“Me clavó el visto, pero no me respondió más, y me bloqueó”. “Me contacta a veces por messenger, pero en otras ocasiones parece que se lo tragó la tierra”. Expresiones cada vez más comunes no sólo entre los jóvenes, sino también entre adultos.
Como toda tendencia, se cae en las palabritas mágicas para aludir a este tipo de situaciones en donde la crueldad parece el mejor de los mensajes que vía red se concreta, bajo el halo de la indiferencia total o el flirteo errático.
Se trata por un lado del denominado “ghosting” (o fantasmeo, que supone que de la noche a la mañana una persona rompe todo contacto posible con la -hasta entonces- pareja, haciendo caso omiso a llamadas, mensajes de texto o cualquier otra interacción a través de las redes sociales. Toda una actitud a la que se le suma que jamás aparece para dar la cara y ofrecerle al otro la posibilidad de escuchar sus razones.
Pero en la era digital hay más de esto, porque también existe el “benching”: una forma manipuladora de mantener el contacto con otra persona que piensa que desde el otro lado, existe un sujeto interesado en ella, y que como Julieta en el balcón, o un náufrago en la isla, termina esperando por señales o mensajes que aparecen esporádicos y errantes desde el otro lado.
Algo con lo que el sujeto que manipula juega, tratando de no descartar totalmente a ese otro como prospecto (un plan B o C); pero lejos de verlo como una posibilidad real de avance del vínculo o compromiso.
Aunque no existen cifras exactas acerca de este fenómeno, se calcula que el 60% de las personas ha utilizado alguna vez esta técnica para desaparecer de la vida de sus parejas, además de que la mayoría de las víctimas son mujeres.
Según explica la psicóloga Beatriz Goldberg (especialista en vínculos, crisis de pareja y familia, y autora de “Parejas Tóxicas”): “si bien en general es una manera que eligen muchos hombres jóvenes y adultos para desaparecer, porque les cuesta poner en palabras lo que les sucede, por cobardía o inmadurez, no es privativo de este género, ya que en las mujeres también suele verse, aunque menos”.
¿Crueldad pura o características de una generación atravesada por las redes y sus “modus operandi”?
“Aunque no sea crueldad en muchos casos, casi limita con ella, y sin dudas es una manera de manejarse con la otra persona de forma tóxica. Cuando un vínculo se corta por alguna de las dos partes, supone la consideración de una charla, hasta terminar por completo la relación. Incluso aunque suene a cliché el ‘no sos vos, soy yo’, es mejor que no hablar. Al menos implica un valor de considerar a ese otro como persona. La acción contraria; es decir: desaparecer sin mediar rastro se vincula a un no compromiso y una falta de empatía desde lo humano. Una forma egoísta y narcisista de terminar con el otro, sin importar nada”, argumenta Goldberg.
- ¿Podríamos hablar de falta de valores?
- En realidad de una falta de ética, ya que con el ‘ghosting’ se está descalificando al otro, en donde aparece como alguien que ni siquiera merece una charla cara a cara. Tampoco el tiempo que implique la misma para dejarle en claro la posición y el argumento que lleva tal acción.
Desde su experiencia, Nadia López, una profesional de las leyes de 32 años contó: “En mi caso y el de muchas amigas, es el hecho de que te generen una ilusión lo que te mata. Con el tiempo, y luego de varios golpazos contra la pared, te das cuenta de que es un juego para la otra persona, que en realidad manipula y te mantiene ahí, en línea.
Pasé cinco meses de mensajitos, whatsapps, apariciones y desapariciones, e incluso plantones, de una persona adulta de 40 años, con la cual sólo perdí el tiempo. En realidad luego me di cuenta de que tenía muy baja autoestima y valores, por lo que nos usaba a varias en el banco de suplentes, para sentirse irresistible. Si bien al principio fue duro de superar, luego pude hacer una lectura positiva y hoy me río. Eso sí, al menor indicio de ‘benching’, corto contacto”.
Según explica la especialista “el ‘benching’ lo que hace es que el manipulador le dé expectativas a la otra persona, haciéndole creer que no es el plan B, cuando en realidad sí lo es. Las relaciones, tanto para ghosting como para esta modalidad, fluyen vía red; ya que no se pone el cuerpo a la hora de la distancia y el bloqueo (ghosting) o el manejo sin tapujos de la ilusión de la otra persona (benching)”.
¿Es acaso que las redes son a la comunicación humana una verdadera autopista autómata de frisar al otro, de la peor manera?
Endilgar tamaño argumento resulta una simplificación conveniente de algo que no generan las redes, sino los propios seres humanos: la ruptura o incapacidad de comunicación.
Según argumenta el doctor Juan Tesone, miembro titular de la APA (Asociación Psicoanalítica Argentina) en un artículo del diario La Nación: “la comunicación humana presenta grietas, siempre se dice más de lo que uno cree y siempre se escucha desde nuestra propia percepción que puede diferir de la intencionalidad del mensaje. Por supuesto que hay grados de entendimiento, pero siempre existirá un cierto desfasaje entre el que emite el mensaje y el que lo recibe. Las formas modernas de comunicación, ya sea por sms, mails, redes o incluso el ghosting o el zombing, son formas actuales de repetir esa dificultad de comunicación inherente al ser humano. La tecnología no es la que crea la incomunicación por sí misma”.
Cuidado con la trampa
Pasar por experiencias como el ‘ghosting’ o ‘benching’ resulta un golpe certero a la autoestima de la persona, que con sentimientos encontrados y sin tener la posibilidad de confrontar con ese otro, tiende a desvalorizarse sin más, cayendo en esta trampa mortal.
“Hay que tratar de trabajar la autoestima de manera que la crueldad de la otra persona no erosione el valor inherente que tiene quien ha sido herido, frisado o ignorado. Es fundamental comprender que si el otro sujeto fue manipulador, no dedicó tiempo o desapareció, no significa que la persona no valga, al contrario es el otro el que no tiene parámetro alguno respecto a los que implican valores, o compromisos para poder poner en palabras lo que le pasa. El trabajo interior de la persona afectada es lograr saber y sentir que no se merece ese trato y que vale por sí misma para salir adelante”, concluyó Goldberg.