Comunicar es un arte. Y bien lo sabe el público que disfruta de la compañía de dos profesionales que –por medio de distintas señales de TV– invitan al espectador a ser parte de la realidad que nos rodea.
Con carisma y profesionalidad (características que dominan a la perfección), dos de los grandes talentos de la televisión nacional actual son mendocinos.
Ambas con pasado vendimial, se encuentran en un gran momento profesional.
Por un lado, en la Televisión Pública encontramos a María Amalia Díaz Guiñazú. La periodista que todavía pertenece a Grupo América, trabajó en Radio Cooperativa, radio Nihuil, FM Ayer y en Canal 7 y hoy conduce la edición medianoche del noticiario.
–¿Cómo terminaste en la TV Pública?
–La Secretaría de Medios de la Nación tiene un programa federal en el que se miran jóvenes talentos del interior para luego invitarlos a que vivan una experiencia en la pantalla nacional. Durante 15 días, los periodistas se hacen cargo de la coconducción junto a profesionales consagrados de la Capital. Me convocaron a participar y después de que me vieron, me ofrecieron hacer unos reemplazos. Luego, llegó la invitación para armar el noticiario de medianoche. Empezamos con un programa de 20 minutos, pero hoy hacemos casi una hora… y nos va muy bien.
–Es decir, viajaste a Buenos Aires con una propuesta concreta.
–Gracias a Dios, siempre que viajé lo hice con propuestas formales. Nunca pasé por un casting en Ciudad de Buenos Aires, lo que demuestra que desde aquí se puede alcanzar un gran nivel si se trabaja para ello.
A punto de cumplir un año en la televisión nacional, Díaz Guiñazú afirma que logró cumplir un objetivo que añoró con tan solo 18 años.
Pero como siempre, el agradecimiento a su familia y sus colegas de aquí y allá no falta.
“Es un sueño que abracé y por el que peleé como nunca imaginé. Trabajé sin cansancio, aún cuando la estructura decía que no, yo decía que sí. Así se cumplen los sueños. Con amor, con una cuota de azar, pero con mucha decisión y valentía. Digo todo esto sin ningún ánimo de vanagloria personal, sino a modo de aliento para aquellos que se encuentran con un ‘no podés’ en cada esquina”.
–¿Cómo fue el momento en que te diste cuenta que tu futuro profesional no estaba en Mendoza?
–Hace mucho comprendía una diferencia de estilo. Sin embargo, no considero que mi futuro esté signado a un espacio geográfico. Si bien la industria televisiva se ha desarrollado mucho más en Capital Federal, hoy internet nos permite un desarrollo sin fronteras.
–¿Te costó adaptarte a los tiempos televisivos de Buenos Aires?
–Hay una notable diferencia desde la exigencia. Y está relacionada con la misma dinámica de vida de las capitales: la vorágine, la idiosincrasia, la velocidad y la voracidad. Somos muchos para los mismos lugares y entonces hay que demostrar, sacar todo. En mi caso, hace unos años tuve la oportunidad de trabajar en el canal América, como parte del grupo que tanto quiero y al que pertenezco. Cuesta adaptarse, pero esa primera experiencia me entrenó para esa exégesis del formato de noticiario en el que estoy y que implica mucha presión. La verdad es que me adapto rápido, pero también es muy importante la confianza que tus superiores depositan en vos.
–En todo este tiempo, ¿cuál fue el acontecimiento que más te impacto a la hora de cubrir?
–El acontecimiento más simbólico, para mí que me gusta la política internacional, fue la cobertura en directo de la asunción de Donald Trump en el momento en que juraba. Por esas cosas del azar me tocó justo a mí. Y claro, las Elecciones Legislativas 2017.
Una reina en la TV nacional
Por otro lado, varios son los mendocinos que comienzan su día acompañados por Julieta Navarro. Es que la morocha (Virreina de la Vendimia en 2008) se encuentra –junto a Antonio Laje– al frente de Buenos Días América, el matutino que arranca la programación de los dos canales.
