Aluviones, responsabilidad compartida

Los especialistas han advertido sobre la necesidad de implementar un plan anti-aluvional para evitar inconvenientes en fuertes tormentas.

Aluviones, responsabilidad compartida
Aluviones, responsabilidad compartida

Días pasados, un grupo de especialistas en la materia advirtieron a Los Andes sobre la necesidad de trabajar en la implementación de un plan anti aluvional para distintos puntos de la provincia, advirtiendo que se trata de una tarea con responsabilidades compartidas: por un lado el Gobierno, que es quien debe invertir en las obras necesarias ; por el otro, la comunidad en general, en razón de que, por falta de cuidados, es la generadora, con la basura arrojada a los cauces y acequias, de los embanques y problemas que genera el agua corriendo por las calles.

De manera tal, entonces, que la "inversión" gubernamental debería estar dirigida también hacia dos aspectos: a las obras y a la necesidad de desarrollar una tarea de concientización, lo suficientemente seria como para que la población tome conocimiento de la parte de responsabilidad que le cabe.

Han pasado muchos años y por ese motivo también gran parte de la población no lo tiene en cuenta o lo desconoce. Pero el 4 de enero de 1970, la ciudad de Mendoza se vio desbordada por el agua que bajaba con violencia desde la montaña y provocó la muerte de 21 personas, centenares de heridos y pérdidas económicas por millones de pesos.

Todo surgió como consecuencia de fuertes lluvias que se produjeron en el pedemonte, que desbordaron al dique Frías y que provocaron que seis millones de metros cúbicos de agua descendieran con inusitada violencia, arrasando con todo lo que encontrara a su paso.

Los primeros en sufrir las consecuencias fueron los habitantes de barrios ubicados en las laderas del zanjón Frías, hasta que el agua, continuando con su carrera descendente, colapsó los canales y convirtió a la calle San Martín en un verdadero río.

Si no hubo más víctimas fatales fue porque el hecho se produjo un día domingo en horas de la tarde y con un calor sofocante, que motivó que muy pocas personas se encontraran recorriendo la zona céntrica.

La situación cobró trascendencia a nivel nacional y motivó un cambio, tardío pero positivo, en el accionar de los gobiernos respecto de la necesidad de contemplar planes aluvionales que eviten la reiteración de problemas similares. A punto tal que desde aquel momento hasta el presente no se produjeron grandes inundaciones y, por el contrario, se llevó solución a muchos sectores, como los de la cuarta sección, que sufrían los desbordes del agua cada vez que llovía con cierta intensidad.

Pero vale advertir también que el paso del tiempo fue desgastando y hasta borrando en su totalidad, la conciencia de la propia población sobre la necesidad de mantener los cauces -aluvionales o no- con la necesaria limpieza para que el agua pueda correr sin inconvenientes.

Cabría recordar que tiempo atrás, cuando Irrigación procedió a la limpieza de los principales canales aprovechando la corta de agua, se encontró con heladeras, lavarropas y hasta automóviles arrojados por la propia gente, mientras habitualmente nos encontramos en los lugares más poblados con acequias tapadas por la cantidad de residuos y botellas plásticas.

La consecuencia de ese accionar es lógica cuando la cantidad de agua que baja por las acequias, especialmente en los días de lluvia, supera el cauce y cubre las calles.

Las quejas de los conductores o de la propia gente no se hace esperar, pero no tienen en cuenta de que gran parte de la culpa de lo que les ocurre es de su responsabilidad.

De todos modos al Gobierno también le cabe una tarea. El informe de los especialistas es claro y concreto y abarca a toda la provincia, advirtiendo que el pedemonte, la alta montaña y algunos sectores de la ciudad necesitan atención y algunas obras para evitar inundaciones por las tormentas. Hasta cierto punto, las primeras advertencias se han producido y sólo bastó observar el color del agua que descendía por el canal Cacique Guaymallén días pasados después de las lluvias para tomar conocimiento de lo que había llovido en el pedemonte.

Las autoridades han señalado que están ocupados en solucionar posibles inconvenientes y es de esperar que así ocurra para evitar cuestionamiento o lamentos posteriores.

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