La Alianza del Pacífico y el Mercosur

En los procesos económicos y políticos que se están desarrollando en el continente americano, nuestro país está quedando cada vez más aislado. O, peor aún, profundizando alianzas con aquellos países con los que justamente no hay que hacerlas, si lo que qu

La Alianza del Pacífico y el Mercosur

De un lado se encuentra la Alianza del Pacífico, que agrupa a México, Colombia, Perú y Chile. Esta agrupación, de reciente constitución, se formó por iniciativa del presidente del Perú, Alan García, en abril de 2011.

El año pasado formalizaron la Alianza aprobando el Acuerdo Marco de la misma, que firmaron los cuatro presidentes en el cerro Paranal del desierto chileno de Atacama.

Se incorporaron al grupo en carácter de observadores Panamá y Costa Rica, este último próximo a ingresar como miembro pleno. La Alianza ha entrado en plena vigencia hace pocos días, en una reunión de los presidentes celebrada en Cali. Varios otros países están pidiendo ser admitidos como observadores, con intenciones de incorporarse en forma plena.

La Alianza del Pacífico se asienta sobre propósitos claros y sencillos. Por un lado, en lo interno, un compromiso efectivo de avanzar progresivamente hacia el objetivo de alcanzar la libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas.

Por el otro, consolidar un bloque del Arco del Pacífico Latinoamericano como espacio de concertación y convergencia, así como un mecanismo de diálogo político y proyección con la región Asia Pacífico.

En la citada reunión de Cali, los presidentes han efectuado enfáticas declaraciones a favor de la plena vigencia del estado de derecho y de la democracia. Se presentaron como un grupo de países estables, que ofrecen mucho mejores condiciones de inversión que los regímenes populistas de América del Sur.

Pero además, demostrando que la Alianza es de libre comercio en serio, acordaron eliminar la tarifas del 90% de sus productos y llegar a un acuerdo para a fines de junio agregar el 10% restante.

En el otro lado encontramos el ya veterano, y fallido, emprendimiento del Mercosur, con uno de sus miembros, Paraguay, aún suspendido y otro incorporado sin cumplir los pasos del Tratado, Venezuela. En el orden político es de sobras conocida nuestra mala relación con Uruguay y los constantes roces con Brasil.

Desde el punto de vista económico, los integrantes del Mercosur no han tenido, ni tienen, vocación alguna de constituir un mercado común, con libre circulación de bienes, servicios, capitales y personas. Por el contrario, han acentuado las medidas proteccionistas, especialmente la Argentina, y una obsoleta sustitución de importaciones, en lugar del libre comercio.

Pero por otro lado, en los últimos meses ocurrieron hechos que muestran que Brasil pierde interés en la Argentina, aunque sigue siendo un mercado importante para su industria.

La partida de la empresa minera Vale; la desinversión en el sector de la industria de la carne; la decisión, posiblemente política, de truncar la venta de activos de Petrobras al empresario Cristóbal López; el trascendido ríspido dialogo entre ambas presidentas semanas atrás.

El problema para la Argentina es que Brasil es un socio económico demasiado importante para pelearse todos con él.

Es indispensable encontrar una estrategia que estabilice las relaciones económicas con una visión de largo plazo, tarea nada sencilla, como muestra la historia. Hay un hecho ocurrido en marzo muy llamativo: Brasil y Uruguay firmaron un Protocolo Adicional en el marco de Aladi, Asociación Latinoamericana de Integración.

El contenido del Protocolo está destinado a reconstruir el vínculo bilateral entre ambos países y, según un especialista, refleja una clara intención de ambos gobiernos: “Iniciar el proceso de evacuación ordenada del Mercosur”.

Para la Argentina el Mercosur hoy es un chaleco de fuerza que le impide negociar en forma independiente con países o bloques. Por eso hay que repensarlo todo para no perder el tren al que se están subiendo los países vecinos.

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