La flamante “Gravedad” (Gravity) de Alfonso Cuarón se anticipa como un thriller de “alto vuelo”: trata sobre dos astronautas que flotan en el espacio sin tierra firme de por medio y, en el medio, su urgencia por sobrevivir en un contexto infinito y terroríficamente vacío. La ingeniera médica Ryan Stone (Sandra Bullock) y el veterano astronauta Matt Kowalksi (George Clooney) son los desdichados náufragos de una operación espacial que sale mal. Así, todo queda en mano de sus pericias actorales (flotantes) y la destreza cinematográfica de Cuarón a la hora de hacer que la experiencia de supervivencia (ya lejos de todas esas catástrofes como tsunamis o terremotos o fines del mundo que ocurren tan a menudo en los cines de la Tierra) cobre vida en la pantalla de manera definitiva, extrema y narrativamente económica.
El filme en 3D -que este fin de semana marcó un récord en Norteamérica con sus US$ 55,6 millones: ningún estreno en octubre había logrado tanto- tiene garantizado una participación en la carrera por los premios Oscar. Pero el director nacido en Ciudad de México hace 51 años sabe que en el mundo del cine los aplausos no duran para siempre, aunque él nunca haya estrenado una película que no despertara entusiasmo: "Yo simplemente estoy feliz de estar vivo, como ocurre con el personaje de Sandra Bullock en la película", asegura, aunque enseguida aclara: "No me malinterprete, lo que ha pasado con Gravedad a partir de Venecia ha sido maravilloso.
Pero es como con la vida, uno no puede dar nada por sentado. En el filme, el personaje de Sandra no se había dado cuenta de que la vida es un milagro maravilloso. Estaba tan alejada de ella que simplemente se dejaba arrastrar hacia la nada. Pero hacia el final, ha aprendido cuán valiosa es la vida. Y algo similar ocurre conmigo".
Cuarón sabe por qué lo dice. Unos años atrás, la vida le sonreía. Su retorno a México con “Y tu mamá también”, después de una temporada en Hollywood dirigiendo exquisitas adaptaciones literarias, había generado rabiosos aplausos, dejándole además nominaciones al Oscar y al Globo de Oro. Y su paso por la franquicia de “Harry Potter” con su tercera entrega, “El prisionero de Azkaban”, había terminado de consagrarlo como director.
“Niños del hombre”, que estrenó en 2006, obtuvo tres candidaturas al Oscar, dos de ellas para él. Además, estaba felizmente casado con la presentadora televisiva italiana Annalisa Bugliani, con quien criaba dos hijos pequeños, Tess Bu, nacida en el 2003, y Olmo Teodoro, que vino al mundo dos años después. Pero luego llegó un diagnóstico de autismo para el menor cuando tenía dos años que puso su vida cabeza abajo y llevó a la pareja al divorcio.
Rodar “Gravedad fue una odisea”, plagada de incertidumbres, abandono de estrellas y cambios de estudio, pero, como en su vida, después de la tormenta llegó la calma. Hoy, Cuarón disfruta del mejor momento de su carrera, ha rehecho su vida personal y comparte con el hijo de su primer matrimonio, Jonás (32), una sociedad creativa que mucho tiene que ver con esta nueva película.
-Pasaron siete años desde "Niños del hombre". ¿Por qué tardó tanto en hacer su siguiente película?
-En realidad, siempre he tardado entre película y película. Y en este caso se cruzó la vida, que es muy grande. Para bien y para mal. De hecho, el tema de Gravedad es la posibilidad de renacer. El accidente espacial no es más que una metáfora de las adversidades, que son las que te dan la habilidad de encontrar un renacimiento. Y sí, yo pasé adversidades. Cuando nos pusimos a hablar con mi hijo Jonás sobre este proyecto le dije que quería que fuera acerca de lo que yo acababa de pasar. Y a lo que voy es a que lo que pasó en ese tiempo es la vida. También aprendí que el cine es parte de la vida, no es la vida en sí. Es una parte fundamental y maravillosa de mi vida. Pero el cine ya no lo es todo para mí. La vida es algo más grande, mágico, divertido y maravilloso.
-Con los nombres de George Clooney, Sandra Bullock, Alfonso Cuarón... parece que surge la idea de "lo que quieras para lo que quieras". ¿Fue así o fue una batalla?
-No fue ni una ni la otra. Lo que hubo en el estudio Warner fue confianza, porque el proceso llevó muchísimos años. Y fue empezar a preparar una película sin saber cómo se iba a hacer. De hecho, empezar a prepararla sin actores. Aunque siempre hubo gente que se sintió muy interesada por participar. El proceso de la película comenzó hace cuatro años y medio. Entonces, director de fotografía, Emmanuel el Chivo Lubezki, habló con David Fincher, y él le dijo que no había tecnología para hacer esto en ese momento, que nos esperaban como cinco o seis años. Y en realidad no estaba tan equivocado. Además, “Gravity” no tiene posibilidades de convertirse en una franquicia. Es un concepto original y muy poco comercial, ya que se trata de un personaje flotando en el espacio. No es el concepto más obvio. El estudio entendió lo que yo estaba tratando de hacer, aunque por supuesto había nerviosismo. Más cuando quieren ver material y no se lo puedes mostrar porque sólo tienes fragmentos.
-Da la sensación de que, para hacer una película realista, es como si hubiera tenido que reinventar las leyes de la física. Porque en el espacio esas leyes funcionan de otra manera…
-Justamente éste fue el problema. Para hacer toda esa programación tienes que hacer una animación, pero para hacerla se requiere un proceso de aprendizaje, porque todos los animadores aprenden a dibujar basados en dos principios fundamentales: horizonte y gravedad. Aquí de pronto los ponés a hacer una cosa donde eso no existe. Donde las imágenes van en contra de todo lo intuitivo. . Pero veías al nuevo animador que llegaba, que era el que siempre quería renunciar, porque el proyecto era demasiado estresante.
-¿Hubo algún momento en el que dijo: "En qué me metí, ahora cómo salgo?".
-Todo el tiempo. Cuando de repente nadé tanto en el lago que perdí la orilla de un lado y no veía la orilla del otro lado… yo sabía que no podía hacer nada más que seguir nadando. Pero sí decía a veces: "¿En qué me metí? ¿Qué estoy haciendo con esto?".