Desde el principio, fuimos una pareja de dobles personalidades; cuando peleábamos por ejemplo, éramos 4. Sí, se generaban algunos problemas: durante las reconciliaciones, inevitablemente; alguno se caía de la cama ante la combinación de euforia con falta de espacio.
El tiempo pasaba e íbamos sumando más y más “nosotros” pues nuestros dobles quisieron también tener los suyos. Un día nos dimos cuenta de que ya no entrábamos en el monoambiente: nos habíamos vuelto 16.
Y no se detendría allí la ambición multiplicadora. Durante una memorable jornada de furia, recuerdo, los 256 nos trenzamos en despiadada batalla (debimos formarnos en divisiones y escuadras para organizar los esfuerzos).
Pese a la crueldad del combate, no se perdió ni una sola vida. Lo cual hubiera sido, en un punto, deseable, hasta beneficioso: la orgía con la que celebramos el fin de la contienda sumó 56.536 voluntades. Y, como cabe suponerse, un número así se escapa de las manos.