Alfredo Casero: “Yo no soy amigo ni enemigo del poder”

El actor, que acaba de sumarse a “Guapas”, habla de su exposición, del costo que tuvo su enfrentamiento con algunos sectores del oficialismo, de Víctor Hugo Morales, de Estela de Carlotto, de todo. Y reconoce que va a verlo al teatro menos gente que antes

Alfredo Casero: “Yo no soy  amigo ni enemigo del poder”
Alfredo Casero: “Yo no soy amigo ni enemigo del poder”

La gente del bar, más que mirarlo, lo escucha. No es que hable fuerte, sólo se hace oír. Su timbre de voz suena firme, aún cuando la emoción le quiebra las palabras. La coyuntura profesional marca que acaba de sumarse a “Guapas” (a las 21.15, por El Trece, y aquí a las 22 por Canal 7), pero él no es de ese tipo de entrevistados que va a caballito de la promoción.

La coyuntura general parece ser lo suyo. Habla del país, de la grieta -que no nombra, pero existe-, de Estela de Carlotto, de Víctor Hugo Morales, de los argentinos, de la exposición pública que vive desde el año pasado luego de haber cuestionado una actitud de Juan Cabandié. Habla. Y aclara: “Yo no me callo ante lo que me parece injusto”.

A los 51 años, con una notable carrera en el humor -con “Cha cha cha” y “De la cabeza” como emblemas- y un interesante registro dramático, no se guarda nada. Piensa, dice y se mete en curiosos laberintos de los que sólo él sabe salir. Tardará más, menos, pero llegará a cerrar la idea. En el medio, claro, hay que seguirlo. Atractivo ejercicio.

Para aquellos que no recuerdan cómo nació este Casero explosivo en los medios, uno de los disparadores fue su crítica a Cabandié, hoy diputado nacional, que en una discusión por una multa amenazó a una agente de tránsito y citó su pasado como hijo de desaparecidos.

La respuesta de Casero (en la que se coló su propia historia de identidad, porque comprobó, vía ADN, que no era hijo de su padre) generó un comentario público de la presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo: “Es muy delirante su relato (...) Él no pensaba, antes, que éramos sus enemigos. Y está hablando de dictadura ahora. O no vivió, o está en otro lugar, en una cápsula”.

Hasta ahí el pasado reciente. Ahora, la actualidad de la charla en una confitería porteña, con pizza calabresa, agua mineral y llama encendida: “Yo nunca me enojo cuando digo estas cosas. Es un estado de alegría poder promulgar la justicia. Lo que pasa es que cuando la injusticia produce una pared, esa pared hay que destruirla”.

-¿Cómo se destruye con la palabra?

-Primero se destruye con los hechos. Si vos tenés el caso de un tipo como Víctor Hugo Morales, que te dice que está bien vivir en la Villa 31 y después se va a París a ver una ópera con la plata que gana en Radio Nacional... Porque no sé quién le paga, creo que nosotros, porque es una radio del Estado. O sea, forma parte de un aparato de propaganda.

-¿Eso es levantar una pared?

-Lo que genera una pared es cuando a mí me prohíben algo. A mí no me van a prohibir nada. Por supuesto que en este tiempo me vi en circunstancias densas.

-¿Tipo qué? No quiero interpretarte, quiero entenderte.

-El hecho de dividir obliga a que se tome partido. Por ende, hay un montón de gente que, con todo lo que se dice de mí, no va a ir a verme al teatro.

-¿Eso sucede?

-Sí. Por ejemplo, sé que hay lugares a los que llamás para pedir una entrada mía y no hay nadie. Y, bueno, es un teatro, pero...

-También habrá gente que te redescubrió a partir de esto.

-No creo. Yo soy el de siempre. No quiero llamar la atención. Soy éste que ves vos. No me interesa hacer política ni quiero que la gente levante una bandera atrás mío. Yo tengo una responsabilidad con los pibes más jóvenes.

-Hace un ratito estabas hablando de Víctor Hugo Morales...

-Ah, sí. Cuando dice que vivir en una villa es algo bárbaro y que de pronto te podés ir al Gaumont a ver una peli es hablar con el pensamiento de una vieja rica en una mesa de bridge. Es inadmisible tener una favela en medio de una ciudad. Es inadmisible no haber solucionado eso.

Es inadmisible que hagan hoteles increíbles con pista de auto y la puta que lo parió, como sucede en provincias del norte, y que los chicos se estén cagando de hambre.

-¿Sentís que cambió tu perfil en los medios por tu opinión explícita?

-Hablé por algo que me parecía absolutamente injusto. Yo pertenezco al acerbo popular de este país. Soy un actor que la gente reconoce. Si cometen un atropello en contra mío también cometen un atropello en contra de un montón de gente que no piensa de la misma manera que ellos.

Y luego empezaron a hablar de mí en “678” y se movió todo el aparato que está alrededor de ese programa. Lo que a mí me importa es que vayas a Parque Patricios y hablés con el peluquero que me cortaba el pelo. Andá a Avellaneda y vas a ver que hay gente que se acuerda de mí. Si vas a La Reja te van a decir que yo me hice mi propia casa con mi guita, si vas a...

-¿Todos van a hablar bien de vos?

-No lo sé, no importa si hablan bien o mal. Lo que importa es que pueden dar fe de mi coherencia. Eso es lo que me mantiene respetado por el círculo más importante, que es mi familia.

