Un Padre Nuestro, mates y la lectura en el living
Sobre la mesita ratona del living hay fotos que los muestra en blanco y negro, sonrientes. Unas de ella sola, otras de él y algunas en las que están los dos juntos. Las han ubicado ahí a modo de resumen de los casi 67 años que han vivido juntos. Pero cuando la nieta comenta que hace unos días encontraron una de las cartas que intercambiaron durante los dos años de noviazgo por correspondencia, allá en la década del '40, él se niega a traer el paquete completo, que asegura tiene 15 centímetros de alto. "¿Qué se tienen que meter?", dice con una sonrisa y cambia de tema. Ésas, casi 70 años después, siguen siendo su tesoro.
Rosa Malarczuk (83) y Juan Nahirñak (92) se conocieron en el casamiento de la hermana de ella con el hermano de él. Ambos habían nacido en Misiones y sus familias vivían en Apóstoles, una localidad a 70 kilómetros de Posadas. Pero él se había ido a Buenos Aires por trabajo y de ahí a Mendoza, por lo que tuvo que viajar para la ceremonia. Cuando llegó a su tierra natal, Juan le preguntó a su hermano si tenía una chica para presentarle para la fiesta y el novio le señaló a su futura cuñada.
A Juan lo deslumbró de inmediato la belleza de la joven de 15 años y a Rosa le sedujo la tranquilidad de él. Los siguientes 15 días los pasaron juntos y cuando regresó a Mendoza, él le escribió a quien sería su suegro para pedirle permiso para intercambiar correspondencia con ella. Así pasó un año de idas y vueltas de correo, hasta que él volvió a suelo misionero, por otros quince días, con el anillo de compromiso. Sólo un mes habían estado en persona cuando se casaron.
Rosa recuerda que cuando llegó a la provincia como flamante esposa, se encontró con una casa completamente amoblada, ya que él se había encargado de todos los detalles. Juan agrega que incluso unos amigos suyos habían preparado la primera cena que compartirían en su nuevo hogar, en cuanto se bajaron del tren.
El 18 de enero se cumplirán 67 años del día del casamiento y aseguran que jamás, en todo ese tiempo, tuvieron una discusión importante. Rosa señala que, ya padres, cuando uno reprendía a un hijo, el otro apoyaba la decisión y, si diferían, lo resolvían en privado. Pero también conservan eso que hace que no les cueste en lo absoluto acercarse y besarse para la foto, y hasta parezca que la duración del abrazo les resulte poca.
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Cada mañana, Rosa y Juan comparten un Padre Nuestro, un termo completo de mates, el desayuno y la lectura en el living. Esto, ahora que los años los obligan a estar un poco más tranquilos y después de haber salido juntos a recorrer varios lugares. Es que la mayor de los tres hijos, Susana, vive en Estados Unidos (la segunda, Elba, a diez cuadras de ellos, y el tercero, Juan Carlos, en Esquel). Como la han visitado en cinco oportunidades e incluso estuvieron con ella durante todo un año, aprovechaban para después seguir el viaje. Así conocieron Nueva York y alrededores, México, Washington, las Cataratas del Niágara, Miami y Disney.
Su hijo Juan Carlos (58) plantea que sus padres son un ejemplo de vida porque Juan trabajaba en YPF y cuando volvía a la siesta se ponía a arreglar cosas en el garaje, mientras Rosa se encargó de todo en la casa, al punto que lavaba y almidonaba los guardapolvos de los niños día por medio. También recibía a los amigos de sus hijos en el hogar porque prefería saber dónde estaban y por eso el comedor solía llenarse de jóvenes.
"Ojalá uno pudiera encontrar un amor así, que dure toda la vida", lanza Clara Nahirñak (24), una de los ocho nietos (a los que se suman cinco bisnietos). La joven vive cerca de sus abuelos y reconoce que cuando era chiquita tenía adoración por Juan. Aunque cuando cuenta que hace poco hizo que fuera a su casa para darle el dinero que ella necesitaba para pagar su título, agrega que son ese tipo de cosas las que lo hacen tan especial.
"Si no hay paciencia y tolerancia... no hay amor"
Cuando uno se encuentra con una pareja que se sostiene después de estar juntos durante 64 años y percibe que todavía se siguen eligiendo, surge la necesidad de preguntarles cómo lo lograron. Ellos pueden ensayar respuestas de cómo se debe actuar; mencionar la paciencia, el respeto y la tolerancia; explicar cómo le pelearon a la rutina. Pero a veces una frase casual parece revelar más la clave.
Gladys Murúa (79) y Luis Salomón (81) se conocieron en el cine Sarmiento, de Dorrego. Él acompañaba a sus primas a la matiné de los sábados, para cuidarlas, mientras ella iba con su familia a la función de la noche. Hasta que un día, él asistió también a la proyección nocturna y terminó sentado en el asiento al lado de ella. "Después empezó a ir los sábados por la noche", se ríe Gladys y agrega que su madre le decía que el morocho de ojos verdes la estaba mirando. "Esos ojos tan bellos, que no tienen ninguno de mis hijos", dice como si lo siguiera viendo como ese hombrecito de casi 18 años con el que se casó.
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A su tiempo, durante la charla, él va a animarse a confesar que sigue tan enamorado de ella como el primer día, como cuando su hermano mayor le pidió a la madre que los dejara seguir de novios porque Luis dormía abrazado a una foto de la chica y temía que se enfermara. Añade que, aunque ella no se dé cuenta, porque es de sueño profundo, siempre le acaricia la cabeza o la espalda, porque necesita de su contacto.
"No hay matrimonio perfecto. Si alguien cuenta que el otro nunca le dice que no, es porque le robó la personalidad", lanza Luis para aclarar que no todo es tan sencillo. "Pero pienso que aun en la controversia, cuando uno está enojado, tiene que primar el amor. Nosotros hemos tenido nuestros encontronazos, pero si no hay paciencia y tolerancia es porque no hay amor", concluye.
Gladys, a su turno, comenta que su suegra, María, le enseñó muchas cosas, como que si su esposo volvía enojado del trabajo, lo dejara tranquilo porque cuando se le pasara iba a contarle todo. Es una estrategia que al día de hoy sigue aplicando. Entre los dos cuentan que la mamá de Luis siempre le dijo "la nena" porque cuando se casaron, el 3 de diciembre de 1949, ella tenía 15. Pero como él todavía no cumplía los 18, si bien en un primer momento se opuso porque eran muy jóvenes, después los acompañó mucho.
María, como también la madre de Gladys, Dora, cuidaban de los hijos -Susana, Daniel y Walter- cuando ellos salían a pasear algunos fines de semana. Es que cuando estaban recién casados organizaban bailes en su casa -eran fanáticos del rock and roll y hacían acrobacias- que comenzaban en la madrugada del sábado y se extendían durante todo el domingo.
Después solían ir a cenar y se quedaban en algún hotel, para seguir paseando al día siguiente. "No hemos dejado perder la chispita", cuenta la mujer, abuela de siete niños y bisabuela de seis.
Amores que cuentan más de seis décadas
Rosa Malarczuk (83) y Juan Nahirñak (92) cumplen 67 años de casados, mientras que Gladys Murúa (79) y Luis Salomón (81) ya van por los 64 años de matrimonio. Ambas parejas coinciden en que no hay fórmulas infalibles pero, al contar sus experiencias, se pu
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