Jorge Alberto "Kiko" Herrera (79) es hombre de la noche. Tan es así que su reciente cumple lo festejó durante ocho noches seguidas, con distintos grupos de amigos, porque él se define como un cultor de la amistad. "Siempre hay alguien dispuesto a llevarme a alguna juntada", dice en sus conocidos relatos pausados. "Sufro cuando me quedo en casa. Ahí casi no escribo. Lo hago en los cafés, en alguna plaza, por ahí. Pero pocas veces en casa", afirma.
Él es de andar cansino y a la vista acompañado de sus pensamientos, distraído, soñador. Su vieja bicicleta ya no lo acompaña porque sufre de una dolencia en la columna. "De todos modos cuando me internaron la última vez, me la robaron", cuenta con resignación. "Pero ya no puedo andar en bici", agrega.
Confiesa que no sabe cuántos temas musicales ha compuesto (él los califica de glosarios poéticos) de más o menos los 23 años que comenzó. Supone que más de 300. "No, muchos más", corrige inmediatamente. "Siempre escribo", asegura y saca de sus bolsillos decenas de pequeños papeles con manuscritos recientes. Sonríe y los vuelve a guardar. "Tienen rima pero no se ajustan a los versos tradicionales", advierte.
Generalmente no recuerda nombres pero sí poemas completos que recita en esas juntadas amistosas.
"No me gusta dormir en la noche", asegura. "Por ejemplo, dijo durante la charla, esta mañana dormí un par de horas desde las seis. Estuve con unos amigos y después llegué a casa y escribí un rato", señaló.
Asegura que en sus inicios empezó a registrar sus obras en Sadaic pero que poco después dejó de hacerlo porque no considera que esa entidad sea justa y especialmente con los del interior del país. "Ahí registré unos 20 trabajos después de que rendí en Buenos Aires como autor e intérprete", recuerda con satisfacción. "No sé si hoy tienen que rendir los artistas ante Sadaic pero allá por los 60 había que hacerlo y el examen era riguroso".
También fue ahí donde adoptó el nombre artístico de "Kiko" que ya ostentaba, recuerda con una amplia sonrisa. "En mi casa me decían Kiko y nadie se acuerda por qué".
Dice que empezó a escribir, transformando esta tarea en su pasión, cuando trabajaba en el Banco de Mendoza enfermó de una dolencia pulmonar. "En un principio me mandaron a casa. Me aislaron porque creían que era una enfermedad contagiosa (después supo que no era así). "Me quedé muy solo y fue ahí cuando empecé a escribir y encontré que eso era lo que me gustaba", recuerda.
Kiko tuvo una hermana, Juana del Carmen Herrera que fue profesora de música y al igual que él, cantó con el conocido conjunto "Los Andariegos".
"Para mí fue un orgullo estar con ellos. Eran muy profesionales. De calidad. Tanta era su calidad que era difícil seguirlos", afirma.
"Mendoza feliz" que forma parte del repertorio de sus amigos Cacace-Aliaga y "Co hiueco sur" son unas de sus canciones preferidas. El asegura que no ha tenido trascendencia (lo dice con modestia sincera) porque sólo le canta a su tierra, San Rafael. Es un enamorado de este lugar y sólo le dedica sus creaciones a ella.
Sin embargo sus letras y música han superado las fronteras nacionales y, por ejemplo, El pago de mi tiempo y Cuequita para enamorar se escuchan en Europa y especialmente en Suecia y Hungría porque se impuso como canción en las escuelas. Allá las llevaron Los Cuyunches, un grupo mendocinos.
Kiko tampoco quiere hablar de sus premios. Sólo dice que son muchos y al consultársele por la distinción Sanmartiniana, afirma que nunca fue presentado por nadie. "Debe ser que no soy bueno", dice con una sonrisa cómplice.
"Mi premio son los amigos, la noche, las charlas. Eso es mi vida junto a la posibilidad de cantarle a mi lugar. A mi San Rafael.
En medio de la conversación debió interrumpir varias veces para contestar a amigos que lo invitaban para esa noche. Ese es Kiko.