron varios años hasta que, en 1961, presentó su Ampelmann en el Ministerio de Transporte de la RDA.
Nacía el hombrecillo del semáforo o, al menos, se iniciaban los trámites porque pasaron ocho años más para que el diseño fuera aprobado por la burocracia germano oriental y comenzara a verse en algunos semáforos de la ciudad.
Sin embargo, esta figura geométrica que ostentaba un sombrero casi caricaturesco, logró convertirse en uno de los sellos distintivos de Berlín del Este.
Su popularidad excedió las calles y llegó, por ejemplo, a ser protagonista de programas de radio, comics, juegos infantiles y hasta un espacio televisivo.
La reunificación
En 1989, el Ampelmann sufrió un revés. La caída del Muro de Berlín y la reunificación alemana pusieron en juego su continuidad en la ciudad.
Los semáforos comenzaron a remplazarse por aquellos que existían en el Berlín Occidental y parecía que el hombrecillo del semáforo estaba destinado a extinguirse, como la República que lo había visto nacer. De nada sirvieron las campañas de ciudadanos que pedían su retorno.
No obstante el mercado (capitalista) le dio otra oportunidad. Sucedió de la mano de Markus Heckhausen, un diseñador de la otra mitad de Alemania que siempre había admirado aquella figura del semáforo.
Frente a su desaparición inminente, Heckhausen decidió lanzar una serie de lámparas que tuvieran a Ampelmann como protagonista. El éxito no se hizo esperar y la tienda tampoco.
En 1996 nació el primer negocio dedicado de forma íntegra a esta figura. Al principio a Plagau no terminaba de cerrarle la idea. Ver a su Ampelmann convertido en un souvenir y eternizado en remeras, tazas, cuadernos y esponjas.
Sin embargo, Heckhausen terminó por convencerlo y asegurarle una participación en el negocio. Hoy, las tiendas de Ampelmann generan una ganancia de ocho millones de euros anuales. Nada mal ¿eh?
Aunque el éxito del Ampelman no se redujo sólo a los números, en 1997 se decidió devolverlo a las calles y a los semáforos y -desde 2005- se encuentra no sólo en lo que fuera Berlín Este sino también en el antiguo Oeste y en algunas otras ciudades alemanas como Colonia.
La figura que diseñó Plagau hoy también es en un símbolo de la reunificación de un país que durante décadas vivió forzadamente dividido. Una grieta que el hombrecillo del semáforo ayudó a saldar.