Paralizados en el Zócalo y con sus mochilas cargadas de ansias por hacerse de una experiencia completa del DF, los turistas entienden que será imposible en una estadía que tenía fecha de vencimiento desde antes de la partida.
Alguien percibe su desconcierto, su desazón de recién llegados y les habla de magia. Los forasteros, confundidos, y deseosos de encontrarse con Ribero y los resabios de la revolución no alcanzan a entender.
“Si quieren llevarse la esencia local, paseen por los barrios mágicos del DF”, dijo y desapareció.
No así su idea, que inspiró un viaje inolvidable por la capital mexicana.
Vecindarios benditos
Escapando apenas un poco de la vorágine citadina que se condensa en esa gran plaza principal, la urbe se anima a mostrar su alquimia.
Y lo hace con la propuesta de sus barrios mágicos y desde ya que lo son. Espacios donde se respira la historia, donde las prácticas religiosas y artísticas de antaño se entrelazan con las actuales, los 21 vecindarios apuntados son una promesa de autenticidad mexicana.
Uno a uno
Antiguas casonas, plazoletas y jardines, le dan a San Ángel esa atmósfera tradicional que los viajeros andaban buscando cuando atravesaron las puertas del hotel. Memorias de tiempos previos a la revolución, de conspicuas familias que se apostaron por allí durante el Porfiriato surgen.Y allá están Diego y Frida, para tranquilidad de los extranjeros, que los venían persiguiendo desde hacía tanto.
Al entrar en su museo y ver sus obras de arte y objetos entienden que acertaron la elección, hallaron lo que deseaban. Siguen por la calle Altavista para encontrarse con sus boutiques y galerías de arte. Es sábado, entonces, podrán aprovechar el bazar que se instala en una de las casas de la Plaza San Jacinto, en el que venden artesanías.
Plaza Hidalgo despunta en el corazón de Azcapotzalco y la Parroquia y ex convento de San Felipe y Apóstoles, en pie desde 1565, terminan de enamorar.
Mixcoac, zona en la que durante la conquista hubo numerosos ranchos y haciendas, ha sido absorbida por la urbanidad y actualmente es uno de los vecindarios más poblados y está cargado de parques, edificios antiguos y monumentos que ameritan su contemplación.
La vuelta por Coyoacán resulta inspiradora, diversa. El vivero que, instalado en un parque público, funciona como centro de propagación de especies arbóreas da la bienvenida y prepara para lo que sigue. Por ejemplo, la pasadita por la calle Francisco Sosa, donde está la casa del sol, en la que se cree que Venustiano Carranza redactó una parte de la constitución de 1917.
La secundan varias otras construcciones añosas que van relatando retazos de historia. Hay mucho para ver y se hace difícil escoger dónde parar, pero los viajeros, entre otros parques de la zona, se quedan con el de Frida, para admirar la escultura de bronce en su honor que la muestra vestida de tehuana.
El magnetismo de esta artista emblemática los conduce hasta la casa azul, sitio en el que vivió, que devino museo y que reproduce los ambientes en los que trabajaba. La muestra permanente incluye obras suyas amén de una colección de arte popular mexicano. Cercanos en sus experiencias vitales, también en sus museos, en el mismo barrio está la Casa de León Trotsky, y allá van.
Lo habían imaginado y acá están en la plaza Garibaldi, que como dicen por ahí, canta día y noche ante un buen tequila y el llanto del mariachi hace vibrar a propios y extraños. Y de seguro que los extraños están vibrando en este atardecer, como lo hicieran hace un rato cuando recorrían el Museo del Tequila y el Mezcal.
Y otro día, muy temprano parten al encuentro de la Morenita del Tepeyac. No esperan magia por allí, tan sólo el fervor de ver en la Tilma Sagrada la cara de la Virgen de Guadalupe. Ya suman dos más, para llegar al promedio anual de los 20 millones de peregrinos que recibe con oraciones o sólo miradas.
Tiendas de especias, flores, chiles y chocolate se apostan en las calles de San Pedro Atocpan. La cita allí es con la gastronomía mexicana, que desde hace tres años es Patrimonio Inmaterial de la humanidad.
Los viajeros están en la capital del mole y se disponen a elegir uno, entre los más de 50 restaurantes típicos donde lo sirven, para luego recorrer lo que resta de esta comunidad que, aun en 2013, se empeña en resguardar los secretos milenarios de la herbolaria y el temazcal.
El mole ha saciado el hambre y tras un par de días recorriendo los barrios mágicos, sienten que han logrado su cometido. No podrán desandarlos a todos, pero saben que encontraron la mexicanidad, esa que venían buscando. . .