Nadie puede poner en dudas de que la vitivinicultura es nuestra principal actividad agrícola, a punto tal que su producto final, el vino, es considerado la “moneda fuerte” de Mendoza. Sin embargo, Mendoza no es sólo actividad vitivinícola. En su momento fue la provincia más importante en la producción de aceitunas y de aceite de oliva y abandonó ese lugar de privilegio por dos hechos puntuales: la erradicación de olivares como consecuencia de los bajos precios y las fuertes plantaciones impulsadas por las promociones y desgravaciones en La Rioja, Catamarca y San Juan.
Mendoza también ocupó, durante décadas, el primer lugar en el mundo en la producción y exportación de ajos, hasta que la apertura de de China trajo consigo aparejada la inserción de sus productos en los países de occidente. En el área hortícola y frutícola nuestra provincia también ocupa lugares importantes en la producción nacional. Sin embargo y a pesar del más que interesante trabajo que desarrollan las delegaciones del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA), en la gran mayoría de los casos los productores se mueven con decisiones individuales, sin aprovechar el cúmulo de conocimientos que podrían aportarle los organismos especializados.
Si bien la diversificación de la actividad frutícola en la provincia ha sido importante, los inconvenientes surgieron con las variedades que se han implantado. También se afirma que el clima mendocino, por sus características de gran amplitud térmica, resulta ideal para la calidad final de la fruta.
Dentro del marco señalado, aparece ahora la oportunidad que brinda el mercado de la almendra. Mendoza y San Juan son las principales proveedoras del producto y la demanda del país supera a la producción, razón por la cual la Argentina debe importar almendras desde Chile por un total de 5,7 millones de dólares, tal como sucedió en 2010. De manera tal que producir almendras servirá tanto para cubrir el mercado interno y, de superar la producción, proveer a un mercado mundial que mueve 1.973 millones de dólares al año.
Mendoza llegó a contar en su momento con unas 5 y 6 mil hectáreas implantadas con almendros pero poco a poco esos emprendimientos fueron fracasando por problemas de las heladas -el almendro florece muy temprano, a principios de agosto- y es por eso que afines de los ‘90 sólo quedaron 2 mil hectáreas en producción.
El último relevamiento del Instituto de Desarrollo Rural permitió establecer que en 2010 eran 2.138 las hectáreas de almendros, pero hay emprendimientos importantes que podrían sumarse, como por ejemplo uno de entre 800 y 850 hectáreas en Lavalle, uno de 700 hectáreas en Nueva California y existen otros emprendimientos también importantes en otras zonas de la provincia. En estos últimos casos, se trata de una variedad de almendros con floración más tardía y por lo tanto con menores posibilidades de sufrir las consecuencias de las heladas.
De acuerdo con lo señalado por especialistas en el tema, la demanda interna ha generado que los precios se mantengan tonificados y el mayor inconveniente se centra en el manejo de los cultivos, razón por la cual en Mendoza las producciones son de 750 a mil kilos por hectárea cuando se podrían llegar a obtener 2.500 kilos.
El cultivo de almendras abre, entonces, nuevas posibilidades para la diversificación frutícola en la provincia. El tema es lograr concatenar el interés de los productores con el conocimiento que brindan los organismos especializados a los efectos de establecer las posibilidades, las zonas propicias y las variedades convenientes para que la inversión logre los objetivos económicos posibles de alcanzar.
