El agua cubre casi tres cuartas partes de la superficie de la Tierra y sólo 3% del volumen total es dulce, y de éste, apenas 1% está disponible en estado líquido componiendo los ríos, lagos y napas subterráneas.
En Mendoza, los ríos ocupan 2,5% de la superficie; el resto es desierto con poco más de 250 mm de precipitaciones anuales promedio. Son datos que en general todos conocen y que revelan el gran compromiso que tenemos los cuyanos. No obstante que las precipitaciones y deshielos ofrecen hoy un panorama positivo, el peligro es siempre latente.
La Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible de la Tierra, que las Naciones Unidas demandó en una histórica reunión en marzo de este año, fue trascendental y a la que adhirió nuestra Legislatura, pero nos preocupa la necesidad de resolver problemas al alcance de las manos como habitantes que no parecemos tomar conciencia de que vivimos en zona semidesértica. Empleamos 300 mil millones de litros de agua por año.
Como sostienen los expertos, estamos dilapidando nuestro patrimonio hídrico: utilizar 450 litros de agua por día y por persona es un despropósito.
Un derroche per cápita de 200 litros. Por eso Los Andes valoriza permanentemente el esfuerzo de ciudadanos que se ocupan y preocupan por el derecho al agua y su utilización en forma racional.
Hay muchos ejemplos, y uno de ellos es la investigación, traducida en un informe, de alumnos del colegio secundario 65 P ECEA, de Tupungato.
Eligieron desempeñar el papel de "Embajadores del agua" y se tomaron la tarea muy en serio: reducir la contaminación y el dispendio en la población tupungatina, que, según registros de los estudiantes, utiliza 600 litros diarios por poblador y no ya el valor que resulta de por sí alto de 450 litros.
Los adolescentes caminan por las calles, tocan timbre en las casas, hablan con los vecinos y explican lo que fueron acumulando como información: una gota por segundo significan 30 litros de líquido por día. Y como hacen los impresos de Aysam e Irrigación, se explayan en consejos para un uso responsable.
El ejemplo de estos escolares se repite en muchos establecimientos educativos de la provincia, e inclusive ya está institucionalizado el programa legislativo “Ciudadanía del agua”, que tiene miles de militantes juveniles. Sin descartar, además, dos interesantes entregas de corte didáctico: Aqualibro (impreso) y Aquabook, manual digital.
Se aproximan la primavera y el verano, épocas en que la utilización del líquido es mayor. Si el trabajo provincial de miles de estudiantes, además del que realizan técnicos y funcionarios, fructifica aunque más no sea en términos moderados, podremos mirar el futuro con un poco más de optimismo.
Cerrar una canilla a tiempo y no usar el agua en menesteres prescindibles, como lavar el auto o regar una calle, podría ponernos en mejor condición frente a la crisis hídrica que atravesamos.