Actualmente gobierna a nuestro país un cenáculo de dirigentes del Pro. Por tanto, no gobierna la coalición Cambiemos, ni menos los partidos que la integran, como la UCR o la Coalición Cívica.
En el caso de la UCR fue la que posibilitó, nos guste o no, el triunfo del actual gobierno. Una circunstancial conducción partidaria por ínfima mayoría triunfó en Gualeguaychú (Entre Ríos) y permitió que toda la estructura nacional diera el triunfo al actual Presidente. A partir de allí, el propio Macri se encargó de señalar que no existía ningún gobierno de coalición ni cosa que se le parezca. La actual conducción radical hoy reclama mayor participación en las decisiones del Gobierno nacional. Al efecto, los casos más importantes son la elección de los ministros de la Corte Suprema; el blanqueo de capitales; la exorbitancia de las tarifas de gas, luz, transportes; la reducción de regalías a las mineras; el monstruoso endeudamiento externo producido en dos años y medio; la disminución del presupuesto universitario; la falta de políticas sociales; el alza imparable de la inflación y la venta de las acciones de Transener. Estos son algunos de los casos que los dirigentes radicales aseguran que no hubo consultas previas.
Deseo al Gobierno nacional la mejor de las suertes. En su suerte, está el destino del país.
Sin embargo, es preciso decir que la UCR debe rever su estrategia a corto plazo para que a través de su organismo máximo rompa el pacto que vincula a un partido neoliberal de profundas convicciones derechistas como lo constituye el PRO. Lo digo con el mayor de los respetos pero me pregunto: ¿Qué hace la UCR de más de 130 años al servicio del país, con un pensamiento social-demócrata, en una alianza que lleva a su desaparición a corto plazo? Ojalá me equivoque. Es que la filosofía que inspira al PRO no pasa por los partidos políticos, instrumentos de fundamental existencia en la República conforme al artículo 38 de la Constitución Nacional. A los gobernantes nacionales les da lo mismo incorporar a un peronista, a un radical, a un conservador o a un empresario. Ello constituye un boomerang para el propio gobierno pues no tiene un plan cierto.
Es el gobierno del día a día. De allí que los CEOS son los que fijan la política de precios, la quita de remedios a jubilados, las tarifas impagables que causan un daño cierto a los sectores medios que fueron los que le dieron el voto. Más aún, se ha producido una transferencia de ingresos de sectores populares a una ínfima minoría plutocrática. En definitiva, si la UCR no cambia su posición se consumará una auténtica sociedad leonina: solamente será socia en las pérdidas y pagará el costo político. Nada más apropiada que hoy la síntesis: "Es la economía, estúpido". Lo imparable de la inflación y la persistencia de la pobreza. Los escándalos off shore han convertido al gobierno, en un barco sin timón con rumbo de colisión. Se podrá decir que la UCR ha perdido la razón de su existencia. No lo creo, pero es mejor tener nuestra propia identidad, aun perdiendo elecciones en soledad.
Si no hubiera dicho estas cosas, los ilustres próceres de la UCR (cuya conducta e idoneidad al servicio del país no se discute, como: Alem, Yrigoyen, Alvear, Lebensohn, Larralde, Balbín, Illia, Alfonsín, Leopoldo Suárez, Santiago F. Llaver, entre otros), no me lo hubieran perdonado.