La destrucción falaz y sanguinaria de nuestro planeta por el hombre es permanente y no da tregua. Hay una profecía lapidaria: "¡Dios perdona siempre, el hombre a veces, pero la Naturaleza, jamás!" Lo estamos comprobando y padeciendo desde hace tiempo. Los cambios irreversibles en los ecosistemas ambientales están generando una serie de trastornos y desastres que los causantes tratan de ocultar, soslayar o disimular.
Al fenómeno o descontrol climático, los mismos le ponen nombres para calmar, divertir o confundir. Hoy, nuevamente lo llaman "El Niño", alguna vez lo llamarán "El Padre" y no creo que llegue a "Abuelo". ¿Estaremos siguiendo el destino de Marte?
Estados Unidos padece una temperatura glacial nunca registrada de varios meses para luego seguir con inundaciones, huracanes, etc. Lo mismo que en China, Inglaterra, Francia, etc. donde nos enteramos a medias porque, como integrantes del "primer mundo", publican lo que les conviene.
No está lejos nuestro querido, sufrido y extraordinario país. La deforestación en el Norte está causando inundaciones incontrolables.
En Córdoba, el 95% de su arboleda ha sido talada, ¿de qué se quejan? En menor escala San Luis y no hablemos de la minería a cielo abierto de San Juan. Los culpables con cara de "yo no fui" culpan a "las inclemencias de la naturaleza" mientras multiplican pestes y ganancias.
Mendoza no escapa a ello: la ciudad y su entorno se encuentran instaladas en pequeñas cuencas aluvionales al Este del pedemonte con estribaciones orientadas de la precordillera, donde las precipitaciones en ese lugar dan lugar a crecidas de agua que originan aluviones y fluyen por zanjones que se convierten en cauces mayores produciendo anegamientos e inundaciones, no contando con drenaje urbano (Los Andes 10/1/16).
Nuestro pedemonte cuenta con canales de drenajes como el zanjón de los Ciruelos, Canal Frías, Maure y Cacique Guaymallén que no son suficientes. Recordemos el 4 de enero de 1970 cuando se produjo uno de los mayores desastres aluvionales. En la avenida San Martín, convertida en río, el agua arrastró vehículos, muebles y todo lo que hallaba a su paso ante la desesperación e incredulidad de todos.
Para entonces disponíamos de una defensa natural que era el pedemonte que actuaba como contenedor natural y gracias a ello el desastre no fue mayor. Actualmente el mismo se está "globalizando", recordando que el agua busca siempre su cauce natural y, según algunos, la ciudad mendocina y su entorno en un tiempo fue río.
En otras palabras: de producirse algo parecido y sin contar con las defensas naturales, restos de la ciudad y su entorno "aterrizarían" en Lavalle, donde siguen esperando que le devuelvan el Río Mendoza pero en otras condiciones.
Más que una profecía es una realidad. Tanto autoridades como funcionarios parecen estar ajenos a ello pero no los mendocinos, que debemos tomar cartas en el asunto aunque, a muchos, poco les interesa el alma de la Naturaleza y sus leyes permanentes.
La lluvia para los mendocinos fue siempre una bendición, pero la estamos convirtiendo en catástrofe.
Hay una frase de Hossein Nasar que sintetiza: "Finalmente, lo que podemos decir con total certidumbre es que no hay paz posible entre los hombres a menos que haya paz y armonía con la naturaleza".
Alberto Labrador R.
DNI 6.859.204