El 20 de enero de 2017 asume Donald Trump y ello implica un replanteo en la política de EEUU hacia la región. Hay que esperar que intente avanzar en sus propuestas electorales, lo que implicará que establecerá impuestos para las empresas estadounidenses que se han establecido fuera del país con el fin de promover su retorno. Ello será un costo para México, que en las últimas dos décadas apostó -y en gran medida logró- al traslado de ellas, para aprovechar las ventajas del Nafta. Trump seguramente acelerará la deportación de ilegales que tengan antecedentes penales, acentuando una política que, de hecho, intensificó Obama.
El acuerdo con Cuba seguramente será revisado y el gobierno estadounidense buscará incorporar condiciones políticas, las que el régimen castrista logró evitar con Obama. Cabe señalar que la comunidad cubano-(norte)americana, que jugó un rol importante en el triunfo de Trump en Florida, seguramente tendrá influencia en la política hacia la región y su voz será escuchada para cubrir los dos cargos claves hacia ella: la Subsecretaría de Estado para América Latina y la Dirección del Consejo de Seguridad Nacional para la región.
La situación de los tres países del llamado “Triángulo Norte” de América Central (Guatemala, Honduras y El Salvador), que junto con Venezuela están entre los 10 países del mundo con más homicidios cada 100.000 habitantes, puede adquirir mayor importancia para Washington por razones de seguridad. En cambio la importancia de América del Sur será sensiblemente menor.
En consecuencia, para México, América Central y el Caribe la cuestión central pasa a ser, en el año que se inicia, la adecuación a las políticas del nuevo gobierno de los Estados Unidos. La economía mexicana crecerá menos de lo previsto hasta el 8 de noviembre, por debajo del 2%. El estallido del “gazolinazo” -las protestas y saqueos como rechazo al aumento del precio de la nafta- en los primeros días de enero, confirman que no será un año fácil para este México.
Peña Nieto se prepara para una renegociación del Nafta, que ya ha sido anticipada por Trump. En agosto de 2018 es la elección presidencial y por esta razón el año en curso tendrá características “pre-electorales”. La puja aparece planteada entre la candidata del PAN (Zavala) -esposa del ex presidente Calderón- un populista (López Obrador), un candidato del PRI -que todavía no parece claro y eventualmente una figura ajena a la política tradicional- que puede ser el empresario Carlos Slim. La inseguridad y la violencia del narcotráfico seguirán siendo una constante en el país.
Será un año difícil también para Cuba. Trump buscará que el régimen castrista ceda en materia política, y no será fácil. La oposición cubana puede verse impulsada a endurecer su postura y ello puede hacer que el gobierno acentúe la represión. Pero el flujo de inversiones de EEUU que se esperaba puede ser menor. La sucesión también jugará un papel, dado que en 2018 Raúl Castro podría transferir el poder a un nueva generación, un cambio más trascendente que la muerte de Fidel.
En la región andina, los gobiernos populistas pueden beneficiarse del menor interés de Trump por América del Sur y los más cercanos a Washington, perjudicarse de ello.
El chavismo seguirá resistiendo en Venezuela, aunque la anarquía económica y social hoy es su mayor peligro, antes que la oposición. En Ecuador, en febrero habrá elección presidencial, siendo el candidato de Correa el mejor posicionado. En Bolivia, Evo Morales en 2017 intentará retomar su proyecto para tener un cuarto mandato consecutivo, tras la derrota en el referéndum del año pasado. En Perú, la gobernabilidad de Kuczynski seguirá siendo afectada por la mayoría absoluta del fujimorismo en el Congreso, y en Colombia, si bien el presidente Santos logró que comience a implementarse el acuerdo de paz con las FARC, será un proceso conflictivo. Los precios de las materias primas serán el factor más relevante para la economía de esta subregión.
Tras el triunfo de Trump, China presentó una nueva edición de su “Libro Blanco” para América Latina -la anterior fue en 2008- inmediatamente después de la elección presidencial estadounidense, en que plantea una serie de propuestas para la región en lo político, económico, comercial, infraestructura, ciencia y tecnología y cultura. Si bien la propuesta está dirigida a toda América Latina, su atractivo es mayor para los países de América del Sur.
En el Cono Sur, la economía de Brasil comenzará a recuperarse lentamente, Chile tendrá elecciones presidenciales y la Argentina de medio mandato. La expectativa es que el PBI brasileño tenga un crecimiento positivo, pero por debajo del 1% anual. La inestabilidad política generada por las denuncias de corrupción continuarán y ello impedirá a Temer su consolidación. A medida que se acerque el fin de 2017, irá ganando gravitación la pugna por las candidaturas presidenciales, con vista a la elección que tendrá lugar en los últimos meses de 2018. (El mismo año se realiza la elección presidencial en México). Chile tendrá elección presidencial a fines de 2017, compitiendo probablemente el ex presidente Lagos por la Concertación y el ex presidente Piñera por la derecha, con nuevas figuras, algunas provenientes de la televisión (Guillier), que buscan capitalizar a su favor el sentimiento “anti-política” que se ha extendido en Chile, como en muchos países del mundo.
La recuperación de la economía y la división del principal partido de oposición definirán el resultado. El Mercosur ya sin Venezuela intentará avanzar en la negociación por un TLC con la Unión Europea y Uruguay tiene conversaciones tanto con EEUU como con China para firmar acuerdos de libre comercio que pueden modificar el funcionamiento de este grupo regional.
En este contexto, en la Argentina en octubre tiene lugar la elección de medio mandato. Si Macri la gana, se impondrá la percepción de que gobernará ocho años y si la pierde, que lo hará sólo cuatro. El tema adquiere interés por ser el país cuya elección presidencial inició la salida del populismo de varios países de la región.