Almafuerte

No lo planteó bien, lo sufrió, le costó todo. Pero a puro corazón, Gimnasia dejó todo y desde el punto penal encontró la recompensa.

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Malo, feo, un bodrio. Sí, un primer tiempo soñado para el Lobo, que pese a todo le tocó pasar algún que otro sobresalto.

No todo fue color de rosa (un cabezazo casi a quemarropa de Muñoz que tapó muy bien Alasia debajo de los tres palos y luego el propio Alasia salió lejos para despejar una pelota que termina dentro del campo de juego y Sánchez desde mitad de cancha casi la cuelga sobre Albornoz que volvía para ocupar el lugar de arquero).

Es que lo iba a padecer porque renunció a la tenencia del balón o a eso lo obligó el local.

La revoleaba a cualquier parte el Lobo porque tenía concentrado todos sus esfuerzos en frustrar a Unión, no producto quizá de un gran funcionamiento defensivo pero sí por cantidad de piernas a servicios de obstruir un rico circuito futbolístico propuesto por el tridente Molina-Muñoz-Sánchez, quienes se movían permanente por un lado y por el otro, triangulaban, pero no eran profundos.

Sacripanti se aburría. Todo estaba controlado, el partido era un espanto para los ojos, tal cual lo quería el equipo de Toti Arias.

Pero sin la pelota en su poder siquiera un ratito, todo se iba a ser difícil y cada vez más cuesta arriba. Y de hecho la resistencia duró mucho más de lo pensado.

Exactamente 62 minutos, cuando Gaviglio, que tenía un minuto en cancha, entró por el punto penal y le metió la cabeza a un tiro libre de Molina. Nadie sabía de quien era la marca, acababa de entrar, y nadie se hizo responsable de seguir al 17.

Si bien no había hecho mucho Unión para ponerse arriba, la superpoblación de piernas de mitad hacia atrás era pobre argumento para sostener el resultado positivo que obtuvo en nuestra provincia.

Sobre llovido, mojado. A los 32 minutos, Corvalán se iba afuera por doble amonestación. Si Gimnasia no había siquiera pateado al arco en los 77 minutos , los 13 restantes no iban a cambiar la historia y sólo los penales podían salvar la ropa del Mensana.

Sólo eso y nada más que eso. Y fue nomás desde los doce pasos donde el Lobo encontró paz. Lo jugó mal, no le salió nada de lo pensado en la semana. Pero ahora ya nada importa. Los penales premiaron el amor propio de un equipo que nunca tiró la toalla. Ahora, la revancha de Comodoro Rivadavia es la materia pendiente.

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