"El viaje a Buenos Aires fue ir a probar suerte. Si bien uno siempre trata de pedir contactos, a la vez también hay mucha incertidumbre porque no sabés si alguien te va a dar laburo. Por eso los dos acordamos que al llegar podíamos trabajar de cualquier cosa, jugar la aventura completa. Y fue bastante arriesgado, pero ambos teníamos muchas ganas de vivir acá. Viajamos sin moldes y dejamos que las cosas se dieran. Gracias a Dios la suerte estuvo con nosotros, pero el mérito también es nuestro ya que tuvimos la valentía de bancar y de buscarla", dice Navarro sobre el periplo que le tocó vivir junto a su marido, el periodista Lucas Jerez.
La decisión de dejar la provincia fue muy difícil y es algo en lo que todavía trabaja. Una de esas resoluciones que implican grandes cambios: alejarse de la familia y afectos, perder momentos –buenos y ma los– en los que uno siempre está.
“Hoy, después de tres años, todavía tengo una batalla: sentir que vale la pena lo que estoy haciendo acá. Trato de estar centrada y consciente sobre las cosas que logro para apoyarme en eso y no sentirme tan mal”, asegura.
–¿Cuál es la gran diferencia entre la televisión de Mendoza y la de Buenos Aires?
–Lo más salvaje de Buenos Aires es el rating. Es muy sano trabajar como se lo hace en Mendoza, sin la necesidad de saber qué número estás haciendo minuto a minuto. Eso es algo que se extraña mucho, porque acá el rating condiciona tu manera de trabajar: da y saca trabajo, es así de fuerte e importante. Somos mucha gente en un canal, somos cientos de personas haciendo televisión. Acá aprendés que nada es personal, uno tiene que tener un escudo que empieza a crecer cuando se te va rompiendo el corazón porque sos pueblerino e inocente (risas) y venís con otra forma de trabajar. Para mí, la televisión en Mendoza fue como la universidad. Y la de acá es un posgrado en Harvard… muy duro.
–¿Cómo ves tu evolución dentro de esa vorágine?
–Me la paso tratando de hacer las cosas bien. No flasheo que soy nadie, no me pasa esa cosa de que trabajo en la tele y me siento famosa. Acá la gente te saluda cuando vas al súper o estás en el micro, pero no es tan fuerte como en Mendoza. Y en cuanto al trabajo, rápidamente entendí algunos códigos para trabajar y no molestar a nadie, para no ser mala compañera.
–¿Cómo te trató el 2017?
–Fue un desafío tremendo compartir espacio con Antonio Laje y todo el equipo. Nunca me tocó trabajar con alguien tan exigente como él y es algo que me llevó a ser más profesional. Todos los días laburo para estar a la altura: no meter la pata, ser precisa y responsable. Sin dudas, este año ha sido el de mayor crecimiento, pero me falta una vida todavía. No es que me haga la humilde. Sé lo que he logrado, pero esto recién empieza.
Traspaso de funciones
A la hora de responder, la periodista siempre habla en plural. Y esto es así desde comienzos de 2014, cuando la morocha se casó con Jerez. Hoy los dos se encuentran compartiendo cámara ya que “El Lucas”, como lo conocen en Buenos Aires, se sumó a las filas del canal para cubrir el verano en Mar del Plata.
–Se podría decir que le pasaste la posta…
–Sí. El año pasado me tocó estar en enero en el Partido de la Costa. Todos los días era una playa distinta, hacía cinco o seis salidas por día… una locura. No tenés productor, así que vos tenés que ir armando las notas: a veces no tenés nada y en otras ocasiones la gente colabora. En fin, sos vos con la espontaneidad del momento. Y si bien yo le puse la mejor onda, nunca había estado en este rol. Al principio estás nervioso, pero es una gimnasia. Aprendés a salir de los malos momentos y eso es lo bueno de los móviles de la playa.
–¿Cómo se dio lo de Lucas?
–Este año estaba la intención de que volviera, pero por el programa BDA no lo pude hacer. Y le tocó a él. Durante todo el año 2017 él me acompañó durante dos semanas y pudo ver las complicaciones, lo lindo y lo improvisado. Entonces, cuando lo llamaron nos charlamos todo y le di mil consejos. Pero él en los móviles, la verdad, “la rompe”, como ya lo hacía en Mendoza. Yo tengo el corazón feliz porque se lo re merece y lo esperó durante mucho tiempo. Se está destacando y está teniendo una repercusión increíble.