La familia, como tema, lo llevó a hablar de su propia realidad, la que descubrió hace dos años: “Casero no fue mi padre. Y eso también es vivir con la identidad cambiada. Casero no fue el papá que todos queremos tener, era un tipo muy particular, pero eso no significa que no lo haya querido. Y no me victimizo por eso.

Ahora descubrí otra familia, con hermanos, con la tía Mary, un tío que se llama Eduardo. Los conozco y me doy cuenta de dónde vengo. La veo a Mary, que es muy graciosa, y me veo. Voy a Italia y me dicen Bimbo, que quiere decir bebé... Porque cuando ellos dejaron de verme yo era un bebé”.

-¿Cómo te toman tus colegas?

-Hay de todo. Hay actores que han dicho “Esperemos que Casero pague sus impuestos”; actores que hoy trabajan en cine, porque hay un grupo de amigos y un grupo de enemigos. Yo no soy amigo ni enemigo del poder. Ser amigo del poder es lamerle el ojete a funcionarios. Uno tiene que estar al servicio de lo que hace.

-¿Seguís esperando que te inviten a "678"?

-No, ya no. Los vi últimamente, no les da el piné

-¿Y si te invitaran?

-No iría, pero hubiera ido. ¿Cómo no iba a ir si decían que era una persona fascista, que festejaba que hubieran matado a los padres de un pibe? ¿Vos entendés en lo que me metían? Un día me levanto y mi hermana, que laburaba en una escuela en Pompeya, me llama y me dice “¿Cómo vas a meterte con eso?”. Y me empieza hablar de Carlotto. Yo no entendía nada. ‘¿Qué hice?’ . Después salió la Carlotto a decirme de todo. Yo viví la dictadura y sé de lo que estoy hablando. Tengo mucha memoria, por eso me dolió tanto lo que dijo de mí.

¿Cómo va a decir que yo me muevo por el dinero? Si quiere charlamos sobre las 42 personas que se llaman Carlotto y están trabajando en el Estado. Seamos claros. Realmente creo que me debe una disculpa. Pero no sé si va a llegar, porque me llamó gente del Gobierno para decirme que tenía que ir yo a darle un beso.

-¿Y qué dijiste?

-Que no podía porque a la mañana ando en skate.

-¿Y a la tarde?

-Laburo.

-¿Y a la noche?

-No salgo porque te chorean. De verdad, como artista lamento tener que ponerme en este lugar.

-¿Cuál fue el mayor costo que tuviste con todo esto?

-Ahora me va a ver menos gente al teatro. Y a lo mejor es porque ya no me quieren ver... cosa que no creo. El otro día, en La Trastienda, fue increíble. Igualmente, no me apasiona que una cosa así me pase. El enfrentamiento público no es lo mío, pero me pasó y me hago cargo.
Cuenta que "de pibe era radical". ¿Y ahora? "Ahora, un absoluto enamorado de la libertad". Habla, come, no se ofusca, pero cada tanto las emociones se le imponen.

¿Lo habrá visto a Ivo Cutzarida? "Sí, lo vi. Él habla del Martín Fierro como si hubiera existido. Nunca entendió que era un personaje de ficción. Está bien, es una persona enojada. Todo lo que diga todo el mundo es absolutamente escuchable".
La charla se extiende en la sobremesa hasta que la ficción se impone. Tiene que ir a grabar "Guapas", la tira que lo tiene de nuevo en pantalla, luego de "Farsantes".

-¿Qué sensación te dejó lo que ocurrió ahí, con la tensión entre Facundo Arana y Julio Chávez?

-Me amargó, nunca me había pasado que lo privado se hiciera público. Yo le rogué a Arana que volviera. Pensé que ésa iba a ser mi última participación en TV. La pasé feo, me sentía mal.

-¿Por qué volviste?

-Porque quise. Ahora la paso bien, me divierto mucho. Igual, mi alegría está pasando por otro lado. Hoy me avisaron (desde el campo que tiene) que parieron dos yeguas... desde la mañana que tengo una felicidad enorme. Me da alegría que haya tomates, haber conseguido un rulemán para la caja de dirección de un tractor y así en febrero poder tener alfalfa. No soy un productor. Me gusta producir comida, quiero ser como eran mis ancestros: tanos que hacen de comer. No quiero ser millonario ni caudillo.

-¿Qué sos?

-Un “paiaso”. Ponelo así, con i.

-¿Sería parecido a "payaso"?

-Yo diría que sí. Ya sé: poné que soy un “librepayaso”, todo junto. Eso me siento.

Dos "Vulnerables" de regreso

Las incorporaciones de Inés Estévez y Alfredo Casero a “Guapas” remiten emocionalmente a los inolvidables tiempos de “Vulnerables”, el unitario de Pol-ka que protagonizaron hace 15 años. Ella era Jimena Soria y él Roberto Chitti. Y tenían tantas escenas juntos como ahora. “Ambos estamos buscando los personajes. Yo no tengo ínfulas de actor... Yo actúo y no puedo dejar de ser yo, por eso puede haber algo de Chitti en el Falcón de ‘Guapas’. Éste es más moralista, pero -entiende- hay algo en la bondad que los une”.

¿Quién es Falcón?

El personaje que interpreta Alfredo Casero en “Guapas” se llama Oscar Falcón. Fue oficial de policía y ahora es agente de seguridad en un local del barrio chino. Tímido, íntegro y soñador, Falcón vive arrinconado por sus complejos... contra los que lucha para conquistar a Silvita (Inés Estévez). Es muy buen cantante, pero lo saben pocos. Es el primo de Rubén Donofrio, el pintoresco personaje de Alberto Ajaka que tiene la audacia que a él le falta.

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