En la comunicación diaria utilizamos más de una vez términos latinos que han verificado una adaptación al hacerse españoles, sobre todo en lo que atañe a su grafía. Es interesante conocer esa adaptación para saber que no estamos incurriendo en un error cuando colocamos tildes conforme a las reglas de acentuación que conocemos. Citaremos algunos términos en los que se verifica esa adaptación:
Accésit: Este vocablo correspondía a la tercera persona del singular del pretérito perfecto, del modo indicativo, del verbo latino “accendere”, cuya traducción era “acercarse, aproximarse”. En el tiempo y modo que hemos señalado, la forma era “accessit” y su valor significativo, “se acercó, se aproximó”. El término, en la actualidad, figura en los diccionarios académicos como un sustantivo masculino, con el sentido de “recompensa inferior al premio en un certamen”. Conserva el valor original porque indica un reconocimiento que “se acerca” al premio. Al adaptarse a nuestro idioma, simplificó la S doble y tomó tilde como palabra grave acabada en ‘-t’. Al pluralizar, se escribirá ‘accésits’, con tilde, por terminar en consonante agrupada: “El jurado, para estimular la producción, otorgó varios accésits a escritores jóvenes”.
Déficit: Igual que en el caso anterior, el vocablo proviene del verbo latino “deficere”, que poseía, entre varios valores significativos, el de “faltar, tener falta o necesidad”. La forma que pasó al español pertenecía al presente de indicativo, en su tercera persona del singular, por lo que su traducción es “falta”. En nuestra lengua, constituye un sustantivo que, según nos indica el Panhispánico, entró desde el francés y que comenzó a usarse a fines del siglo XVIII, en el ámbito económico, con el sentido de “diferencia negativa entre ingresos y gastos”; también, fuera de ese ámbito, significa “insuficiencia o escasez”. Al igual que el vocablo ‘accésit’, pluraliza añadiendo simplemente ‘s: ‘déficits’. Es obligatoria la colocación de tilde pues se trata de un vocablo esdrújulo: “Es honesto revelar siempre los déficits en cada ámbito de trabajo”.
Superávit: Este término es exactamente opuesto en su significado al precedente. Nuevamente, es el Panhispánico el que nos señala que se trata de un latinismo, proveniente del perfecto del verbo “superare”. Su traducción es “excedió, sobró”; también comienza a usarse en el lenguaje económico en el siglo XVIII, como sustantivo masculino, con el sentido de “cantidad en que los ingresos exceden a los gastos”. En el lenguaje cotidiano, significa también “exceso, abundancia”. Se tilda por ser palabra grave terminada en consonante diferente a ‘n’ o ‘s’; conserva la tilde al pluralizar ‘superávits’, por la misma causa dada para ‘accésits’: “Es bastante poco frecuente que una gestión acabe con superávits”.
Referéndum: En latín, esta forma, que se escribía sin tilde, pertenecía al verbo “referre” y era lo que se denominaba “gerundio” o “participio futuro pasivo”, que indicaba obligación. La traducción era “lo que deberá ser respondido” y, también, “que deberá ser sometido a deliberación”. Al pasar al español y adaptarse, toma tilde por ser grave acabada en ‘-m’, adquiere valor sustantivo y toma el significado de “procedimiento jurídico por el que se someten al voto popular leyes o actos administrativos”. La Academia nos aconseja no usar esta forma etimológica ‘referéndum’, sino la forma totalmente españolizada ‘referendo’, cuyo plural es ‘referendos’: “¿En qué acabará el asunto del controvertido referendo?”
Ultimátum: Según el español Segura Munguía, en su Diccionario por raíces del latín y voces derivadas, el verbo ‘ultimar’, con que se relaciona el término, aparece en lengua hispana, proveniente de un latín tardío, en el siglo XVII, mientras que para el sustantivo ‘ultimátum’ su valor es el de “condiciones últimas que se imponen de modo terminante y definitivo”. Se tilda en español por cumplir la regla general de las palabras graves. Su plural es ‘ultimátums’. La adaptación ‘ultimato’, a diferencia de las formas hispanizadas de otros latinismos, no ha triunfado en el uso.