La de James Taylor es una de esas voces inconfundibles del cancionero universal de los últimos 60 años. Por eso es una gran noticia saber que su magia sigue ahí, intacta, con la misma capacidad de conmover y cautivar de cinco décadas atrás. O, tal vez, un poco más.
", escrito en sociedad con Carole King, su cover de Handy Man, aquí bautizada Hombre trabajador, puso su nombre en boca de todos.
Algo así como la ratificación de que, Taylor, ese muchacho que había comenzado su carrera como un artista que se animaba a partir del country para abarcar territorios algo más amplios, estaba destinado a quedar en la memoria del mundo como uno de sus grandes trovadores de todos los tiempos.
Sólo que el tiempo y la distancia lentamente fueron alejando aquel pasado de las nuevas generaciones. Y si bien el entusiasmo que había despertado en el ámbito local se vio frustrado por la actuación que una lluvia suspendió (un concierto que lo pondría sobre el escenario del Hipódromo de Palermo -en 2017- compartiendo la velada con Elton John), dejó en evidencia que cuenta por aquí con una buena base de seguidores, cierto es que su presencia en los rankings hace mucho que es historia.
Sin embargo, a sus 72 años, con el privilegio de ser uno de los artistas más vendedores de la industria discográfica y el primer cantante no británico fichado por la Apple Corps de The Beatles, Taylor mantiene en "American Standard", su álbum número 20, publicado el pasado 28 de febrero, su fantástico magnetismo forjado lejos, muy lejos de las estridencias y embebido en su sofisticada simpleza.
La idea de su flamante disco no es nueva. Ya Paul McCartney hizo base en el cancionero estadounidense en su "Kisses in the Bottom" (2012), del mismo modo que poco antes lo había hecho Rod Stewart por quintuplicado, a lo largo de la primera década de este siglo en las entregas de su "American Songbook", y también Brian Ferry en su "As Time Goes By" (1999); todos de escucha altamente recomendable.
En todo caso, la curiosidad estaba más dada por saber cómo el estilo de Taylor podía conjugar con clásicos eternos de compositores como Henry Mancini, Hoagy Carmichael, Richard Rodgers, Harold Arlen y Jerome Kern, que fueron interpretados a lo largo de la historia por artistas como Frank Sinatra, Judy Garland, Billie Holiday y Bing Crosby, entre muchos otros próceres de la canción del Río Bravo hacia el norte.
Dejemos una luz no demasiado potente, pongamos el volumen en un nivel moderado e intentamos dejar de pensar (aunque sea por un rato en los diarios de hoy, ayer o mañana), y así descubriremos la calidad de un intérprete inigualable que aborda muchas canciones de las que ya escuchamos. Eso sí, a la vez que les impone su sello de fábrica.
Con una instrumentación exacta, a la que nada le sobra y nada le falta, con coros que por momentos parecen sacados de una de esas películas en blanco y negro de los primeros '50 pero que no atrasan ni un segundo, Taylor repasa títulos como "The Nearness of You", "Moon River", "Teach Me Tonight", "God Bless the Child", "It's Only a Paper Moon" y "Pennies For Heaven".
Y lo hace con tal naturalidad que nos hace sentir que esas canciones son tan nuestras como suyas, y que no importa cuánto haya pasado desde que fueron compuestas, mantienen una perfecta sintonía con el presente; confuso, incierto, inquietante, que más que nunca necesita no a uno, sino a varios James Taylor.