La escuela técnica Ingeniero Arboit está en Junín y muchos lo saben: es una de las más exigentes de la región. Sus alumnos tienen una pesada carga horaria que los lleva a cursar en doble turno.
Pero a pesar del intenso esfuerzo escolar, un grupo de estudiantes ha decidido quitarle tiempo al descanso y dedicarlo a los que menos tienen; esos chicos forman parte de un proyecto solidario que nació en 2009 y que hoy tiene algo más de 40 integrantes, repartidos en toda la escuela.
"Participan chicos de 1ro a 6to año y son todos voluntarios, es decir que la tarea solidaria que realizan no les significa una mejor nota en las materias", explica Andrea Gonzalez, la trabajadora social que armó el proyecto desde el Servicio de Orientación de la escuela.
A comienzo de cada año, el grupo decide a qué instituciones ayudará durante el ciclo y todos ponen manos a la obra: la idea es juntar ropa, alimentos y útiles que piden en colectas por los distintos cursos y que almacenan en un depósito hasta la entrega; también dinero que juntan en una alcancía y que se usa para completar la donación con alguna compra especial.
Ayer, parte del grupo solidario visitó la escuela primaria Madre Amable, a la que concurren niños con graves problemas sociales y que nació por el trabajo de un sacerdote, el padre Baggio; la escuela queda en La Colonia, límite con San Martín, y el grupo llevó hasta allí donaciones de útiles y ropa, pero también diversión y juegos, porque los alumnos de la Arboit suelen hacer más divertida cada salida, con disfraces de payasos, funciones de títeres y competencias con premios.
“Me enganché por el tema de la solidaridad y me gusta mucho lo que hacemos”, dice Gonzalo Rallo (19) que está en 5to año de Naturales y que entró al proyecto cuando cursaba 2do: “Con este grupo aprendés que hay otra realidad que muchos no vemos; que hay gente que la pasa mal, escuelas con necesidades y chicos que necesitan ayuda o que por lo menos los hagás reír un rato. Eso es lo que tratamos de hacer”.
Gonzalo cuenta su experiencia con la cara pintada de payaso; hace unos minutos jugó un picadito de fútbol con niños de siete años y ahora recupera aire; es mitad de mañana y cerca de allí, el resto de chicos y chicas de la Arboit se reparten tareas: algunos arman competencias entre los niños, otros juegan a la ronda o sirven desayunos.
“Estamos dos o tres horas con los niños y nos divertimos mucho”, dice Franco Andrade (18), de 6to Electricidad.
Aunque el proyecto es institucional y por eso mismo, no corre la falta a clases en cada salida, mucho del trabajo previo de organizar y recolectar donaciones se hace en horario escolar y eso requiere el permiso del profesor de turno, para que los integrantes del proyecto puedan salir del aula unos minutos: algunos profesores dan el permiso y otros no: “Es como en la vida, hay quien se compromete más con la solidaridad y otros no tanto”, dicen los chicos.
“De todos modos, cada uno de los que estamos acá sabemos que después hay que completar la tarea o dar la lección en la que no se estuvo”.
En estos años, el proyecto solidario de la Arboit ha colaborado con escuelas de la región, con jardines maternales (este año estuvieron en el de Philipps, en Junín) e incluso con entidades no educativas, como el asilo de ancianos en Rivadavia.
“A veces, parte de la donación que iba para una escuela termina en la familia de algún chico de la Arboit que la está pasando mal; esa ayuda interna es silenciosa porque no queremos que nadie se sienta mal por recibir algo que realmente necesita”, cuenta Bruno Baigorria (17), de 5° Naturales.
Termina la visita y el grupo se va contento, sintiéndose un poco mejor que cuando llegó a la escuelita. A esta altura del año, los más grandes preparan a los que vienen detrás para el reemplazo, para que cuando egresen en diciembre haya quien tome la posta en las decisiones. El proyecto nació en 2009 como idea de una trabajadora social, pero a esta altura casi tiene vida propia.
La escuela Madre Amable se sostiene con voluntarios
El colegio Madre Amable, que visitaron los alumnos de la Arboit, nació hace años como un hogar para chicos con problemas sociales y de conducta. Fue una idea del padre Baggio cuando en la zona no había un lugar donde recibir a niños conflictivos.
“Acá se les da contención, educación, el desayuno, el almuerzo y la merienda. Tenemos chicos desde los tres años hasta 7mo grado y están con nosotros desde las 8 y hasta las 15”, cuenta Paulino Zingariello, que es el director.
Con el tiempo, el hogar del padre Baggio fue absorbido por la Dirección General de Escuelas: "Hoy dependemos de Educación Privada, pero obviamente que acá ningún niño paga por venir; la escuelita depende de las donaciones, que por suerte son muchas, y de la ayuda de una comisión de más de 600 voluntarios que paga una cuota que va desde los 10 a los 100 pesos", agregó el director.
La escuela funciona en un predio de una hectárea, en La Colonia y entre sus proyectos trabaja una huerta: “Nuestros niños tienen muchos problemas porque vienen de hogares conflictivos, y el principal objetivo acá es trabajar la autoestima, enseñarles que pese a todas las dificultades pueden y deben soñar con un futuro mejor”.